No es casualidad que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, visitara la sede de la Unión Africana en Etiopía en dos ocasiones durante sus primeros cien días de mandato. La última Estrategia para África de la Unión Europea, publicada en marzo de 2020, se apoya en cinco áreas: transición verde y acceso a energía; crecimiento sostenible y empleo; paz y gobernanza; migración y movilidad; y transformación digital. En la lista de prioridades, este último pilar ocupa el segundo lugar.
La Unión Europea incorpora y da relevancia a la tecnología en África Subsahariana como parte de su política exterior en un momento en el que China y Estados Unidos se han convertido en participantes activos en el continente, compitiendo tanto por conseguir influencia como por el acceso a nuevos mercados. Pero África no es solamente terreno de competición tecnológica internacional: los Estados africanos también están aprovechando el creciente papel de la tecnología para transitar de los eslabones más bajos de la cadena de valor y adquirir un mayor posicionamiento en la economía global bajo el lema de “soluciones africanas para problemas africanos”.
El mapa digital de África Subsahariana: disperso y concentrado
Ahora bien, el ecosistema africano de transformación digital no es homogéneo: ni geográficamente, ni en recursos financieros, ni en capital humano. África Subsahariana se compone de una amalgama creciente de agentes emprendedores, empresas de capital riesgo para tecnología, y polos de innovación que empiezan a confluir entre países. El distrito Yaba en la ciudad de Lagos (Nigeria) se está convirtiendo en el espacio de las start-ups, desde fintech, entretenimiento, transporte y salud, hasta tecnología jurídica. Atrae talento, evita la fuga de cerebros, y estimula a las personas jóvenes a estudiar y unirse al mundo de la innovación. Las tres empresas de comercio electrónico más importantes de África (Jumia, Konga y MallforAfrica) fueron fundadas por personas nigerianas que volvieron a su país tras estudiar en Estados Unidos. Asimismo, Kenia empieza a ser denominada la nueva “Silicon Savannah”, con un potente programa gubernamental de fomento de políticas públicas vinculadas a la conectividad de banda ancha entre las áreas urbana y rural, 5G, inteligencia artificial, o ciberseguridad para las empresas y las infraestructuras críticas. Kenia también ha sido sede de uno de los proyectos más importantes de difusión tecnológica (leapfrogging) entre países: en 2007, la empresa de telecomunicaciones Safaricom lanzó M-PESA, un servicio que integra sistemas de pago digital en los teléfonos móviles. El proyecto se expandió rápidamente entre países.
El mapa tecnológico y digital de África Subsahariana tiene potencial, pero actualmente se encuentra disperso y concentrado en lugares específicos. Un segundo reto es cómo gestionar los impactos sociales y económicos que esta transformación digital ciertamente tendrá en una región donde el 55% de la actividad económica es informal. La incorporación de software a los negocios, el acceso a Internet, la reducción de costes de transacción con proveedores, la penetración de móviles y banda ancha, o el comercio electrónico son asuntos que requieren de una coordinación público-privada basada en una estrategia formalizada. Si ocurre una transición de la llamada economía popular a la economía formalizada, ésta debe hacerse con un sistema de protección a las personas, y garantía de medidas de compensación. Lo mismo ocurre con la automatización del trabajo, que puede tener graves consecuencias si no hay un plan por delante orientado al reciclaje profesional y la adaptación de las actuales formas de trabajo, bajo el respeto de las particularidades del lugar. Un tercer reto es la propia competición interafricana. La Unión Africana aprobó el Área de Libre Comercio Continental Africana, pero no existe un marco adecuado para la tan importante transferencia de tecnología entre países, la compartición de información, ni una armonización fiscal y financiera de los procesos y productos de este ecosistema digital.
Qué papel para la Unión Europea
China y Estados Unidos forman parte de este escenario aún en crecimiento. Ahora bien, lo hacen con enfoques totalmente distintos. Estados Unidos tiende a promover que las soluciones tecnológicas en África se conviertan en endógenas, mientras que la estrategia de China consiste en la exportación de tecnologías chinas a estos mercados y países. IBM o Google buscan entornos digitales africanos ya preexistentes para invertir en ellos. Ejemplo de ello es “Lucy Project”, una iniciativa de IBM de 100 millones de dólares que, desde 2014 hasta 2024, trabaja con el ayuntamiento de Nairobi (en Kenia) para implantar proyectos pilotos en los pequeños negocios de la capital con el fin de encontrar nuevas formas de mejorar sus servicios –agua, agricultura, transporte, inclusión financiera–mediante inteligencia artificial. Se está expandiendo a Sudáfrica. Google ha hecho lo mismo en Ghana, donde trabaja con asociaciones agrícolas y ganaderas para realizar diagnósticos rápidos de enfermedades mediante IA. Asimismo, Facebook y Google financian el primer máster africano en machine learning. Por otro lado, China opta por una vía distinta: ofrecer préstamos a los gobiernos africanos para que adquieran sus tecnologías, así como establecer acuerdos comerciales para la instalación y mantenimiento de estas tecnologías, en sus usos de vigilancia del tráfico o el reconocimiento facial en zonas urbanas.
Es por ello que la Unión Europea no se quedó atrás e incorporó la transformación digital como una de las prioridades de su relación con África Subsahariana. La narrativa oficial es la de cambiar la tradicional dinámica de proveedor-beneficiario entre la UE y África. Para ello, la Unión Europea ha establecido una hoja de ruta para colaborar con el continente en el impulso de su transformación digital. Este plan se basa en la convergencia regulatoria, el fortalecimiento de la importante protección de datos personales, la inversión en infraestructura clave para la sostenibilidad, la digitalización de las administraciones públicas africanas para proveer de e-servicios en todas las áreas de un país, el fomento de oportunidades educativas y formación en tecnología y digitalización entre la UE y África, y el robustecimiento de la seguridad en los flujos de datos. Los objetivos son fomentar las ciudades inteligentes y verdes, reducir la brecha con las zonas rurales, fomentar una agricultura eficiente y centrada en lo humano, promover nuevos sectores económicos con empresas locales, evitar que se cree una nueva capa de inseguridad, ahora bajo la forma del cibercrimen, y mejorar la transparencia del sector público.
África, de nuevo, es terreno de prueba para terceros países –y empresas. Uber testea nuevos modelos de servicio en países africanos con el fin de poner a prueba limitaciones de GPS, o la adaptación a los sistemas africanos de pago digital. Algunos de los primeros servicios de entrega mediante drones comerciales se están probando en Sudáfrica y Ghana. En un momento en el que los países africanos están todavía en búsqueda de estrategias nacionales, como ocurre con el deficiente grado de planes en ciberseguridad, la cooperación de la Unión Europea con el ecosistema digital y tecnológico africano aparece como oportunidad, y debería hacerse bajo un plano de igualdad. Primero, porque puede generar un mayor grado de confianza entre ambas regiones, frente a otros países como China y Estados Unidos; también en la alineación de proyectos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la promoción de los derechos humanos. Segundo, porque si bien por el momento la Unión Europea no puede ofrecer la misma capacidad tecnológica que estos dos países, puede encontrar en África un espacio de cooperación para el largo plazo en donde implantar nuevos productos y desarrollar aquellos de temprana edad.
Este octubre tendrá lugar tanto la Cumbre UE-Unión Africana como el Foro de Negocios UE-África. La Unión Europea sabe que parte de su futuro en la competición tecnológica global y en sus propios valores reside en África, con una nueva narrativa de iguales. Sólo las respuestas adaptadas y específicas llevarán a la UE a encontrar su papel tecnológico y digital en la política exterior con África.