¿Podrá Kamala Harris derrotar a Donald Trump?

Estados Unidos de noche desde el espacio. Kamala Harris
Estados Unidos de noche desde el espacio. Foto: NASA (Wikimedia Commons/ Public domain).

Tras la conclusión de las convenciones de los partidos Republicano y Demócrata del verano de 2024, el mes de septiembre se presenta como la recta final de una campaña presidencial de EEUU con un resultado totalmente abierto. Tras un período sin precedentes en la que se ha visto al presidente Biden retirar su candidatura sorpresivamente en respuesta a presiones de los lideres de su partido por su desastroso debate frente a Trump y su reemplazo por la vicepresidenta Harris en la cabecera del ticket Demócrata y un proceso relámpago que unificó al partido, es este un momento crucial en el que las encuestas muestran un posible vuelco. Tras meses en los que Biden iba por detrás de Trump en las encuestas, la elección de Harris como candidata ha cambiado la dinámica de una campaña que ahora muestra un resultado mucho más impredecible. La media de las encuestas a nivel nacional pone por delante a Harris, con un ligero margen de unos dos puntos según el análisis de The Guardian, como muestra la Figura 1.

Figure 1. Elecciones de 2024: Biden frente a Trump y Harris frente a Trump

Sin embargo, una encuesta que acaba de publicar el New York Times pone por delante a Trump por un punto, como muestra la Figura 2.

Figura 2. “¿Si se celebraran elecciones presidenciales hoy, por quién votaría si los candidatos fueran Kamala Harris y Donald Trump?”

La inmensa mayoría de los votantes probablemente ya se han decidido: tan sólo un 5% de los encuestados por el New York Times se declararon indecisos o dijeron que no se inclinaban por ninguno de los dos candidatos. Pero estas encuestas muestran que todavía está todo por decidir. Por ponerlo en perspectiva histórica, Hillary Clinton lideraba por unos cuatro o cinco puntos porcentuales a nivel nacional antes del otoño y acabó perdiendo las elecciones, y Trump está ahora mismo por encima en estas encuestas de lo que estaba en el otoño de 2016 y 2020. Por último, hay que recordar que las encuestas infravaloraron su apoyo entre dos y tres puntos en esas dos elecciones en comparación con los resultados finales.

Además, es importante resaltar el valor relativo de las encuestas a nivel nacional, ya que el candidato que gana el voto popular puede perder las elecciones, como sucedió recientemente en las elecciones de 2000 (Bush-Gore) y 2016 (Trump-Clinton). La clave en EEUU son los resultados en el colegio electoral y las encuestas en los estados considerados clave o “campos de batalla” (los llamados battleground/swing states) de Arizona, Georgia, Michigan, Pensilvania y Wisconsin, que serán fundamentales para determinar la victoria en los colegios electorales que, a su vez, decidirán el ganador de las elecciones y que son mucho más cerrados. La encuesta del New York Times refleja los resultados dentro de un margen de error, como muestra la Figura 3.

Figura 3. La votación en los swing states

Estos pequeñísimos márgenes no inspiran ninguna confianza. En 2016 Clinton lideraba en Michigan, Pensilvania y Wisconsin por cuatro a ocho puntos antes del otoño, pero aun así perdió el día de las elecciones. En definitiva, a 60 días de la elección del 5 de noviembre, está todo por decidir. Harris parece tener el “viento tras sus velas”: su candidatura ha devuelto la energía a los votantes Demócratas que estaban deprimidos y desmovilizados con la candidatura de Biden que, pese a apreciarlo y reconocer sus logros como presidente, pensaban que su edad era un impedimento y una garantía de derrota ante Trump. A su favor Harris tiene no sólo la juventud y energía que faltaban a Biden, sino también la oportunidad de presentarse como candidata del cambio, de la esperanza y del futuro. El éxito del vuelco de su candidatura, así como el entusiasmo generado por la convención Demócrata y por la elección de su candidato a vicepresidente, el gobernador Tim Walz, le han dado nuevas alas y esperanzas de victoria.

