Los adversarios de Donald Trump –tanto sus rivales de campaña como sus detractores en el GOP– nunca imaginaron que llegaría tan lejos. Todos pensaban que en algún momento diría algo demasiado escandaloso, algo tan fuera de lugar que haría que la balanza dejara de serle favorable. Sus ideas sobre la inmigración, su desplante a la FOX, y sus insultos a diestro y siniestro no evitaron, sin embargo, un segundo puesto en Iowa y una holgada victoria en New Hampshire. Pero muchos seguían esperando esa gran metedura de pata que acabara con su campaña, y por qué no en Carolina del Sur. Después de todo, en el curso de una semana, Trump vertió improperios contra un popular George W. Bush, dijo cosas buenas sobre el Planned Parenthood –en el punto de mira de los aspirantes conservadores por ser el mayor proveedor de servicios reproductivos del país– y se metió en un lío con el Papa Francisco –por otro lado, una figura la de Bergoglio no muy popular entre las filas republicanas–.
Pero no. El excéntrico millonario ganó las primarias de Carolina del Sur con un 32,5% de los votos, 10 puntos por encima de sus máximos rivales, Marco Rubio y Ted Cruz. Ha ganado entre hombres y mujeres, entre evangélicos y no, entre veteranos y no, entre aquellos que no tienen estudios universitarios pero también entre los que tienen (según las encuestas un 25% de sus votantes en Carolina de Sur tienen estudios superiores, no muy lejos de Rubio con un 27%). Ganó también entre aquellos para los que el terrorismo es la principal preocupación, pero también entre aquellos que piensan que es la economía, y entre los que les preocupa el tema migratorio.
En los últimos dos días de campaña en Carolina del Sur, la gobernadora republicana Nikki Haley, el senador Tim Scott y el representante Trey Gowdy viajaron por el Estado junto con Rubio presentándose así mismos como el “nuevo movimiento conservador”, y dando un espaldarazo al candidato. Nada ha funcionado.
Pero Trump tiene también un techo, un límite. No sólo se ha beneficiado del excesivo número de candidatos republicanos hasta hoy, sino que aún queda bastante recorrido. Lo que ha obtenido en las tres primeras citas electorales ha sido el momentum ante los medios y los donantes. Ha ganado su lucha para posicionarse, pero ahora vienen los verdaderos premios: el Super Martes (1 de marzo), las primarias de Michigan (8 de marzo) y las primarias winner-take-all de Florida, Ohio e Illinois (15 de marzo). Y Marco Rubio será quien le ponga las cosas más difíciles. Su segundo puesto en Carolina del Sur le ha visto renacer. Gana apoyos entre gobernadores y representes que se mueven en bandada a apoyarle tras el abandono de Jeb Bush: Dean Helles, Mark Amodei, Carlos Curbelo, Mario Díaz-Balart, Ileana Ros-Lehtinen, Gus Bilirakis, Jeff Miller y hasta Bob Dole, han oficializado su apoyo al senador de Florida. Aunque no va a ser fácil por lo inusual de la campaña y del momento político en EEUU. La amplia base de votantes que apoya a Trump lo dice todo.
Algo más claras están las cosas en el lado demócrata. Hillary Clinton, alentada por el apoyo de las minorías y el entusiasmo de los trabajadores de los grandes casinos, ha ganado el caucus de Nevada. Ha frenado así el momentum de Sanders y ha demostrado a un preocupado Partido Demócrata que puede aunar una amplia coalición de votantes que le conduzca a las elecciones generales. Los afroamericanos y muchos latinos la han apoyado después de un duro trabajo tratando de conectar con ellos, simbolizado en el consuelo ofrecido a una pequeña que temía que sus padres fuesen deportados. Clinton envió así un mensaje de solidaridad con las minorías que contrastaba con los enigmáticos ataques de Sanders a Wall Street y su campaña contra el sistema financiero. Lo que le ha dado a Bernie, por un lado, un apoyo claro entre los votantes “blancos” pero que, a decir verdad, no refleja a los demócratas, después de todo mucho más multiétnicos.
Merece la pena pararse en el discurso de Hillary tras la victoria en Nevada. En él se pudieron escuchar muchos de los temas de la campaña de Sanders, como el énfasis en un mensaje económico mucho más “populista” hablando, por ejemplo, de los créditos y las deudas de los estudiantes. Trató además de subrayar que la mayoría de su financiación viene de pequeños donantes que aportan menos de 100 dólares. Y a lo largo del discurso, usó repetidamente el “nosotros”, quizás una respuesta a las críticas de que su campaña se basaba casi exclusivamente en hacer hincapié en “su” liderazgo y en “su” experiencia, y mucho menos en proyectos y preocupaciones comunes a todos los norteamericanos. Así, se puede decir que tiene garantizada la victoria el próximo 27 en Carolina del Sur, y en muchos de los Estados meridionales del país que votan el 1 de marzo y que cuentan con la mitad del electorado afroamericano.
Un dato: sólo 1,2 millones de republicanos y 500.000 demócratas han votado hasta ahora en un país de 323 millones de habitantes. Así que aún estamos al principio.
Próximas citas:
- 23 de febrero: caucus republicano de Nevada.
- 27 de febrero: primarias demócratas en Carolina del Sur.
- 1 de marzo: primarias en Alabama, Alaska (GOP), Arkansas, Georgia, Massachusetts, Oklahoma, Tennessee, Texas, Vermont, Virginia.
- 1 de marzo: caucus en Colorado y Minnesota.