Ni el programa de Macron ni de Le Pen, ni el de la mayoría de candidatos en la primera vuelta a las elecciones presidenciales francesas, han dedicado mucho espacio a la tecnología. Apenas hablan del tema desde una perspectiva de política pública -a salvedad de algunos temas urgentes como la digitalización de las PyMES o la administración pública, las habilidades digitales o los ecosistemas de innovación industrial-, y mucho menos de la tecnología como activo de política exterior, de proyección y de influencia.
Ahora bien, es indudable que del resultado de la segunda vuelta dependerá en buena medida cómo la Unión Europea articula su autonomía estratégica, algo de lo que Macron ha hablado enérgicamente desde 2017 más bien con el término de soberanía europea, y que Le Pen ha descartado en sus discursos, centrándose en la soberanía nacional y un firme euroescepticismo. De partida, todos los candidatos presidenciales, incluyendo a Macron y Le Pen, tienen una visión maximalista de la soberanía tecnológica: defender y promover una protección de los datos personales bajo estándares franceses, una menor dependencia de servicios extranjeros, el desarrollo de componentes tecnológicos estratégicos y el liderazgo en ecosistemas de innovación. Es decir, un poder tecnológico à la française.
Pero, en lo que respecta al futuro de Europa, hay dos escenarios que pueden demarcar la autonomía estratégica del continente, según quién gane y cómo gane.
Una victoria de Macron: la misma senda de soberanía europea, mismas alianzas y rivalidades con otros Estados miembros, y más retos
Durante los cinco años de presidencia, Macron ha puesto la soberanía tecnológica en el centro de su proyecto más amplio de soberanía estratégica europea. Como dijo en un discurso en febrero de 2020: “Para construir la Europa del mañana, nuestros estándares (digitales) no pueden estar bajo control estadounidense; nuestras infraestructuras, puertos y aeropuertos no pueden estar bajo capital chino; y nuestras redes no pueden vivir bajo presión rusa”.
De una segunda victoria de Macron, lo más probable es que Francia siga con el triple enfoque que ha seguido en estos últimos años. En regulación, un marco estricto con las empresas tecnológicas procedentes de fuera de la Unión Europea, un sistema robusto de protección de datos personales y la promoción de espacios de datos europeos. Igual que ha hecho con la Ley de Mercados Digitales, Francia podría aprovechar lo que le queda de Presidencia del Consejo de la UE hasta junio para acelerar y cerrar una visión común entre los Estados miembros con otros temas de forma ordenada: la futura estrategia del espacio en seguridad y defensa, la implementación de la hoja de ruta de tecnologías críticas, los detalles del Espacio Europeo de Datos de Salud -que es un eje central para la Presidencia francesa del Consejo-, o la revisión de la Directiva relativa a la comercialización a distancia de servicios financieros destinados a los consumidores.
También Macron buscaría seguir consolidando la seguridad tecnológica. Los fondos dedicados a la ciberseguridad, tecnologías cuánticas o inteligencia artificial ya están casi al mismo nivel de financiación que Alemania y Reino Unido y se está estructurando una red de centros de excelencia vertebrados a lo largo del país. Asimismo, es posible que se siga reforzando el sistema de control sobre inversiones directas extranjeras en sectores tecnológicos críticos a través de la ley PACTE, el Plan de Acción para el Crecimiento y Transformación de las Empresas, que buscaba eliminar los obstáculos al desarrollo de las empresas, y que puso el foco en la tecnología especialmente en respuesta al aumento de inversiones chinas en empresas europeas. Habría estabilidad en su proyecto de reducir el despliegue de servicios de 5G por parte de Huawei progresivamente hasta eliminarlo en 2028, ya que terminaría solo un año después de terminar su mandato. Además, los IPCEIs -o Proyectos Europeos de Interés Común Europeo- seguirían estando sobre la mesa para crear cadenas de producción europeas junto con otros Estados miembros en la nube, microelectrónica o baterías.
Ahora bien, Macron también se enfrentaría en el siguiente mandato a varios retos nada sencillos. Se está librando una verdadera batalla en la Agencia Europea de Ciberseguridad con el esquema de certificación de ciberseguridad para los servicios en la nube: Francia busca incluir estrictos requisitos para la localización de datos, mientras que países como Irlanda, Países Bajos y Suecia quieren un enfoque más abierto. Por otra parte, Francia, que ya fracasó en su intento de promover un impuesto común a los servicios digitales en la UE, basado en su impuesto nacional ‘Gafa’, seguirá buscando influir en la OCDE para crear uno global. Pero esto no será fácil, ya que se enfrenta a las muy distintas visiones de más de 160 países.