Pese a todas esas circunstancias favorables, su margen en las encuestas, como se ha visto, es mínimo. Harris ha sido capaz de recuperar gran parte del apoyo de grupos clave que Biden estaba perdiendo, como las mujeres, los votantes jóvenes y los votantes de color, pero todavía no ha conseguido la ventaja sólida que tradicionalmente han tenido los Demócratas entre algunos de estos grupos, como los votantes latinos, un grupo demográfico crucial.

Sin embargo, 60 días es una eternidad en política y todo puede pasar. Con independencia de la tendencia de Trump de sabotear su propia campaña disparándose en el pie con sus publicaciones en redes sociales y sus comentarios ofensivos, insultantes y extemporáneos, así como su falta de disciplina en centrarse en el mensaje, sigue siendo un candidato formidable. Tiene un fuerte apoyo por parte de su base (que representa un 40%-46% de los votantes), que le es muy leal y que no cambia de opinión con independencia de los acontecimientos, ya sean favorables o no. Esto le da posibilidades reales de victoria, aunque no haya alcanzado todavía el umbral mágico del 50%.

Un factor clave en el resultado será cómo se percibe y define a la vicepresidenta Harris, porque para muchos votantes sigue siendo una desconocida: de acuerdo con la encuesta citada del New York Times, el 28% de los encuestados dijeron que necesitaban saber más sobre ella (mientras que sólo el 9% dijo lo mismo sobre Trump). Si los Republicanos quieren ganar las elecciones, su objetivo prioritario deberá ser definir a Kamala Harris como una progresista ultraliberal de San Francisco, con ideas y propuestas radicales que están lejos de las del norteamericano convencional, y hacerla corresponsable de problemas como la inflación, la inmigración y el deterioro en la seguridad, que han lastrado a la Administración Biden. Y ya tienen el camino bastante trillado: de acuerdo con la encuesta del New York Times, el 47% de los encuestados ve a Harris como demasiado liberal, en comparación con el 32% que ve a Trump como demasiado conservador. Sorpresivamente, en las últimas semanas Trump se ha perdido en ataques personales, racistas y sexistas que lo han desviado de ese objetivo. Pero aún tiene tiempo para hacerlo.

Además, Trump cuenta con una serie de ventajas que favorecen su candidatura. En primer lugar, la economía, que sigue siendo el tema más importante para los votantes. De acuerdo con la encuesta del New York Times, Trump tiene una ventaja de 13 puntos porcentuales en el tema de la economía, mientras que Harris posee una ventaja de 15 puntos porcentuales en otro tema importante, el aborto (véase la Figura 4). Pese a que los datos económicos de crecimiento, empleo e inflación son positivos en general, el norteamericano medio siente que ha perdido poder adquisitivo y responde negativamente a la pregunta de si está mejor que hace cuatro años. La persistente inflación (véase la Figura 4), pese a la tendencia a la baja (los datos de septiembre de 2024 muestran que el índice de precios al consumo subió un 2,5% en agosto respecto al año anterior, un nivel de inflación notablemente más lento que el 2,9% de julio y una fuerte caída desde un máximo del 9,1% en 2022), y con las concomitantes altas tasas de intereses, se ha convertido en el albatros de la Administración Biden. El país está creciendo más rápidamente que muchos pares, pero los votantes se centran en la inflación (y su impacto en el crecimiento acumulado de los precios en los últimos tres años, con la pérdida de poder adquisitivo) para explicar su desaprobación de la gestión de la economía por parte del presidente Biden. Además, la persistente inflación está afectando no sólo al consumo sino también al mercado inmobiliario. Los precios de las viviendas y las tasas hipotecarias han subido (estando la tasa hipotecaria fija media cerca del 7%), frustrando las esperanzas de que los costes de financiación caigan rápidamente y faciliten el acceso a la vivienda, añadiendo otro factor de descontento que está impactando la campaña electoral y perjudicando a los demócratas.

