La desinformación es una manipulación sistemática de los debates políticos en diversas plataformas de redes sociales a través de publicaciones, comentarios, tuits, blogs e incluso memes. A menudo se diseñan para dirigirse a grupos específicos de personas y los algoritmos de las redes sociales facilitan la selección de individuos en función de sus intereses y comportamientos en línea. En un informe publicado en junio de 2023, IBERIFIER (un consorcio internacional de investigación en el que participa el Real Instituto Elcano) y otros socios institucionales, han definido ampliamente las tipologías de la desinformación, junto con la clarificación de los límites de la intención, así como del contenido. La idea de difundir información falsa o propaganda para atacar a un adversario político no es nueva, pero debido al innegable papel de Internet y de las redes sociales en nuestra sociedad, han surgido formas modernas de manipular a la población.
En Filipinas, la desinformación es un problema creciente, especialmente durante el periodo electoral, ya que su principal objetivo es confundir a la población y atacar maliciosamente a un adversario político.
Ganó fuerza en la esfera política filipina durante las elecciones presidenciales de 2016 con la fuerte presencia de Rodrigo Duterte en Internet a través de campañas en redes sociales y los denominados trolls –aquellos usuarios que buscan provocar polémica y conflictos–. Este fenómeno continuó en las recientes elecciones presidenciales de 2022, cuando el país mostró su vulnerabilidad frente a la desinformación electoral. Ello tuvo lugar a través de las interacciones y colaboraciones con la campaña de Ferdinand Marcos Jr. que socavaron a sus co-candidatos presidenciales e incluyeron “falsas descripciones de la historia, hechos históricos distorsionados, crearon afirmaciones absurdas y repudiaron las normas democráticas”.
Si bien es cierto que la desinformación no es exclusiva de Filipinas, los efectos y las posibles implicaciones futuras de este problema para la democracia filipina son extremadamente alarmantes. En 2022, el electorado experimentó un alto grado de polarización, un fenómeno que no suele darse en el país debido a su débil sistema de partidos y a su política personalista. Sin embargo, como consecuencia de la gran cantidad de campañas de desinformación en redes sociales, los filipinos se dividieron entre los BBM (partidarios de Ferdinand Marcos Jr.) y los Kakampinks (partidarios de Leni Robredo).
Entonces, ¿por qué prospera la desinformación en Filipinas?
1. Susceptibilidad de los filipinos
Debido a la falta de un programa elaborado de alfabetización mediática e informacional, muchos filipinos, tanto jóvenes como mayores, carecen de las habilidades necesarias para evaluar críticamente la credibilidad de la información y las fuentes que encuentran en Internet o en los medios tradicionales. Esto les hace más susceptibles a la difusión de información falsa, especialmente durante las elecciones, cuando proliferan las campañas de desinformación. En la actualidad, existe un plan de estudios de Media Information Literacy (MIL) integrado en la educación obligatoria. Sin embargo, esta asignatura sólo se imparte a los estudiantes de bachillerato y la mayoría de los profesores que deben impartirla no están preparados para ello. El analfabetismo mediático también se ve agravado por la falta de acceso a fuentes de información fiables.
El uso excesivo de las redes sociales es otro factor importante que contribuye a la susceptibilidad de los filipinos a la desinformación. Filipinas es conocida por tener una de las tasas de uso de redes sociales más altas del mundo, con millones de personas activas en plataformas como Facebook, Twitter e Instagram y, más recientemente, TikTok. En el Informe Global Digital 2023 de We the Social y MeltWater, hay un total de 84,45 millones de filipinos (72,5% de la población) que son usuarios activos de las redes sociales. Huelga decir que cuanto más tiempo pasa una persona en línea, más susceptible será a las campañas de desinformación, sobre todo si carece de una educación mediática adecuada.
2. Desconfianza en las instituciones mediáticas o periodismo
ABS-CBN, una de las mayores cadenas de medios de comunicación de Filipinas, ha sido blanco de las críticas del expresidente Duterte desde su campaña presidencial en 2016. Duterte acusó a la cadena de informar de forma sesgada, especialmente durante la campaña electoral, y cuestionó su propiedad y sus prácticas. Esto condujo a una serie de acontecimientos que finalmente resultaron en la no renovación de la licencia de ABS-CBN. La ausencia de ABS-CBN como gran medio de comunicación independiente creó un vacío en la diversidad de voces, reduciendo la disponibilidad de información crítica y perspectivas alternativas. Los críticos sostienen que esta acción es “una prueba más del estilo autoritario de gobierno de Duterte… que ha desatado una represión contra los disidentes, los grupos de la oposición y los medios de comunicación independientes desde que llegó al poder”. Debido a estas tácticas de descrédito, los principales medios de comunicación son vistos ahora de alguna manera como partidistas y parciales, lo que genera desconfianza.
En este sentido, los influencers de las redes sociales se han convertido en la principal fuente de noticias e información para muchos filipinos. Con la proliferación de las plataformas de medios sociales, cada vez más gente recurre a los influencers, que a menudo se consideran más auténticos y cercanos que los medios de comunicación tradicionales. Según una encuesta, el 87% de los filipinos confía más en la información de las redes sociales que en la de los medios tradicionales (nueve de cada 10 filipinos confían en las redes sociales, mientras que siete de cada 10 confían en los medios tradicionales). El hecho de que los filipinos se interesen por ellos y los consideren portadores legítimos de noticias daña la imagen del periodismo y de toda la profesión. Lo que resulta amenazador es que muchos de estos influencers carecen de la formación y la experiencia de los periodistas profesionales y pueden no atenerse a las mismas normas de precisión e imparcialidad, así como obvian cualquier tipo de código deontológico. De esta forma, pueden desinformar, ya que los influencers pueden estar más interesados en promover su propia agenda o atraer seguidores que en ofrecer noticias e información precisas y objetivas.
