La posición competitiva de España no parece estar acorde con la posición general de nuestro país en la economía internacional. La competitividad de la economía española ofrece diversos puntos negros. Los aspectos institucionales, o derivados de forma bastante directa de la actuación de las instituciones, dominan en lo que podría denominarse la clasificación de los puntos más negros de su competitividad.
El Global Competitiveness Report (GCR) que elabora el World Economic Forum es probablemente el estudio más importante –y más influyente– que se publica sobre la competitividad de las economías del mundo. La última edición se ha publicado hace algunas semanas. El GCR realiza un análisis a fondo de una amplia serie de indicadores que configuran la competitividad de una economía. Para la realización del estudio, el World Economid Forum cuenta con una serie de instituciones colaboradoras en los diferentes países. En el caso de España la institución colaboradora es el Centro Internacional de Competitividad de IESE Business School.
En esta última edición del GCR los tres países más competitivos del mundo son Suiza, Singapur y Estados Unidos (manteniendo su posición en relación con el año anterior). De los diez países más competitivos del mundo, seis son europeos.
En total son 114 los indicadores que se analizan en el estudio, agrupados en 12 apartados o “pilares”: instituciones, infraestructura, marco macroeconómico, sanidad y educación primaria, educación superior y profesional, eficiencia del mercado de bienes, eficiencia del mercado de trabajo, desarrollo del mercado financiero, preparación tecnológica, tamaño del mercado, sofisticación de los negocios e innovación. En esta última edición han sido 138 los países analizados.
¿Y qué nos dice el estudio sobre la situación de la competitividad española? En el espacio de un post de este blog no es posible realizar un análisis detallado, pero sí destacar algunos rasgos destacados.
Lo primero que puede decirse es que la clasificación global de España no se puede considerar como buena. España se sitúa en el puesto 32 del ranking mundial de competitividad. De entrada no parece un puesto apropiado para una economía que en tamaño es la 14 economía del mundo en tamaño de PIB según la clasificación publicado por el Banco Mundial (con datos correspondientes a 2015).
Por el lado positivo, puede decirse que la tendencia, aunque lentamente, es positiva. En la edición anterior del estudio (2015-2016), España se situaba en el puesto 33. Hace cuatro años, en la edición 2012-2013, se situaba en el puesto 36.
Lo normal es comparar a España con los países de su entorno próximo, que son los países de Europa occidental. Pues bien: España se encuentra en la cola de los países europeos occidentales, sólo por delante de Italia (puesto 44) y Portugal (46). Países como la República Checa, Estonia, Malasia, Arabia Saudí o Qatar se sitúan por delante de España.
El apartado en el que España obtiene con diferencia una mejor valoración es el de infraestructuras, en el que se coloca en el puesto 12 a nivel mundial. El apartado peor valorado es el de marco macroeconómico, debido en gran medida al déficit y deuda del sector público (en este último indicador, deuda/PIB, España se coloca en el puesto 126 de los 138 países considerados).
¿Cuáles son los puntos más problemáticos de la competitividad de la economía española? Están recogidos en el cuadro adjunto. El ranking “negro” de la competitividad española está encabezado por la ya mencionada deuda pública (por su parte, el déficit público está en el puesto diez).
El segundo peor aspecto, entre los 114 indicadores, es la “carga de las regulaciones gubernamentales” (en el que España se sitúa en el puesto 113 de todos los países considerados), seguida de la “fiscalidad sobre beneficios empresariales” (en el puesto 110).
Cabe destacar que el quinto peor indicador es el “despilfarro en el gasto público”, y el noveno la “confianza pública en los políticos”.
Como puede verse, la mayor parte de los indicadores recogidos en la lista tienen que ver, de forma muy directa en algunos casos e indirecta en los otros, con el funcionamiento del marco institucional.
En un post del pasado mes de julio meses ya me referí al lastre que supone el marco institucional para la internacionalización de la economía española, en base a varios estudios sobre competitividad publicados antes del verano.
Lo que se concluía en aquel post se refuerza con los datos del reciente Global Competitiveness Report:
“la conclusión quizás tiene una relevancia especial en estos momentos, en que España se dispone a constituir un gobierno del que se esperan importantes reformas institucionales. Las campañas públicas de imagen pueden tener sus efectos positivos. Pero parece fundamental tomar conciencia, y actuar en consecuencia, en relación con las limitaciones que presenta el sistema institucional. La internacionalización, la captación de inversiones extranjeras, depende de la competitividad “real” (no la “publicitada”), y ésta depende –entre otros factores- de un marco institucional que, como los estudios citados ponen claramente de relieve, es manifiestamente mejorable”.