La lección aprendida de estos meses pasados de campaña en las primarias en EEUU 2016 ha sido que de cada contienda se podía esperar lo inesperado. Pero después de los primeros pasos en Iowa, New Hampshire y Nevada lo inesperado del principio –el auge de Donald Trump y la sorpresa de Bernie Sanders– ya ha pasado a formar parte de lo previsible.
Las últimas encuestas avanzaban lo que podía pasar y ha pasado este “Súper Martes”. Ted Cruz ganó en Oklahoma y en Texas, su casa. Una derrota aquí hubiera sido un gran su descalabro para él. Pero sus límites son evidentes, y aunque ha quedado cerca de Trump, en algunos estados ha fracasado (en los más moderados como Massachusetts y Virginia). Lo que lleva a afirmar que, de acuerdo al perfil de los estados de las próximas votaciones, éstos serán poco favorables a su rígida ideología política.
Marco Rubio ha ganado, tal y cómo se podía esperar, en Minnesota. Es su primera victoria pero, al mismo tiempo, el día le dejó tocado. Se han desinflado gran parte de las expectativas puestas en él como representante del aparato republicano, muy evidente en su no victoria en Virginia, donde esperaba poder frenar el momentum de Trump ante un amplio número de votantes republicanos con buenos ingresos y con estudios superiores.
Y Donald Trump, tal y cómo auguraban las encuestas, ha hecho un buen barrido en siete de los 11 Estados en juego. En su discurso de la victoria –cómo no, en el marco de un gran espectáculo como ya tiene acostumbrados a sus seguidores– se evidenció más que nunca que ya tiene un ojo puesto en las elecciones generales. Afirmó ser un “unificador” –en referencia a esa amplia y diversa base de votantes– y prometió a la audiencia perseguir a Clinton. Ya en más de una ocasión ha querido defender su “elegibilidad” frente a los que se la han negado, subrayando el aluvión de primeros votantes e independientes que le han entregado el voto: “estamos construyendo un nuevo Partido Republicano mayor y más fuerte. Estoy acercando a demócratas e independientes”.
Algunos empiezan a vencer reticencias ante lo evidente. Ya tenemos a lo primeros representantes republicanos que apoyan a Donald Trump: Chris Collins (New York) y Duncan Hunter (California). El primero ha señalado la experiencia de Trump en los negocios como clave para ayudar a crecer al país, mientras que Hunter ha predicho que muchos otros empezarán a salir a apoyarle. Y también tenemos al primer senador, Jeff Sessions (Alabama), que ha afirmado que esto no es una campaña, sino un movimiento que está en marcha y que no puede desaparecer; un movimiento en el que las voces de los norteamericanos se escuchan pidiendo un cambio. Pero quizás el apoyo más simbólico que ha recibido Trump haya sido el del ex candidato Chris Christie. Un espaldarazo que en este caso se trata más de un tema personal que le enfrenta con Rubio que de vencer reticencias en el partido.
Pero de lo que ya nadie duda es de que Trump es real y ha dejado obsoletas las divisiones regionales, ideológicas y religiosas que han moldeado al Partido en los últimos años. Sin embargo, sus oponentes no están dispuestos a bajarse del barco. Cruz y Rubio seguirán dando la batalla a pesar de que sus opciones se reducen, quizás esperando un vuelto gracias a las campañas anti-Trump que han arrancado con fiereza recientemente, aunque quizás algo tarde. Lo que más puede sorprende es la tenacidad de John Kasich, dispuesto a aguantar hasta las primarias de Ohio el próximo 15 de marzo sin ninguna victoria en su hacer. La neutralidad de Jeb Bush y de Mitt Romney frente a los candidatos tampoco ayudan a unificar el voto frente a Trump que es quizás, y según todos lo expertos, lo único que podría frenarle.
Pero quizás no se ha prestado demasiada atención a quien puede convertirse en verdadero rival y opositor de Donald Trump en las filas republicanas: Paul Ryan, actual speaker de la Cámara de Representantes y quien presidirá la convención republicana en julio. Debe elaborar una agenda política conservadora que sea adoptada por el candidato presidencial. Si el elegido es Trump, puede ser una pérdida de tiempo o un campo de batalla.
Hillary Clinton, al igual que Trump, ya tiene un ojo puesto en las generales del próximo noviembre, sobre todo tras su gran papel –como se auguraba– en el Super Martes. Tras sus importantes victorias en siete Estados, una exultante ex secretaria de Estado afirmó, en una clara indirecta a Trump y sus mantras de campaña: “EEUU nunca ha dejado de ser grande”. “En vez de construir muros, vamos a tirar barreras”. Su rivalidad empieza a florecer con fuerza.
A Clinton el voto afroamericano la ha catapultado claramente. A Bernie Sanders –con victorias en cuatro estados– sin embargo ya le supuso un traspiés en Nevada y en el Súper Martes un gran problema. Un escollo que sus asesores tienen que arreglar si quiere tener alguna posibilidad en la nominación, aunque no quieren dejar de insistir en que el calendario le es más favorable, con estados donde su mensaje económico puede calar más hondo.
Bernie, no obstante y a pesar del revés, no se plantea tampoco dejar la carrera. Afirma que seguirá hasta el final. Él mismo ha subrayado que su campaña no es sólo para elegir a un presidente, sino para hacer una revolución política, poniendo en la tribuna asuntos importantes como la renta de los norteamericanos y las crecientes desigualdades. Ahora hay que ver qué tipo de contendiente quiere ser: seguir siendo una amenaza seria para Clinton o seguir siendo un candidato con mensaje.
Movimiento para unos o revolución para otros, esto sigue adelante.
Próximas citas:
- 5 de marzo: Caucuses en Kansas, Kentucky (GOP), Nebraska (Dem); primarias en Lousiana.
- 6 de marzo: Caucus en Maine (Dem).
- 8 de marzo: Caucus en Hawaii (GOP), primarias en Idaho (GOP), Mississippi y Michigan.
- 13 de marzo: Primarias en Puerto Rico (GOP).
- 15 de marzo: Primarias en Florida, Illinois, Missouri, Carolina del Norte y Ohio.