El pasado 29 de junio, la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya hizo público su veredicto sobre la frontera marítima entre Eslovenia y Croacia en la Bahía de Pirán, objeto de un contencioso que se planteó ya en 1992, a comienzos de la desintegración de Yugoslavia.
Eslovenia, que exigía el control completo del golfo –“por derechos históricos”– y una salida a las aguas internacionales, ha recibido tres cuartas partes de la bahía y acceso a través de las aguas croatas a las internacionales. El gobierno esloveno celebró el veredicto, afirmando que se trata del tercer momento histórico más importante para su país (los otros dos fueron los ingresos de Eslovenia en la UE y la OTAN). Sin embargo, el gobierno croata, que reclamaba el control del 50% del territorio marítimo, y que estuvo ausente en la lectura del veredicto, ya ha manifestado su intención de no acatarlo, pues sus expertos consideran que “el Derecho internacional es un derecho consensual, por lo que no existe un mecanismo que obligue a un Estado a aceptar una decisión judicial”. El pretexto de la negativa de Croacia a aceptar la sentencia es el no reconocimiento de la autoridad del Tribunal de Arbitraje, que se basa en que sus servicios secretos , apelando a escuchas realizadas a dos funcionarios eslovenos (Jernej Sekolec y Simona Drenik), sostienen que Eslovenia se ha comportado de manera ilícita y ha manipulado gravemente todo el proceso.
Así que el tan esperado veredicto no ha puesto fin a la disputa fronteriza y ni siquiera ha relajado la tensión entre los países litigantes. Al contrario: aunque ambos gobiernos afirmen que no tomaran “medidas unilaterales”, el croata sostiene que Eslovenia va a intentar impedir la entrada de Croacia en el espacio Schengen. La advertencia de que “todo seguirá como antes” pone de relieve una paradoja y un peligroso ejemplo para el resto de los contenciosos fronterizos de la antigua Yugoslavia –el de Serbia y Croacia en el Danubio junto a Vukovar y Apatin, el de Montenegro y Croacia en Prevlaka, y el de Bosnia y Croacia en el río Una cerca de Kostajnica.
Tanto Eslovenia como Croacia crearon sus respectivos Estados independientes en la guerra contra Serbia, que utilizó al Ejército Yugoslavo para defender la unidad impuesta en su día por los comunistas, e intentaron legitimar sus respectivos secesionismos con el argumento de que superaban en civilidad y democracia al resto de las repúblicas yugoslavas, añadiendo que les servirían de guías en su camino hacia la integración europea. El hecho de que ambos países, miembros de la Unión Europea, no hayan sido capaces de encontrar una solución común para el contencioso de la Golfo de Pirán, con o sin la Corte Permanente Arbitraje, revela que en los Balcanes el sistema Schengen importa mucho menos que las fronteras nacionales.