Aunque con diferentes graduaciones y algo más que matices, la campaña para las primarias en EEUU se ha llenado de cargas contra la apertura comercial de EEUU. Donald Trump propone un arancel del 45% sobre las importaciones chinas. Hillary Clinton, que antes lo apoyaba, tiene ahora serias dudas sobre el TPP, el acuerdo comercial y de inversiones entre 12 países del Pacífico. Bernie Sanders también se muestra poco partidario de más liberalizaciones, e incluso critica a su oponente demócrata por haber apoyado en 1992 el acuerdo NAFTA con Canadá y México. Y eso en unos tiempos en que el país está viviendo una reindustrialización aunque de nuevo cuño (con la repatriación de actividades gracias a la automatización y a la subida de los costes laborales en China y otros países asiáticos). Este ambiente ha entrado también en Europa, donde crece desde la izquierda y desde la extrema derecha la oposición al TTIP (Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones). Y donde incluso, presionados por sus lobbies agrícolas, un grupo de 13 países encabezados por Francia está frenando un acuerdo de la UE con Mercosur, que lleva años arrastrándose.
El Fondo Monetario Mundial, en sus últimas Perspectivas Económicas Mundiales alerta contra la amenaza de una “desaceleración sincronizada” y ante una reacción política contra la globalización. Sus datos indican que, aunque sigue creciendo, el comercio mundial de bienes y servicios se está frenando. En parte, según otros estudios, se debe a que China importa menos.
¿Supone esto que la globalización ha alcanzado su punto álgido? La globalización había significado que el comercio internacional crecía más rápido que el PIB. Y, sin embargo, la Gran Recesión que empezó en 2008-2009 –y ante la que, a diferencia de tras 1929, no se reaccionó con un proteccionismo que ahora reverdece– ha producido un bache en este comercio del que el mundo no se ha recuperado. Un estudio del centro Bruegel se pregunta si es un cambio coyuntural, debido a la fragilidad de la recuperación europea y al menor crecimiento de la economía china, o estructural, ligado a un cambio en las cadenas globales de valor lo que, en este caso, debería llevar a su estancamiento en el futuro. Su conclusión es que a largo plazo el crecimiento de las exportaciones globales, y de sus componentes, debería volver a estar en equilibrio con el crecimiento del PIB. Pero si este no crece, el otro tampoco lo hará.
Las estadísticas pueden estar mal en la nueva economía digital, como lo ha puesto de relieve Charles Bean en un estudio encargado por el Banco de Inglaterra. Podemos estar en una fase nueva de la globalización. Un informe del McKinsey Global Institute, “Globalización digital: la nueva era de flujos globales” (Digital Globalization: The New Era of Global Flows), parte de que el mundo está más interconectado que nunca, y aunque el comercio mundial de bienes se mantiene plano “por primera vez en la historia, las economías emergentes suponen más de la mitad de los flujos comerciales globales, y el comercio Sur-Sur es de más rápido crecimiento”. A lo que añade que “los flujos transfronterizos de datos están creciendo rápidamente”. Señala que decenas de millones de pequeñas y medianas empresas en todo el mundo se han convertido en exportadoras, en micro-multinacionales, al entrar en plataformas de comercio electrónico como Amazon, Alibaba, eBay y otros. Según el estudio, un 12% del comercio mundial de mercancías se lleva a cabo a través del comercio electrónico internacional.
A este respecto, el Índice de Conectividad del McKinsey Global Institute refleja cómo los países participan en las entradas y salidas de mercancías, servicios, finanzas, personas y datos. Singapur está a la cabeza, seguida de los Países Bajos, EEUU y Alemania. China ha subido desde el puesto 25 al séptimo. Y España está en un decoroso puesto 15.
¿Viven los Le Pen, los Trump e incluso las Clinton en otro mundo? El caso es que pese al TPP, y a las difíciles negociaciones sobre el TTIP, los vientos no soplan a favor de un gran empuje a acuerdos generales de comercio internacional. La Organización Mundial del Comercio (OMC) ha enterrado la Ronda de Doha, en otro ejemplo de gobernanza global inductiva. En este mismo sentido, Lawrence Summers, ex secretario del Tesoro de EEUU, propone que el comercio global se impulse desde abajo, porque mucha gente lo ve como “un proyecto de las elites para las elites”, y en la actualidad se está produciendo una “rebelión contra la integración global” en Occidente. Pide que haya un cambio de acuerdos comerciales a acuerdos sobre armonización internacional, que den prioridad a cuestiones como los derechos laborales o la protección medioambiental. Pero contra esos –incluso más que contra los aranceles, aunque para productos agrícolas estos están muy presentes en la ralentización de las negociaciones de la UE con Mercosur y Japón– son, justamente, grandes escollos contra los que chocan las negociaciones comerciales de esta nueva era. En todo caso, Trump, Clinton, Le Pen y otros, responden a sus electorados. Es decir, que en parte la presión también viene “desde abajo”. Aunque si Hillary Clinton es al final elegida, acabará impulsando la ratificación del TPP, aunque sea con cautelas.