Sin duda uno de los momentos más insólitos del debate entre Kamala Harris y Donald Trump del pasado 10 de septiembre (y posiblemente en la historia de los debates electorales en Estados Unidos –EEUU–) fue la denuncia por parte del candidato republicano de que inmigrantes haitianos residentes en Springfield (Ohio) se alimentaban de mascotas. Aunque rápidamente se comprobara que se trataba de un bulo difundido por redes sociales, este suceso sirvió para corroborar el papel central que Trump está otorgando a la cuestión migratoria durante esta campaña. Pero ¿realmente la inmigración preocupa tanto a los estadounidenses?
Observando los temas que los votantes consideraban muy importantes a poco más de dos meses para los comicios, se confirma la relevancia de la inmigración (Figura 1), pero a gran distancia de la economía y ligeramente por detrás de la sanidad, los nombramientos en el Tribunal Supremo y la política exterior, asuntos algunos de ellos con bastante menor protagonismo estas semanas. Y si se echa la vista atrás, aunque con altibajos, tampoco se detectan cambios significativos en su posición relativa más allá de la temporal pérdida de importancia durante una pandemia que ralentizó considerablemente los movimientos migratorios.
Entonces, si en términos generales la preocupación por la inmigración no ha experimentado un fuerte ascenso, ¿a qué se debe el afán de Trump de espolearlo en cuanto tiene ocasión, hasta el punto de haberlo convertido en el eje central del documento aprobado en la convención republicana? Efectivamente, los datos demoscópicos reflejan que dicha preocupación no ha aumentado de manera significativa, pero también muestran cómo a lo largo de los últimos cuatro años se ha producido un relevante cambio de percepción de la cuestión migratoria en una porción clave del electorado.
En materia migratoria, el centro político ha pasado del lado demócrata al republicano, por lo que una de las principales batallas electorales está girando en torno a Trump intentando consolidar este movimiento, frente a una Harris esforzándose por revertirlo.
En la campaña de 2020, el porcentaje de estadounidenses que esperaban una mejor gestión de Joe Biden en materia migratoria superaba en nueve puntos a los que confiaban más en Trump, apoyo que se tradujo en un inicio de presidencia marcado por el envío de legislación al Congreso para la regularización de millones de inmigrantes sin papeles y la reversión de algunas de las medidas más polémicas de la anterior administración, tales como las separaciones familiares o el veto a inmigrantes procedentes de ciertos países musulmanes. Pero desde entonces, el fuerte incremento en la llegada a la frontera sur de inmigrantes irregulares (Figura 2) congestionó la tramitación de solicitudes y ralentizó su resolución, circunstancia que ha permitido a bastantes de éstos establecerse temporalmente en el país. Lo que, en última instancia, parece haber trasladado a la mayor parte de la ciudadanía, y no sólo a republicanos convencidos, la imagen de que EEUU se ha convertido de facto en un país con fronteras abiertas. En concreto, un 53% de los votantes registrados considera que la entrada de inmigrantes irregulares está poco o nada controlada.
Por ello, y tras el interesado bloqueo republicano a comienzos de año a una reforma inicialmente bipartidista que hubiera supuesto un gran avance en la materia, el presidente Biden ha lanzado guiños a través de medidas restrictivas que, sin embargo, no parecen haber modificado dicha percepción. Así, a las puertas de las próximas elecciones, es el candidato republicano el que aglutina un mayor apoyo en esta materia, algo que no había sucedido en ninguno de los cuatro comicios anteriores (Figura 3), pues el votante independiente se había alineado mayoritariamente con la postura más aperturista propia de los demócratas. Hasta el punto de que incluso antes de las elecciones de 2016, en las que Trump ya hizo bandera de un programa claramente antiinmigración, un 62% de los votantes registrados estaban en contra de la construcción del muro a lo largo de toda la frontera con México y un 80% a favor de que bajo ciertos requisitos los inmigrantes indocumentados pudieran permanecer en el país. Por tanto, puede adivinarse que la victoria republicana no estuvo tan relacionada con esta temática como con la vertiente antiélites y proteccionista comercial de su candidato.
Pero ese tiempo en el que el discurso migratorio demócrata se situaba en el centro de gravedad de la opinión pública parece haber quedado atrás, tal y como refleja el 56% de los votantes registrados que se muestran muy o extremadamente preocupados por los inmigrantes irregulares, el 56% favorable a que se les deporte de manera masiva y el 64% que los vincula a una mayor criminalidad. Tal circunstancia ha llevado a la candidata Harris a hacer equilibrismos durante esta campaña para, por un lado, intentar convencer a algunos de esos votantes prometiendo en la frontera mexicana el endurecimiento de medidas, pero a su vez, tratando de no alienar al sector más progresista de su partido.
Finalmente, aunque los datos apuntan la influencia del incremento de inmigrantes irregulares durante los últimos años en el viraje ideológico del “votante medio”, quizás no deba ignorarse una corriente de fondo mucho más profunda que, de algún modo, puede también estar alimentando esta dinámica. De tal manera, mientras en 1970 la proporción de los nacidos en el extranjero era de apenas 4,7%, cinco décadas después casi se ha triplicado hasta el 13,9%, porcentaje que no se alcanzaba desde comienzos del siglo XX (Figura 4).
Y si bien los estados en los que los inmigrantes suponen un mayor peso son bastiones demócratas, como California, Nueva Jersey y Nueva York, en donde gozan de una fuerte implantación en el tejido socioeconómico desde hace décadas, donde proporcionalmente más aumentaron en los últimos 12 años fue en territorios del Medio-Oeste y Oeste, menos acostumbrados a su presencia. Así, aunque su peso sobre el total todavía sea menor, cabe reseñar que, en estados como Virginia Occidental, Indiana, Iowa, Minessota o el swing state clave de Pennsylvania, los nacidos fuera de EEUU suponen hoy, al menos, un 32% más que en 2010, el doble del incremento medio en el país.
En respuesta a la pregunta que da título a este comentario, cabe concluir que, si bien la inmigración sigue sin ser la cuestión prioritaria para el electorado estadounidense, sí que es el ámbito en el que se ha producido un mayor desplazamiento de la opinión pública en los últimos cuatro años. En materia migratoria, el centro político ha pasado del lado demócrata al republicano, por lo que una de las principales batallas electorales está girando en torno a Trump intentando consolidar este movimiento, frente a una Harris esforzándose por revertirlo. Así, aunque siempre se ha alabado la capacidad del país norteamericano para integrar satisfactoriamente a lo largo de su historia sucesivas oleadas de inmigrantes, incluidos irregulares, puede que el resquemor que estos últimos empiezan a producir en el votante independiente acabe decidiendo estas elecciones.