Cuando Ted Cruz menospreció los “valores neoyorquinos” antes de los caucus de Iowa quizá no se imaginaba que la carrera por la nominación estaría tan reñida a estas alturas del calendario. Sede de Wall Street, Nueva York valora el comercio y la tolerancia, es demócrata y liberal, le gustan los ganadores y desprecia a las perdedores. Pero siendo uno de los grandes centros de los medios de comunicación, Nueva York no es clave en la política americana. Sin embargo, esta vez sus primarias le han devuelto por unos días a la época dorada de los dos Roosevelts y Rockefeller.
Pero el sello neoyorquino ha estado de alguna manera presente a lo largo de esta campaña: Hillary Clinton, como residente de Chappaqua en Westchester County, fue elegida senadora del Estado en 2000 y 2006; Bernie Sanders dejó Brooklyn por Vermont en 1968; y Donald Trump nació y creció en Jamaica Estates, distrito de Queens, y vive en un rascacielos en Manhattan.
Como adelantaban todas las encuestas, Trump y Clinton –y el sello neoyorkino reivindicado por ambos– se han alzado con la victoria de forma contundente. La victoria para Trump es importante en la medida en que había perdido altitud en las últimas semanas, aunque el calendario sigue apuntando a que el desenlace final será en la Convención Republicana de julio. Su aparición tras los resultados mostraron, además, a un Trump más presidencialista y menos desenfadado que de costumbre. Se dirigió a su oponente como “senador Cruz “ y no como “Lyin’Ted” y se ahorró también el “Crooked Hillary”. Tampoco respondió a preguntas de los medios y centró su discurso de la victoria en la economía del país, como preparándose para la campaña de las generales.
Todos los analistas políticos apuntan a una clara influencia de Paul Manafort, al que ha pedido ayuda para ganar la nominación. Porque Trump no está dispuesto a perderla si suma una mayoría amplia de delegados aunque sin alcanzar de la mágica cifra de 1.237. Pero el establishment sigue sin ponérselo fácil. Cruz, a pesar de no poder alargar su momentum en Nueva York –demasiado conservador para sus republicanos moderados– sigue siendo quien mejor ha preparado estratégicamente esta campaña, y el mejor organizado. Y logrará llegar a la Convención con buena parte del establishment de su lado aunque se haya referido a él como el “Washington cartel”. El Partido Republicano no quiere a Trump de candidato, no sólo porque no ganaría las generales –tampoco Cruz– sino porque dejaría a un partido desecho y a todas la facciones luchando entre sí. De ahí los crecientes apoyos a Cruz, entre ellos el más significativo el de la senadora Lindsey Graham de Carolina del Sur, quien teniendo que decidir entre ser “disparada o envenenada” finalmente decidió quedarse con el arsénico y apoyar a Cruz.
Por otro lado, la decisiva victoria de Hillary Clinton le ha dado más delegados de los que esperaban sus propios asesores, pero hay que apuntar que han sido una primarias cerradas –sólo votan los demócratas inscritos– y que Bernie Sanders suele hacerlo mejor cuando pueden votar los independientes. No obstante, es también cierto que las críticas del senador a su oponente en las últimas semanas le han pasado factura y han acabado con su momentum. No sólo concedió una pésima entrevista al New York Daily News –muy leído entre minorías y gente con bajos ingresos– sino que en el reciente debate entre ambos en Brooklyn, la dureza entre los candidatos y las ácidas críticas de Sanders llevaron a muchos demócratas a advertir de que se estaba entrando en una zona peligrosa. Una zona que podría dejar el partido incluso dividido tras las elecciones de noviembre si, como apuntan algunos, los votantes de Sanders no salen de sus casas a apoyar a Clinton el próximo noviembre. Parece que ha pasado una eternidad desde que Sanders saltó en defensa de su oponente por la controversia de los emails en el primer debate en Las Vegas.
En Brooklyn también se pudo ver que Clinton no está dispuesta esta vez a que le pase como en 2008, cuando se vio superada por una candidato más liberal que podía inspirar a jóvenes demócratas y que hablaba con nostalgia de la base progresista del partido. Así, la ex secretaria de Estado habló en el debate, por ejemplo, de su apoyo a la lucha por “el 15” –15$ la hora como salario mínimo– , pero la falta de respuestas claras a preguntas directas sobre asuntos espinosos hace que parte de los votantes siga dudando de su honestidad y autenticidad. A pesar de la victoria y de que los números están de su parte –no olvidamos a esos superdelegados que la apoyan en su mayoría y que suman un 15% del total de delegados– no son buenos tiempos para su campaña. La sensación de que quiere acabar con esto cuanto antes, de que renquea hacia la nominación mientras que la energía y el entusiasmo están con Sanders, no la ayudará en las presidenciales.
Como decía Frank Sinatra: “If I can make it there, I’ll make it anywhere. It’s up to you, New York”. Pero han sido los neoyorquinos los grandes ganadores de estas primarias con el espectáculo político de los días pasados. En cuanto a la carrera por la nominación, poco ha cambiado.
Próximas citas:
- 26 de abril: Connecticut, Delaware, Maryland, Pennsylvania, Rhode Island.
- 3 de mayo: Indiana.
- 7 de mayo: Guam (D).
- 10 de mayo: Nebraska (R), West Virginia.
- 17 de mayo: Kentucky (D), Oregon.
- 24 de mayo: Washington (R).
- 4 de junio: Virgin Islands (D).
- 5 de junio: Puerto Rico (D).
- 7 de junio: California, Montana, New Jersey, New Mexico, North Dakota (D), South Dakota.