Figura 4. Inflación: subida y caída

La inmigración también se ha convertido en un factor divisivo que favorece a los Republicanos. En este asunto, muchos Demócratas, que aceptan en gran medida los altos niveles de inmigración, no están en sintonía con la mayoría de la opinión pública, que prefiere límites. El debate migratorio (frecuentemente conectado con la inseguridad) ha sido uno de los temas estrella de Trump, que sigue hablando de la construcción de un muro con México, y ha sido un frente de ataque constante contra la Administración Biden. En EEUU la proporción de población nacida en el extranjero está actualmente cerca de su máximo histórico del 15% (en 1890). Este aumento es impopular entre millones de votantes porque alimenta la sensación de que las leyes del país no importan y porque se percibe que perjudican a los trabajadores de bajos ingresos. Imágenes de miles de inmigrantes viviendo en campamentos y hoteles, colapsando recursos, han sido pura dinamita política que ha retroalimentado el apoyo a Trump y los Republicanos, y ha forzado a Biden a tomar medidas para reducir el flujo de inmigrantes. Muchos responsabilizan a Harris: de acuerdo con la encuesta del New York Times, casi dos tercios de los votantes de todo el espectro político opinan que ella tenía al menos parte de culpa por los problemas en la frontera suroeste.

Por último, el Partido Demócrata es percibido por millones de votantes, no sin parte de razón, como el partido de las elites que se centran en promover políticas radicales que en muchos casos son antitéticas con los valores y tradiciones del país, y favorecen a las minorías a costa de los trabajadores blancos. Históricamente el partido Demócrata ha sido el partido de los trabajadores, los sindicatos, las políticas públicas y el campeón del estado del bienestar. Pero ahora la gran brecha divisoria no es tanto la clase sino la educación, y la percepción es que las elites más educadas han tomado control del partido y de su agenda a costa de los trabajadores. Estos ciudadanos se sienten como “extranjeros en su propio país” (Hochschild). Un reciente estudio sobre movilidad intergeneracional examina la capacidad de las personas para ascender a las clases media y alta a lo largo de dos generaciones recientes, y muestra que había mejorado entre los afroamericanos y se había deteriorado entre los blancos pobres. Dicho estudio muestra que los afroamericanos que nacieron pobres han ganado terreno, mientras que sus homólogos blancos han perdido terreno y han visto cómo su movilidad se ha ralentizado o incluso revertido. Este cambio puede ayudar a explicar por qué las actitudes de algunos votantes se han modificado en las últimas dos décadas, lo cual ha beneficiado a Trump, que ha capitalizado el rencor y el resentimiento de los votantes blancos que perciben que otros se están saltando la cola mientras que ellos están siendo dejados atrás.[1] La culpa la atribuyen a los Demócratas, que se han centrado en políticas que ayudan a las minorías, a su costa. En un contexto global de aumento de las desigualdades, el populismo ha resurgido como una revuelta contra el poder de las elites, que se benefician del sistema a costa de los más desfavorecidos, y promueve agendas radicales (aborto libre, desfinanciar la policía, despenalizar la frontera…) que erosionan el orden social y moral, y no dan respuesta a los problemas reales de los ciudadanos. Trump ha conseguido capitalizar este descontento y posicionar al partido Republicano como bastión contra las elites y a favor de los trabajadores.

