Todos aquellos países que aspiran a tener peso en la escena internacional quieren estar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. España, que ha ocupado asiento aproximadamente cada diez años (lo obtuvo en los bienios 1969-1970; 1981-1982; 1993-1994; y 2003-2004) es candidata a un puesto no permanente para el periodo 2015-2016. La votación está prevista para el próximo mes de octubre y, de lograrse, sería la quinta vez que España es miembro de este órgano de gobernanza multilateral.
La campaña por ganar la candidatura -que se presentó en 2005- puede ser –como en este caso- un ejercicio particularmente difícil, que requiere de un intenso despliegue diplomático, tanto en la propia misión en Naciones Unidas como por parte del gobierno en su conjunto. Aunque los diez miembros no permanentes no tienen derecho de veto (como sí poseen los cinco miembros permanentes –EEUU, China, Francia, Reino Unido, y Rusia-) pueden jugar un papel sustantivo en el proceso de toma de decisiones, y ser un actor constructivo e influyente en uno de los principales organismos multilaterales. Estar en el Consejo es, por tanto, un objetivo de enorme importancia para la política exterior de cualquier país del mundo, pues representa una oportunidad de participar directamente en el diseño de las decisiones internacionales.
España compite, para dos plazas vacantes, con Turquía y Nueva Zelanda. Se necesitan dos tercios de los apoyos de los 193 miembros de la Asamblea General de Naciones Unidas para ser elegido. Todas las informaciones disponibles apuntan a que Nueva Zelanda, uno de los socios fundadores de Naciones Unidas, habría logrado reunir el número suficiente de votos y, por tanto, tendría asegurada su elección. La principal competición estaría entre España y Turquía, un rival que ha crecido enormemente en la escena internacional en la última década. La votación es secreta, y las alianzas no necesariamente están basadas en vínculos políticos, históricos o culturales. Adicionalmente, en la decisión suman o restan razones que casi nunca tienen que ver con el compromiso multilateral de los aspirantes, y sí con otros elementos relacionados con el poder, o la influencia. ¿Y con la presencia “ahí fuera”?.
El Índice Elcano de Presencia Global mide el posicionamiento efectivo de los países fuera de sus fronteras (su “presencia global”), es decir, su capacidad de proyección exterior. Cuantifica diversas variables en las dimensiones económica, militar, y blanda, incluyendo así más elementos que la acción internacional de gobiernos y administraciones (como la cultura, la ciencia, la seguridad y la defensa, o la cooperación al desarrollo) y tiene en cuenta que, hoy, las relaciones internacionales implican a cada vez un mayor número de actores, como las organizaciones de la sociedad civil, empresas, migrantes, etc. Es, por tanto, un instrumento para entender la globalización, y el modo en el que los países se insertan en ella.
Según los datos de 2013, que se calculan para 70 países, España mantiene la posición 11 del ranking, mientras Turquía ocupa el puesto 25, y Nueva Zelanda el 56. Los actuales miembros permanentes del Consejo de Seguridad ocupan la 1ª (EEUU), 3ª (Reino Unido), 4ª (China), 5ª (Francia) y 6ª (Rusia) posiciones en el ranking.
Calculado sobre la base de casi 15.000 datos, el Índice 2013 señala de manera clara el incremento de presencia global de los países emergentes (China, e India, pero también Turquía o Vietnam, entre otros), mientras refleja la caída relativa de 26 países, 15 de ellos europeos, y entre los que se encuentra España. Adicionalmente –y aquí radica uno de sus principales valores añadidos- el Índice permite valorar, comparando la presencia de un Estado con su poder (o influencia), si éste está boxeando en su categoría, por encima, o por debajo de su peso. Según el Índice, Turquía estaría en el grupo de países que boxean por encima de su peso, al haber capitalizado con éxito su creciente presencia global, transformándola en poder. Del mismo modo, España estaría entre los países que, teniendo valores de presencia relativamente altos, tendría niveles de poder inferiores a la media, por lo que estaría boxeando por debajo de su peso.
El Índice revela el aumento significativo de las dimensiones económica y blanda de Turquía, señalando, en el caso de España, un decrecimiento en esta segunda dimensión (particularmente en las variables de cooperación al desarrollo y deporte).
Como señala un reciente análisis del Real Instituto Elcano, el escenario de polarización social y política en Turquía no favorecerá las aspiraciones turcas de desempeñar un papel clave en la agenda internacional. Sin embargo, los motivos que decantarán el voto en la Asamblea General de las Naciones Unidas serán diversos, y probablemente tendrán en cuenta factores de la proyección exterior. Las variables que mide y cuantifica anualmente el Índice Elcano de Presencia Global constituyen una fuente útil para analizar la creciente presencia global de algunos países emergentes, como Turquía, que se ha convertido en un rival extraordinariamente difícil en la competición por un asiento en el Consejo de Seguridad.