Una victoria de Le Pen: misma ambición de soberanía tecnológica (en casa), pero menor poder relativo con respecto a otros países
El programa de Agrupación Nacional apunta varias ideas sobre su programa tecnológico. Le Pen busca crear un «fondo soberano francés» para aumentar la rentabilidad del ahorro francés y orientarlo hacia sectores estratégicos y la innovación, imponer el cumplimiento de la legislación francesa a los actores digitales, fomentar una transición digital a la vez que energéticamente sostenible, integrar las criptomonedas en el derecho común de los mercados financieros, y obligar a la ciudadanía, empresas y servicios públicos franceses a que sus datos sean alojados por operadores franceses o europeos (la propia Le Pen reconoce que Francia no dispone todavía de todos los servicios para crear una soberanía digital absoluta).
El mayor impacto para la UE podría ser un cambio de actitud de Francia con respecto a algunas de las propuestas de la UE más urgentes para promover una europeización del acceso de toda la ciudadanía europea a servicios digitales, sea cual sea el país, mediante una identificación electrónica común. Aunque los IPCEIs y Alianzas Industriales son por iniciativa europea, es cada país quien decide sumarse o no a estas actividades, y también las propias empresas nacionales recibirán más o menos incentivos a hacerlo dependiendo del contexto nacional. Asimismo, será importante supervisar los posibles cambios en la financiación y colaboración conjunta entre centros europeos de investigación con los polos de excelencia franceses en inteligencia artificial (Institutos 3IA), o en tecnología cuántica.
Asimismo, es importante prever una mayor restricción en los sistemas de control de inversión extranjera directa, siguiendo la línea de Macron. Aunque también podrá haber cambios en las relaciones bilaterales económicas y de cooperación tecnológica con otros países, como son Rusia, Israel, India, o en un posible cambio de presidente hacia el lado Republicano en las próximas elecciones presidenciales de EEUU en 2024, una fecha que ya está cerca.
Conclusión
De ganar Macron, la senda será similar a la actual, con todos los retos que supone. De ganar Le Pen, el país se arriesga a perder un poder relativo con otros países vecinos con quienes mantenía una posición de liderazgo en proyectos conjuntos, especialmente debido a algunos factores potencialmente cambiantes como la financiación, la investigación e innovación conjuntas y la transferencia de tecnología, muchos de los cuales se hacen bajo el paraguas de la UE. Un dato relevante es que un porcentaje importante de los franceses tienen un “euroescepticismo à la française” particular, es decir, favorable a la UE, pero al mismo tiempo crítico con él: el 56% de los franceses tiene apego a Europa, pero el 51% cree que la UE es distante y el 56% cree que no es eficaz. Los franceses apoyan la idea de una Europa más fuerte, aunque no tanto de una Unión Europea.
También, de no abordarse la tecnología geopolíticamente (algo que apenas ningún candidato hace), Francia podría perder margen de decisión con respecto a Alemania, que tradicionalmente se había concebido como el país económico, pero no geopolítico, y que en los últimos meses se ha hecho más explícita y atrevida geopolíticamente hablando, no solamente con temas como China o los derechos humanos, sino también con la tecnología. El nuevo gobierno de coalición alemán busca crear una nueva diplomacia tecnológica con instrumentos y recursos específicos, algo que apenas nadie ha abordado en las elecciones francesas, y que podría haberse imaginado de Macron debido a su cosmopolitismo, pero que tampoco hace.
Es cierto que la autonomía estratégica de la UE depende de la acción y voluntad común de los 27 Estados miembros. Pero no cabe duda de que el peso de Francia es enorme. De hecho, las encuestas apuntan a que hay más países europeos que confían en Francia que los que creen que no pueden hacerlo. Y ven a Francia como un eje esencial para profundizar en la soberanía europea. De ahí que de las elecciones francesas dependa buena parte del futuro de Europa.
Imagen: Valla con carteles de los distintos candidatos de las elecciones francesas. Foto: Caratello (CC BY-NC-ND 2.0)