El ascenso económico y político de China en el escenario internacional, se lleva planteando en la Casa Blanca como una posible amenaza para mantener el liderazgo mundial de Estados Unidos desde hace tiempo. No en vano, China ha pasado del puesto número 10 del ranking de Presencia Global en el año 2000, al segundo en 2016.
En las dimensiones militar y blanda, China ha registrado incrementos de presencia más bajos que los de Estados Unidos, pero no ha pasado lo mismo en lo relativo a la dimensión económica, donde la brecha entre ambos países se ha reducido considerablemente en los últimos años.
Con Donald Trump como presidente, no parece que la tendencia en la dimensión militar vaya a revertirse, sino más bien todo apunta a lo contrario. Sin embargo, sí podría cambiar la trayectoria de la presencia blanda. La concepción de las relaciones internacionales de Trump como un campo de batalla donde solo puede quedar uno, sus controvertidas leyes migratorias y el desprecio a la cooperación al desarrollo, podrían reducir el valor de esta dimensión, que hasta ahora ha sido una importante fuente de crecimiento de la presencia global estadounidense. Xi Jinping, por su parte, es consciente de la importancia del poder blando para extender su influencia, por lo que la estrategia china pasa por una combinación de poder duro y blando –conocida como poder inteligente–, desde donde se enmarcan sus iniciativas políticas y económicas. Si bien la estrategia de proyección exterior combinando dimensiones duras y blandas también ha caracterizado la política exterior estadunidense de las últimas décadas, no parece que se vaya a mantener con Trump.
La evolución de la presencia global china, que ha tendido a desmilitarizarse y a reblandecerse, pone de relieve la mayor importancia que ha venido cobrando en los últimos años la dimensión blanda –y algunas variables en particular– en la estrategia china de política exterior. De representar poco más del 1% de la presencia global china en los 90, las variables de tecnología y ciencia suponen hoy el 12,4% y el 7,3% respectivamente, siendo dos de las variables que más contribuyen a la presencia global del país asiático.
La llegada de Xi Jinping al gobierno chino en el año 2013 coincidió con la caída en el ritmo de crecimiento del país, lo que llevó a la necesidad de lanzar nuevas iniciativas para recuperar las tasas de crecimiento previas. La hoja de ruta planteada para poder conseguirlo, pasaba por reducir la dependencia de la exportación de manufacturas e impulsar la innovación. Dentro de los grandes proyectos de su política económica, el que sin duda ha tenido más repercusión ha sido el lanzamiento de la iniciativa One Belt, One Road, también denominada Nueva Ruta de la Seda. Un ambicioso plan de construcción y mejora de infraestructuras de transporte y comunicación, que tienen como fin conectar a China con el resto del mundo.
Marcado por las connotaciones políticas, han sido muchos los analistas que han relacionado este proyecto con las teorías geopolíticas de Mackinder y Spykman. Ambos autores plantearon la importancia de dominar un área geográfica concreta para controlar todo el planeta. Para Mackinder, esta área comprendía Asia Central y Europa Oriental, que denominada como el Heartland (corazón continental), mientras Spykman añadía la importancia del Rimland (anillo de tierras) que circundaba el área propuesta por Mackinder: las islas y costas que rodeaban a los países de Asia Central y Europa Oriental, formando parte de este “anillo de tierras”, a su vez, la península arábiga y Japón.
La relación entre estas teorías y la Nueva Ruta de la Seda no es, por lo tanto, nada descabellada, teniendo en cuenta que con este proyecto se pretende conectar a China con el área descrita por ambos geógrafos vía terrestre y marítima. Además de diversificar sus rutas comerciales, China continuaría aumentando su influencia en todo el mundo.
Los numerosos acuerdos firmados y la puesta en marcha de algunos de estos proyectos, se han traducido en un importante aumento de la inversión china en el exterior. La política económica de Xi Jinping ya ha dado sus primeros frutos. La mejora en los servicios de transporte y comunicación ha permitido a China ganar competitividad en este sector. Esto, unido al aumento de la inversión, ha llevado a que ambas variables ganen terreno en la presencia económica china frente a la exportación de manufacturas.
Aunque todavía queda mucho para que China supere al –de momento– líder indiscutible del Índice Elcano de Presencia Global, sí parece haber una tendencia hacia esta dirección. Es pronto para afirmar con rotundidad que este hecho se vaya a producir, pero varios hechos podrían impulsarlo. Por un lado, la consolidación de los proyectos lanzados por Xi Jinping, con objetivos claros, basados en una estrategia de buena vecindad y apostando por las dimensiones blanda y económica. Por otro, el aislamiento estadounidense al que parece estar llevando Trump, con un objetivo demasiado general –Make America Great Again–, que pasa por una estrategia más beligerante a la vez que difusa. Probablemente esto lleve a Estados Unidos a perder presencia blanda y seguir ahondando en la pérdida de presencia económica, afianzando la tendencia hacia el liderazgo chino.