El próximo 11 de agosto se celebrarán en Argentina las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), las encargadas de confirmar, que no seleccionar, a los candidatos que competirán por la presidencia el próximo 27 de octubre (en primera vuelta). Y digo confirmar, y no seleccionar, porque prácticamente todos los partidos concurren a esta obligación legal introducida por Cristina Kirchner con un solo candidato (o una sola fórmula), previamente impuesto por las cúpulas partidarias, o los caudillos que las controlan. De este modo evitan las contiendas internas a la vez que convierten al ejercicio en un mero acto burocrático y protocolario que no decide prácticamente nada al interior de los partidos.
Sin embargo, por su carácter obligatorio y extendido al conjunto de las fuerzas políticas que participan en el sistema, las PASO funcionan de hecho como una primera vuelta de las elecciones presidenciales. Por un lado, porque permiten descartar a las opciones testimoniales y claramente minoritarias, ya que la legislación excluye de la contienda definitiva a las opciones que obtienen menos del 1,5% de los votos en la suma de todas las circunscripciones. De este modo se evita la pérdida de votos en fuerzas con nula posibilidad de obtener resultados aceptables. Por el otro, al funcionar como una verdadera macroencuesta a nivel nacional, cuyo universo es la totalidad del padrón, tienden a apuntalar a las opciones con mayor preferencia popular y a condicionar el voto útil de octubre.
De cara a las próximas elecciones, una de las principales características del proceso electoral en marcha es la polarización, a tal punto que algunas encuestas hablan de que entre la fórmula oficialista y la kirchnerista se estaría cerca de concentrar más del 90% de los votos. A este respecto, la gran duda que preocupa a políticos y analistas es la posibilidad de que todo se resuelva en la primera vuelta. Para que esto ocurra el candidato más votado tiene que obtener más del 45% de los votos o más del 40 y una diferencia de 10 puntos porcentuales respecto al segundo. Según los resultados de las numerosas encuestas divulgadas el segundo supuesto es muy difícil que se produzca, mientras que el primero podría estar a las puertas de ocurrir. De todos modos, todavía queda mucho tiempo político para llegar a octubre y cualquier cosa es posible.
Para las PASO el promedio de varias encuestas sitúa a la fórmula kirchnerista de Fernández y Fernández un poco más de cuatro puntos por encima de Mauricio Macri y el peronista Miguel Ángel Pichetto, su compañero de fórmula. Lo que se ha visto en las pasadas semanas ha sido un estancamiento en el voto kirchnerista y una cierta recuperación del macrista, aunque este proceso se ha desacelerado en los últimos días. La explicación del fenómeno radica en la estabilidad cambiaria y en una cierta contención de la inflación.
Si en marzo pasado la inflación fue del 4,7%, en junio bajó a 2,7%. Este recorte ha permitido que el malestar social disminuya y se recupere la imagen del presidente y la confianza en él. De todos modos, con estos guarismos la tasa interanual se sitúa en el 55,8 56%, mientras el acumulado de 2019 alcanza al 22,4%. De mantenerse estas constantes y confirmarse la recuperación económica que algunos ya avizoran las posibilidades de reelección de Macri serán mayores.
El resultado de las PASO permitirá hacerse una idea de cómo podrán desarrollarse los acontecimientos de aquí a octubre. Y, muy especialmente, servirán para que muchos actores políticos, especialmente numerosos gobernadores e intendentes (alcaldes) peronistas se posicionen respecto al resultado final. Dada su condición de jugadores ventajistas muchos de ellos esperarán hasta último momento para ver de dónde sopla el viento. Mientras tanto, una de las tareas básicas de Pichetto ha sido la de sumar al peronismo antikirchnerista, o descontento con los modos políticos de la expresidenta, al tren oficialista.
La campaña electoral sin duda va a tener su impacto, especialmente la de la oposición, aunque el porcentaje de rechazo tanto de Macri como de Kirchner son muy elevados. De este modo, cada vez le resulta más complicado a Alberto Fernández explicar que no será una marioneta en manos de Cristina Fernández, a la vez que tomar distancia de los escándalos de corrupción que se siguen acumulando en el haber del pasado gobierno. Es en este contexto que las PASO se han convertido en una etapa decidida de la carrera electoral, una carrera con final abierto y donde, de momento, todo puede ocurrir.