El Real Instituto Elcano ha venido siguiendo la escalada de la tensión en la península coreana de los últimos meses. En mayo de 2017 elaboró un Análisis en el que se articulaba un escenario de crisis incluyendo sus antecedentes, la situación de riesgo, las posiciones de las partes y las posibles opciones de salida. El análisis del escenario se ha mostrado acertado hasta la fecha, sin que los análisis aparecidos desde entonces hayan propuesto escenarios alternativos o grandes cambios a sus asunciones y conclusiones. No obstante, cualquier escenario debe revisarse periódicamente, como es el propósito de este Comentario al analizar el impacto de los últimos lanzamientos de misiles norcoreanos y de su sexto ensayo nuclear sobre el escenario preexistente, para validar o cuestionar su vigencia.
“[El lanzamiento del 4 de julio] hizo más creíble la amenaza de que un misil norcoreano pudiera alcanzar el territorio de EEUU”
Entre todos los lanzamientos de misiles efectuados hasta la fecha, sólo los del 4 de julio y del 28 de agosto revelan un avance cualitativo en el programa. El de julio fue el primer lanzamiento de un misil balístico intercontinental (ICBM Hwasong-14) de combustible líquido, que sorprendió no tanto desde el punto de vista técnico como desde el estratégico porque su lanzamiento hizo más creíble la amenaza de que un misil norcoreano pudiera alcanzar el territorio de EEUU, aumentando la presión sobre las autoridades estadounidenses para evitarlo. La provocación quedó sin respuesta, lo que animó a repetirla el 28 de julio, lanzando un cohete similar, con lo que las autoridades de Pyongyang han constatado que disponer de un ICBM ya no se considera en Washington DC como un casus belli, contra lo que se venía afirmando. Un mes después, y cuando se esperaba un lanzamiento sobre Guam, Corea del Norte lanzó un misil balístico cuyo alcance era sólo intermedio (IRBM Hwasong-12) pero que fue el primero en sobrevolar territorio japonés sin alterar la trayectoria balística, como en ocasiones anteriores, para acortar su alcance. El lanzamiento probó tanto la determinación de los responsables norcoreanos para cumplir su programación como la incapacidad de EEUU y Japón para interceptar esos misiles. A la preocupación de los ciudadanos japoneses que vieron pasar el misil por encima de sus cabezas se une su decepción por la escasa utilidad que han demostrado los sistemas de defensa contra misiles montados a bordo de los destructores Aegis japoneses. Más fiable como interceptor se ha mostrado el sistema estadounidense de defensa contra misiles Thaad desplegado –ahora sin reticencias del Gobierno surcoreano– en las inmediaciones de Seúl. La última prueba, realizada en julio sobre Alaska, continuó demostrando la fiabilidad teórica del equipo desplegado, aunque persisten dudas sobre su rendimiento real.
“Las estimaciones conocidas coinciden en que Corea del Norte va a completar con éxito su programa nuclear”
El sexto ensayo nuclear también corrobora el avance del programa nuclear norcoreano. Su potencia destructiva ha pasado de los 10-15 kilotones de la prueba anterior en septiembre de 2016 a 50 kilotones que estima la Inteligencia surcoreana. El avance, aunque no confirme la propaganda oficial sobre una bomba de hidrógeno, confirma la capacidad de progresión del programa de ensayos. Además, corrobora un cambio en las estimaciones de inteligencia que vienen dando en los últimos meses mayor credibilidad al programa nuclear norcoreano que las estimaciones precedentes. Así, el 8 de agosto de 2017, el Washington Post reveló que en algunos sectores de la comunidad de inteligencia –la Defense Intelligence Agency al menos– se creía posible que Corea del Norte tuviera ya capacidad para miniaturizar sus ingenios nucleares y dotar a sus misiles balísticos con cabezas nucleares. Aunque no existe unanimidad ni confirmación oficial al respecto, y las estimaciones de inteligencia difieren en previsiones sobre la operatividad, carga, alcance y precisión de los misiles e ingenios disponibles, las estimaciones conocidas coinciden en que Corea del Norte va a completar con éxito su programa nuclear solventando todas las dificultades técnicas que antes se consideraban insalvables.