¿Qué tiene que hacer Harris para contrarrestar estas debilidades y tener opciones de ganar las elecciones? La de noviembre va a ser una elección sobre el cambio, porque gran parte del país está descontento por cómo van las cosas en EEUU. De acuerdo con la encuesta del New York Times, sólo el 30% de los votantes probables dijo que el país estaba en el camino correcto. Durante su campaña, Biden hablaba del alma del país y se presentaba como un defensor de los valores estadounidenses, especialmente la democracia. Este mensaje, que fue importante para ganar las elecciones legislativas en las que la participación suele ser mucho más baja que en las elecciones presidenciales, no resuena entre millones de votantes que tienen otras preocupaciones más inmediatas y cotidianas, como los salarios, los precios y el coste de la atención médica (véase la Figura 5). Estos votantes están insatisfechos con la dirección del país, piensan que el “sueño americano” está roto, opinan que el país está en declive y desconfían del sistema político y de muchas instituciones. Además, no quieren estabilidad (que es lo que “vendía” Biden), sino que lo que quieren son cambios radicales. Y Harris lo tiene complicado: la encuesta del New York Times muestra que un 61% de los votantes dice que quieren que el próximo presidente traiga un “cambio importante” por parte de Biden, en comparación con el 34% que quiere “cambios menores” y el 3% que no quiere cambios. Harris tiene una tarea ardua por delante: sólo el 40% de los encuestados dijo que Harris representaba el “cambio”, mientras que el 55% dijo que representaba “más de lo mismo”. Por el contrario, el 61% de los votantes consideraba que Trump representaba el “cambio”, mientras que sólo el 34% dijo que era “más de lo mismo”. Para ganar, Harris tiene que demostrar en las próximas semanas (como hizo durante el debate del 10 de septiembre) que va a ser una agente del cambio, que mirará al futuro y que dará respuesta a las necesidades y preocupaciones de esos votantes.

Figura 5. Votantes “habituales” y “no habituales”

En segundo lugar, y en relación con esto, Harris tendrá que proponer soluciones concretas a los problemas que preocupan a millones de votantes y no centrarse sólo en el carácter de Trump. La estrategia no puede ser sólo criticar a Trump, o declarar que está loco y que es un riesgo para la democracia. Los Demócratas han debido aprender, ya que las criticas personales contra Trump se vuelven como un bumerang. Pese a ser un representante claro de las elites, Trump ha conseguido definirse como el campeón de los desfavorecidos que solucionará los problemas creados por dichas elites. Esa estrategia le sigue funcionando y, por eso, los ataques personales a su carácter no hacen mella. A sus votantes no les importa tanto su carácter como lo que dice: les gustan sus políticas y/o le apoyan porque creen que es su campeón y que les ayudará, esa es su identidad. Además, pese a que la mayoría de los votantes consideran que dice cosas ofensivas, ha sido impugnado dos veces por el Congreso y condenado por 34 delitos graves de falsificación de registros comerciales para ocultar un escándalo sexual que amenazó su campaña presidencial de 2016, le consideran un candidato de casi igual riesgo que Harris: el 54% considera a Trump una opción arriesgada, en comparación con el 52% que opina lo mismo sobre Harris, según la encuesta del New York Times. Por todo ello, Harris, en vez de centrarse en atacar el carácter de Trump, que no importa a millones de votantes, se deberá enfocar en proponer soluciones a los problemas de los norteamericanos (salarios, empleo, sanidad, vivienda, educación, seguridad, etc.) y en mejorar sus vidas en vez de juzgarlos (no son “deplorables”). Sólo así podrá atraer a millones de votantes que sienten que el sistema les ha fallado, que han perdido la esperanza y que están desesperados por recibir ayuda.

Por último, Harris deberá posicionarse en el centro del espectro político, que es donde están los votantes independientes que necesitará para ganar. Como se ha mencionado, ahora mismo casi la mayoría de los votantes probables ven a Harris como muy liberal y el centro político lo ocupa Trump en la mayoría de los temas prioritarios. Además, Trump tiene una ventaja importante en dos temas prioritarios de los votantes: la economía y la inmigración (véase la Figura 6).

Figura 6. Al margen de su voto, ¿quién será mejor en cuanto a las siguientes cuestiones, Kamala Harris o Donald Trump?

De acuerdo con la encuesta del New York Times, casi la mitad de los votantes opina que Trump “no está demasiado a la izquierda o a la derecha en estos temas”, mientras que sólo alrededor de un tercio dice que está “demasiado a la derecha”. Por el contrario, casi la mitad de los votantes dice que Harris está demasiado a la izquierda; sólo el 41% dice que “no está demasiado lejos en ningún sentido”. Esto no debiera causar sorpresa dado que Trump ha cooptado muchas posiciones que tradicionalmente han apoyado los Demócratas, como la oposición a recortar prestaciones sociales y la oposición al libre comercio.

