El término no es nuevo, pero desde la crisis pandémica ha resucitado de la mano de un nuevo prudencialismo, proteccionismo y nacionalismo, tanto frente a importaciones e inversiones, e incluso respecto a las vacunas contra el COVID-19. El America First de Trump (respaldado por numerosos decretos u Órdenes Ejecutivas) ha dado paso a la versión más suave del lema y política de Buy American de Biden. Éste ha cerrado parte de las compras públicas federales en EEUU a empresas extranjeras, un paso atrás visto con más que recelo desde Europa y Canadá, que buscaban una apertura transatlántica en este terreno desde hace tiempo, basada en una reciprocidad abierta. Objetivo de la medida: impulsar la manufactura local (aunque esté cada vez más automatizada), incluidos los transportes de mercancías dentro de EEUU. De hecho, en su intento en las primarias, la demócrata Elizabeth Warren ya presentó un “Plan para el Patriotismo Económico”. La medida de Biden puede encarecer esas compras que dice defender y reducir la competitividad. No es un buen primer paso de la nueva Administración en el terreno comercial, aunque en muchos aspectos esté rectificando la política internacional de Trump.
Pero, tras años de despreocupación cuando no de empuje activo, la UE y sus Estados miembros también han aumentado sus defensas para limitar la adquisición de empresas en situación de debilidad por capital no europeo, muy especial, aunque no solamente, chino. Derecha e izquierda coinciden a menudo en torno a este soberanismo. ¿A dónde conducirá este patriotismo económico? Es pronto para saberlo, y depende de si se mantendrá cuando llegue la recuperación. Hay que recordar que el Buy American Act data de 1933, firmado por el entonces presidente Herbert Hoover en su último día en la Casa Blanca (antes de que entrara en ella Franklin D. Roosevelt). Fue fruto de un enfoque económico que agravó la gran crisis del 29, aunque la actual es fruto de una pandemia global.
Este tipo de política persigue dos objetivos esenciales: favorecer el empleo de las clases trabajadoras y medias (como no ha dejado de repetir Biden durante la campaña y después de su victoria y llegada a la Casa Blanca). De momento no habla de reintegrar EEUU al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), negociado por Obama y del que salió Trump. Y sin EEUU, pero con China, 15 países de Asia-Pacífico firmaron en noviembre pasado la Asociación Económica Integral Regional (Regional Comprehensive Economic Partnership).
En la UE, la cuestión comercial está en manos de Bruselas. Pero no así la de la protección frente a las inversiones indeseadas. El Gobierno de Macron ha impedido la compra del grupo de hipermercados Carrefour por el grupo canadiense Couche-Tard, y recabado un apoyo prácticamente unánime de la clase política en esta defensa de la soberanía económica. Un cambio respecto a tiempos anteriores en que Macron era ministro de Economía o en sus primeros pasos presidenciales y permitió la venta de empresas estratégicas, como la división de energía de Alstom. Aunque, a la vez, Macron sigue buscando inversiones extranjeras en Francia.
Ha habido también un impulso a la idea de soberanía o autonomía europea. Con la pandemia, los europeos se han percatado, por ejemplo, de su enorme dependencia en las cadenas de suministros sanitarios chinos e indios. Ya antes del COVID-19, el enfoque alemán y europeo cambió cuando la china Midea adquirió en 2014 la alemana Kuka, una de las empresas líderes en robótica. Con la crisis derivada de la pandemia se han reforzado las legislaciones europeas y nacionales de protección de inversiones no comunitarias en empresas estratégicas.
La UE logró que las compras de vacunas contra el COVID-19 se centralizaran, evitando un “sálvese quién pueda”. Pero a la luz de lo ocurrido, no sólo negoció mal con AstraZeneca, sino que Bruselas ha estado a punto de caer en un “proteccionismo de vacunas”, muy empujado por Alemania, que habría llevado a aprobar la prohibición de exportar estas vacunas a terceros. ¿Patriotismo de vacunas? Es entendible empezar por casa, pero ello no quita que de esta pandemia no se saldrá sin una cooperación auténticamente global.
Hay, además, un patriotismo tecnológico, que se ve no sólo, pero sobre todo, en las medidas contra China, con el riesgo de un desacoplamiento, como alerta un informe de la Cámara de Comercio Europea en Pekín junto a la consultora Metrics: “A medida que el mundo avanza hacia el aumento del tecnonacionalismo, la posibilidad de una desintegración digital completa requiere un análisis sobrio, así como una contra-visión responsable para la integración global”. Y ello a pesar del Acuerdo de Inversiones (CAI en sus siglas en inglés) entre China y EU, que las favorece, pero no mitiga ese patriotismo ni en una parte ni en otra (China mantiene partes importantes de su economía fuera del alcance de inversiones extranjeras). En la UE, Francia y Alemania especialmente, están más atentas ante las inversiones directas o indirectas chinas y otras.
España no escapa a este tipo de consideraciones. Así, el Gobierno está estudiando si autoriza la OPA parcial del fondo de inversión australiano IFM sobre Naturgy, una de las tres grandes compañías del sector eléctrico en España. Y hay otras inversiones que también se podrían caracterizar de estratégicas, por ejemplo, en medios de comunicación importantes para la vida democrática interna y la proyección internacional del país. No es que en sí importe mucho si se respetan las reglas de juego, y se salva la independencia de los medios. El Financial Times, el periódico más europeo y global (pese al Brexit) dejó hace un tiempo de ser de propiedad británica para pasar a japonesa (Nikkei), y no se ha visto por ello afectado en su calidad o independencia. Pero es un tema estratégico.
Cuidado con los patriotismos económicos. Son comprensibles en ciertos momentos y ante algunos sectores. Las naciones han de defender sus empresas estratégicas de adquisiciones extraeuropeas en tiempos de debilidad. Pero pueden llevar a más proteccionismo. Si Trump no está ya en la Casa Blanca, parte de su mensaje ha calado en EEUU y contaminado a buena parte del mundo.