Con ser relevantes los avances, el escenario estratégico del Análisis continúa vigente, ya que daba por descontado que Corea del Norte estaba a punto de consumar la proliferación. Sólo cabe preguntarse para qué ha acelerado Corea del Norte su programa de lanzamientos y ensayos si los avances del programa le permitían ya entonces una mayor libertad de acción e iniciativa. La explicación según el escenario preexistente sería que las pruebas tienen como objetivo consolidar el nuevo “normal” estratégico en la región, sirviendo para acostumbrar a dirigentes y opiniones públicas de terceros países a convivir con una potencia nuclear. La reiteración de las pruebas también demuestra la voluntad norcoreana de completar el programa y la incapacidad para evitarlo de sus rivales y aliados, evidenciando su autonomía nuclear. Además, sirven para incrementar las divisiones entre EEUU y sus aliados, por un lado, y entre estos y China y Rusia, por otro.
Estas ganancias explicarían el comportamiento norcoreano de los últimos meses, pero no aclara cuál es el objetivo estratégico final –racional o irracional– de tensar la cuerda nuclear sobre la Península de Corea. En el Análisis se proponía como vía de salida más racional la de un acuerdo provisional para estabilizar la peligrosa situación actual, que diera paso a otro proceso negociador a más largo plazo en el que se podrían emplear como elementos de intercambio la paralización del programa de proliferación, garantías formales sobre la no injerencia externa, la disminución de las actividades militares aliadas, el alivio de las sanciones o el incremento de la interlocución norcoreana con el resto de actores regionales.
Si Corea del Norte se comportara como un actor racional, los últimos lanzamientos y ensayo se explicarían porque los avances mejoran su posición negociadora frente a una hipotética congelación o a un acuerdo provisional. Ese comportamiento evitaría tensar la cuerda hasta el límite de un ataque preventivo estadounidense o de una ruptura con su aliado estratégico chino. Para consumo doméstico, cualquier concesión posterior no empañaría la euforia que las pruebas nucleares desatan y la propagada oficial presentaría los términos del acuerdo como una victoria del régimen y de su líder supremo. Además, y si su objetivo estratégico es racional, podría entonces acometer las reformas económicas de su política dual de desarrollo nuclear y económico (byungjin).
“Los dirigentes norcoreanos pueden cometer el error de minusvalorar los riesgos de un primer uso o de un intercambio nuclear”
Pero Corea del Norte también podría comportarse como un actor irracional. Por un lado, sus dirigentes son unos recién llegados al mundo y a la filosofía de la disuasión nuclear. Como tales, pueden cometer el error de minusvalorar los riesgos de un primer uso o de un intercambio nuclear. También podrían aprovechar su capacidad nuclear para chantajear a sus rivales o para evitar que estos reaccionen ante sus provocaciones militares y cibernéticas. El desconocimiento sobre la racionalidad e intenciones de Kim Jong-un impide prever cual será el comportamiento de la nueva potencia nuclear. Tampoco ayuda mucho la constatación por los responsables del programa de que sus actos salen gratis, de que pueden poner en evidencia las líneas rojas trazadas por sus rivales y que son ellos los que tienen la iniciativa estratégica en sus manos. El éxito les podría llevar a la tentación de tensar la cuerda hasta un punto donde perdiera su elasticidad y saliera volando en pedazos.
La satisfacción académica por la solvencia y vigencia de un análisis de escenario como el elaborado en el Real Instituto Elcano para la crisis coreana no basta para compensar las dudas que se constatan en la comunidad estratégica sobre el conocimiento disponible para analizar sus variables y las diferencias culturales entre los analistas y los analizados. Los modelos de análisis sirven para prever qué puede pasar en condiciones determinadas pero no para predecir qué es lo que va a ocurrir, una incertidumbre que alimenta la ansiedad de dirigentes, mercados, medios de comunicación e individuos que están pendientes de lo que ocurre en la Península de Corea.