En 2011, Repsol-YPF descubrió los vastos recursos no convencionales de Vaca Muerta, una formación de petróleo y gas en la Cuenca Neuquina, al sur de Argentina. Su desarrollo, que requiere importantes inversiones, se ha visto afectado por las políticas energéticas aplicadas en el país, históricamente sujetas a intereses políticos y cambios radicales de una presidencia a otra. Así, las medidas pro-mercado del presidente Menem en la década de los 90 fueron revertidas durante la crisis económica de 2001. En las presidencias Kirchner-Fernández (2003-2015) las medidas intervencionistas se mantuvieron e incluso extendieron pese a la rápida recuperación que siguió a la crisis. Durante este periodo, en el cual el sector energético se convirtió en el mayor receptor de subvenciones del país, la principal medida de la política energética peronista fue la expropiación de Repsol-YPF en 2012, precisamente tras el descubrimiento de Vaca Muerta. En ese momento, la producción de petróleo y gas había estado cayendo durante casi una década y las importaciones de energía estaban aumentando rápidamente por primera vez en 20 años.
El gabinete de la presidenta Fernández vio en el desarrollo de Vaca Muerta una solución simple a una grave crisis energética, soslayando la adopción de medidas impopulares, como la reducción de las subvenciones al consumidor. Con el objetivo de acelerar la producción de petróleo y gas, se introdujeron medidas como los controles a la exportación y la fijación de los precios a pie de pozo por encima de los del mercado internacional. Se creó el “Plan Gas” para el desarrollo del gas mediante precios subvencionados y, en 2015, se introdujo el denominado “barril criollo”, un precio de apoyo para compensar la caída del precio internacional del petróleo. Sin embargo, las promesas de incrementar rápidamente la producción de petróleo y gas no convencional no se materializaron y los desequilibrios del sector energético se volvieron económicamente insostenibles. Los altos costes de producción en un contexto de precios bajos del crudo y la incertidumbre política doméstica explican la renuencia de las compañías extrajeras a aumentar las inversiones en Vaca Muerta. Hasta fechas recientes las decisiones finales de inversión han sido modestas, con la producción de petróleo y gas de esquisto aumentado lentamente, pero incapaz de compensar la disminución de los recursos convencionales.
La elección de un nuevo presidente comprometido con las reformas económicas ha cambiado el panorama energético argentino y renovado el interés por sus reservas no convencionales de petróleo y gas. Desde su elección en diciembre de 2015, el presidente Macri ha hecho de la reforma energética el sello distintivo de su política económica, abordando simultáneamente las debilidades de la oferta y la demanda. A lo largo de 2016, su gobierno, el cual cuenta con el antiguo responsable de Shell Argentina, Juan José Aranguren, como Ministro de Energía, llevó a cabo un impresionante conjunto de medidas, especialmente la reducción de las subvenciones energéticas a los consumidores para “sincerar los precios” y la creación de un acuerdo para fomentar el desarrollo de Vaca Muerta. El acuerdo, diseñado de manera inclusiva, ha extendido el “Plan Gas” hasta 2020, pero restringiendo el precio mínimo ofrecido a los productores a 7,5 dólares por mBTU y sólo a nuevos pozos en la cuenca del río Neuquén, fijando una senda para la reducción progresiva de los precios; también prevé la eliminación gradual del “barril criollo” para converger hacia los precios internacionales a finales de 2017. El acuerdo levanta los impuestos a la exportación de petróleo y contempla varias iniciativas para aumentar la competencia y la transparencia en el mercado minorista.
A cambio de estas medidas, los principales actores tanto nacionales (YPF y Pan American Energy) como internacionales (Shell o Chevron) se han comprometido a incrementar las inversiones en Vaca Muerta a 5.000 millones de dólares en 2017 y 15.000 millones de dólares anuales a partir de esa fecha. No obstante, el desarrollo de los recursos no convencionales sigue afrontando diversos desafíos: los bajos precios del petróleo, la lenta evolución del marco regulatorio interno para petróleo y gas, los problemas de productividad estructural y la consistencia de estas medidas en el tiempo para permitir el incremento sostenido de las inversiones. Todas estas medidas son costosas políticamente, pues entrañan subidas de precios, y además dependen del contexto internacional de los precios. El presidente Macri tendrá que decidir si es aconsejable desarrollar Vaca Muerta a cualquier precio (literalmente) o concentrarse en medidas más eficientes para mejorar la competitividad del sector que seguir subvencionando los precios a pie de pozo, especialmente en el actual contexto bajista de los precios del crudo.
[Resumen y actualización en español el artículo de G. Escribano “Vaca Muerta: a chimera or a real treasure?”, publicado originalmente en el nº 35 de About Oil Magazine]