Harris debe recordar que los presidentes demócratas de más éxito reciente (Clinton, Obama y Biden) fueron capaces de construir coaliciones en el centro que trataron de trascender la divisoria tradicional entre derecha e izquierda con políticas moderadas contra el crimen, la reforma de la asistencia social, la inmigración ilegal, el matrimonio homosexual, la relocalización, la inversión y los combustibles fósiles. Harris afronta una gran presión del sector más liberal del partido de girar a la izquierda (por ejemplo, en relación con Gaza o los impuestos), pero si quiere ganar las elecciones debe resistirse, pues, si no, alienaría a los votantes rurales e independientes que necesita desesperadamente. Harris tendrá que andar en una cuerda floja política que atraiga a votantes independientes y no alienar a los más progresistas. La elección de Walz y sus propuestas económicas, más moderadas incluso que las de Biden (por ejemplo, su reciente propuesta sobre ganancias sobre el capital), apuntan en esa dirección.

Harris se sigue definiendo como la underdog (la “desfavorecida”) y Trump parece partir con una pequeña ventaja y, como se ha visto, se beneficia de factores que le ayudan. Pero Harris tiene una oportunidad de presentarse como una agente del cambio y posicionarse en el centro político para atraer a votantes independientes y así resucitar la coalición de progresistas y moderados que llevaron a Biden a la victoria hace cuatro años. El debate presidencial del 10 de septiembre ha sido un importante paso adelante en su objetivo de presentarse a los votantes. Harris es la que más se jugaba porque es la más desconocida y salió victoriosa del envite. Durante el debate se mostró autentica, serena, con claridad moral, confiada y apasionada, poniendo a Trump a la defensiva constantemente, mostrando madera presidencial con una presentación convincente y segura, y ofreciendo un mensaje y una visión positivos para el futuro del país. La ex fiscal, con calma, determinación y confianza, atacó una y otra vez los puntos débiles de Trump, litigando el caso político contra su candidatura. Al mismo tiempo, Harris articuló una visión esperanzadora de un país que está ansioso por un cambio y un nuevo liderazgo, y que está agotado del caos y las divisiones de un ex presidente corrupto y condenado por delitos. El contraste con Trump no pudo ser más claro: el ex presidente presentó una imagen de EEUU como un país decadente, inundado de inmigrantes ilegales y criminales que comen perros y gatos (un comentario que quedará para los anales de los debates presidenciales), humillado internacionalmente y al borde de una nueva guerra mundial. Trump no fue sólo negativo y catastrofista, sino que, de nuevo, perdió otra oportunidad de oro de plantear dudas sobre su contrincante y de definir a Harris convincentemente como una radical liberal y hacerla corresponsable de las políticas impopulares de Biden. En el debate daba más la impresión de que el titular era Trump, que pasó gran parte del debate desquiciado y a la defensiva, con comentarios ininteligibles, incoherentes y conspirativos. La mayoría de los observadores, incluso muchos republicanos, dieron a Harris como ganadora.

Sin embargo, pese a que Harris tiene razones para estar satisfecha, hay que recordar que los debates nunca han decidido las elecciones y que habrá que esperar a ver cómo reaccionan los votantes indecisos e independientes que desean una mayor concreción y especificidad en las propuestas de Harris. Todavía quedan casi dos meses hasta las elecciones y los dos candidatos tienen mucha tarea por delante para convencer los votantes indecisos.

En una elección que enfrenta el miedo con la esperanza y el pasado con el futuro, Harris deberá ser la candidata del futuro y de la esperanza, que contrapone la luz a la oscuridad de Trump, y que propone propuestas concretas para resolver los problemas de los ciudadanos. Sólo así tendrá opción de ganar. Será un reto arduo y urgente: el debate fue un paso importante, pero aún lo tiene difícil porque tiene muy poco tiempo y la mayoría de los votantes ya han decidido.


[1] Véase German Lopez (2024), “A new insight into Donald Trump’s rise”, New York Times, 25/VII/2024.