Desde 2007, el Institute for Economics & Peace publica anualmente el Índice de Paz Global (IPG), que ordena 162 países de acuerdo con su nivel de paz, entendida como la ausencia de violencia así como su percepción por parte de la población. El índice se construye a partir de 23 indicadores que miden el grado de seguridad y protección de una sociedad, el número de conflictos –internacionales y domésticos– en los que está envuelta y su militarización.
En su edición 2015, el IPG sitúa la región de Oriente Medio y Norte de África (MENA, por sus siglas en inglés) no solo como la más violenta sino, también, como la que ha sufrido un mayor deterioro en su situación de seguridad durante los últimos años, particularmente tras el estallido de las revueltas antiautoritarias iniciadas en 2011, conocidas también como “primaveras árabes”. La descomposición estatal y la fragmentación territorial, el agravamiento de los conflictos sociales y las divisiones sectarias, la intensificación de la violencia yihadista –especialmente tras la irrupción en 2013 del entonces Estado Islámico para Irak y Levante (EIIL), hoy autodenominado Estado Islámico (EI)– y la proliferación y el contrabando de armas, son algunos de los factores que han contribuido a la desestabilización de la zona según el IPG.
Dentro de la región, Libia, Siria y Egipto –los cuales, como es sabido, iniciaron convulsos procesos de cambio sociopolítico en el contexto descrito, con diferentes resultados– merecen especial atención en el IPG 2015. Libia ha registrado el debilitamiento más acusado en el nivel de paz de un país, lo que se ha reflejado en un retroceso de 97 posiciones entre 2010 y 2015 (pasando del puesto 52 al 149). Siria es, por su parte, el país menos pacífico del mundo, si bien su descenso en la clasificación ha sido menos significativo en cuanto los indicadores que miden su nivel de paz, y ya registraban valores preocupantes antes de que se iniciara la guerra civil en la que continúa sumida, en 2011, cuando ocupaba el puesto 115 de la clasificación. Seis años después ha retrocedido 47 posiciones hasta ocupar el 162, el último puesto. Finalmente, entre los países que mejoran este año en el ranking destaca Egipto. Si en 2014 fue uno de los países que más retrocedió en el Índice, en esta edición recupera 9 posiciones, situándose en el 137 gracias a la mejora de la situación de seguridad interna experimentada en el último año.
Pero, ¿cómo afecta esta inestabilidad interna a su proyección exterior? En primer lugar, parece evidente que la dimensión externa pasa a un plano secundario cuando un país se ve envuelto en conflictos domésticos, pero en términos de presencia global –entendida como la forma en que los países están ‘ahí fuera’– puede ocurrir que se den momentos de recuperación a lo largo de los mismos. Por otra parte, existen distintos perfiles de proyección exterior, reposando sus fortalezas y debilidades en diferentes dimensiones (económica, militar o blanda), que pueden sufrir modificaciones precisamente como consecuencia de dichos conflictos.
De manera agregada observamos que los tres países mencionados –Egipto, Libia y Siria– han perdido cuota de presencia global en el periodo 2010-2014 (Gráfico 1). Sin embargo, en el caso de Libia se produce un repunte significativo en el año 2013 (datos de 2012), debido a que este posee un perfil de inserción exterior casi exclusivamente basado en su dimensión económica –en 2014 el 90,6% de su presencia global– con protagonismo absoluto de la variable energética. Desde que empezaron las revueltas, en el año 2011, “la producción libia de petróleo se ha desplomado, recuperado y vuelto a desplomar en varias ocasiones”, siendo el repunte más significativo en 2012, cuando la variable energética llegó a suponer un 89,4%. Como puede verse en el Gráfico 1, esto contribuyó de manera decisiva al aumento de la presencia global del país, de modo que la evolución del sector energético condiciona su dimensión exterior.
En el caso de Egipto, su perfil de presencia es más diversificado y complejo, descansando mayormente sobre la dimensión blanda –56,1% de su presencia global en 2014–, cuyas variables son mucho más difíciles de construir y consolidar en el tiempo. Sin embargo, desde 2011, Egipto pierde presencia blanda en términos absolutos, principalmente por el impacto que los conflictos domésticos han tenido en su sector turístico, que en dicho año suponía el 27,17% de esta dimensión. La situación de inestabilidad interna ha afectado de manera evidente sobre ella, reduciendo su peso en favor de la dimensión económica. De este modo, y dada la dificultad de recuperación de la presencia blanda, Egipto habría variado su perfil de presencia global (Gráfico 2). En el caso de la dimensión militar, los países en conflicto, como es lógico, tienden a replegar sus fuerzas en el exterior y a militarizarse, pero la posibilidad de que otros países intervengan en su territorio puede comportar incrementos de presencia de estos últimos. Esto podría reflejarse en futuras ediciones del Índice Elcano de Presencia Global para los países que intervienen actualmente en Siria.
En suma, podemos decir que los conflictos internos afectan, en términos de presencia, de manera distinta a los países. Si bien, de modo general, implican un descenso de la proyección exterior, puede producirse una cierta recuperación en el curso del conflicto en función de su perfil de inserción exterior, pudiendo modificarse este a lo largo del mismo. Este caso concreto nos muestra, una vez más, que tener más o menos presencia no es positivo ni negativo en sí mismo, sino que debe interpretarse en cada caso como el resultado de estrategias/perfiles nacionales o coyunturas internas o externas que eventualmente puedan modificar estos.