3. Ausencia de marcos reguladores y de compromiso
Los políticos que se presentan a las elecciones se aprovechan de esta falta de marco regulador y utilizan ellos mismos campañas de desinformación para obtener ventaja durante las elecciones. Esto se hace a menudo mediante la creación y difusión de noticias falsas o el uso de bots en las redes sociales para amplificar la información falsa. Sin una normativa estricta ni mecanismos para lograr su cumplimiento, los políticos pueden llevar a cabo estas prácticas con impunidad. En su artículo, Ong y Cabañes rastrean a los “arquitectos” de estas campañas de desinformación en red y descubren que múltiples partidos políticos, a nivel local y nacional, contratan “ejércitos de clics” u operadores de cuentas falsas para difundir contenidos maliciosos contra candidatos rivales.
El debate sobre la libertad de expresión y otros derechos fundamentales, consagrados en la Constitución filipina, también es un factor a tener en cuenta. Algunos sostienen que una regulación estricta de la desinformación puede vulnerar el derecho a la libertad de expresión, mientras que otros sostienen que, sin esa regulación, el derecho a la información y a unas elecciones democráticas pueden verse comprometidos. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), “criminalizar la desinformación es incompatible con el derecho a la libertad de expresión”. Asimismo, algunos temen que el gobierno pueda aprovecharse de dicha regulación para silenciar a las voces críticas o a la oposición.
Además, aunque las plataformas de medios sociales han tomado algunas medidas para hacer frente a la difusión de información falsa, como Facebook y su política sobre desinformación que restringe la monetización y la creación de contenidos si se incumple, estas medidas han sido criticadas por ser consideradas inadecuadas. Las empresas tecnológicas, en particular las plataformas de medios sociales, desempeñan un papel crucial en la difusión de información durante las campañas electorales. La insuficiente moderación de los contenidos, la amplificación algorítmica y las limitadas medidas de verificación de los hechos son sólo algunas de las cuestiones específicas que contribuyen al problema de la manipulación de la opinión pública.
4. Razones económicas
Debido a las malas condiciones económicas de Filipinas y a su débil mercado laboral, algunos filipinos acaban aceptando trabajos como actores de la desinformación, por ejemplo, trolls o influencers. A estos actores se les puede pagar por publicación o por el número de comparticiones y likes que reciben sus publicaciones. Contribuye también la oportunidad de negocio que suponen las campañas de desinformación para las agencias de relaciones públicas. Las agencias y los trolls pueden ser contratadas por políticos u otros grupos para crear y difundir campañas de desinformación que apoyen su agenda. En algunos casos, estas campañas pueden implicar el uso de bots y otras herramientas automatizadas para amplificar el alcance de la información falsa en línea. El objetivo suele ser manipular la opinión pública, sembrar la confusión y la división y, en última instancia, influir en el resultado de determinadas elecciones o procesos políticos.
El gobierno, con la ayuda de medios, asociaciones profesionales, universidades y organizaciones de la sociedad civil, debe poner en marcha las acciones necesarias para frenar los efectos perjudiciales de la desinformación electoral. Si sigue su trayectoria actual, el problema continuará transformándose en una fuerza que será parte indispensable de las elecciones filipinas. Como afirma la Red Legal para la Veracidad en las Elecciones (Lente), en las elecciones de 2025 surgirá un “nuevo animal para la desinformación” y, por lo tanto, deben ponerse en marcha medidas lo antes posible. Medidas como la mejora de los Programas de Alfabetización Informativa en Medios de Comunicación del Departamento de Educación (DepEd) que desarrollan habilidades esenciales de pensamiento crítico que son muy eficaces para combatir la desinformación. Esta reforma también debería incluir la formación y contratación adecuadas de profesores de medios de comunicación y el suministro de las herramientas necesarias. Otra propuesta podría ser la creación de una Unidad Permanente de Campañas Electorales en Línea en la Comisión Electoral (COMELEC) que podría encargarse del análisis de datos sobre las campañas en los medios sociales que puedan rastrear cualquier anomalía y actores de desinformación como trolls e influencers pagados. La última recomendación sería la institucionalización de herramientas de comprobación de hechos por parte de la COMELEC, que emplearía organizaciones de comprobación de hechos para verificar la exactitud de la información que circula durante las campañas electorales. Este proceso implicaría la supervisión de las plataformas de medios sociales, los medios de comunicación y otras fuentes de información para identificar la posible desinformación.
Si las elecciones son el corazón de la democracia, entonces podemos considerar la desinformación electoral como una daga que puede poner en peligro la democracia filipina. Es una amenaza para la democracia y para la legitimidad del gobierno filipino, ya que la desinformación no respeta y socava la virtud de unas elecciones limpias. Como dijo María Ressa, periodista filipina galardonada con el Premio Nobel de la Paz, “no se puede tener integridad en las elecciones si no se tiene integridad en los hechos… si hacen que los hechos sean discutibles, están condenando esencialmente a nuestra nación”.