Hoy, 15 de octubre, la Asamblea General de Naciones Unidas escogerá a los países que ocuparán cinco de los asientos no permanentes en el Consejo de Seguridad durante un período de dos años –no se esperan grandes sorpresas a la hora de salir escogidos Egipto, Japón, Senegal y Uruguay, al presentarse sin competencia–. Y hoy, se cumple un año desde la elección, por quinta vez, de España como país miembro del Consejo de Seguridad, para el período 2015-2016.
Ocupar un asiento rotatorio en el Consejo de Seguridad implica permanecer dos años desempeñando un esfuerzo en política exterior sostenido y coherente, y significa figurar en primera fila de la elaboración de las políticas de seguridad globales, deliberando activamente, posicionándose abiertamente y decidiendo sobre cuestiones como el terrorismo internacional, la piratería y la delincuencia transnacional o el desarme y la no proliferación, operaciones de mantenimiento de paz e incluso la proposición de nuevas resoluciones.
Hasta la fecha, uno de los puntos álgidos del desempeño español en el Consejo tuvo lugar el pasado julio en Madrid, con la celebración de la Reunión Especial del Comité contra el Terrorismo de la ONU sobre las medidas a adoptar contra el flujo de combatientes terroristas extranjeros –foreign fighters–. Pero es en este mes de octubre, en el que España ostenta la presidencia del Consejo de Seguridad, cuando se ha planificado el “plato fuerte”: el debate sobre mujeres, paz y seguridad, en forma de Revisión de Alto Nivel de la Resolución 1325, en la que, con motivo del 15 aniversario de la misma, e inaugurando la sesión el presidente del gobierno español Mariano Rajoy, se aprobó por unanimidad la Resolución 2242 para aumentar el papel de las mujeres en la prevención y la resolución de conflictos y ampliar su presencia en las operaciones de paz de Naciones Unidas, reconociendo que “la lucha contra el terrorismo y los procesos de desarme tendrán mayores posibilidades de éxito si cuentan con la participación de las mujeres”. La propuesta y aprobación de una nueva resolución es ya en sí mismo un esfuerzo diplomático de gran calado, pero las oportunidades de actividad y decisión de España durante el mes de octubre no se quedan ahí.
Por un lado, está planificado el debate anual sobre métodos de trabajo del Consejo, retomando el programa de campaña de España previo a su elección –“España en el Consejo de Seguridad: transparencia y responsabilidad” –, en el que se pretenden abordar cuestiones como la designación del Secretario General, la dinamización e interacción durante sesiones de debate de la Asamblea General, o las iniciativas sobre la restricción del uso del veto de los miembros permanentes, debido a su repunte en los último años (por parte de Rusia y China vetando al unísono ante la crisis en Siria cuatro veces desde octubre de 2011 y, por parte de Rusia, vetando en marzo de 2014 una resolución sobre Ucrania y dos veces en julio de 2015, ante la conmemoración del 20 aniversario del genocidio de Srebrenica, e impidiendo la formación de una corte criminal internacional que investigue el incidente del vuelo MH17 de Malasian Airlines). Se espera que España circule una nota conceptual en la que esboce estas cuestiones para el debate, tras lo cual se extraerán conclusiones en forma de resultados de los debates.
Tendrá lugar, además, el debate trimestral sobre la situación en Oriente Medio, centrado en la siempre espinosa cuestión Israel/Palestina, llamando la atención sobre la escalada de la tensión y los incidentes de violencia; la expansión de los asentamientos de Israel en Cisjordania, que socava las perspectivas de paz; la reconstrucción en Gaza tras la operación “Protective Edge”, que debe ser facilitada y acelerada para paliar la precariedad de las condiciones de vida que dificultan la convivencia; y la investigación de los presuntos crímenes de guerra cometidos en Gaza durante el conflicto del pasado verano.
Por último, durante este mes se continuará con la gestión de la agenda de trabajo propia del Consejo de Seguridad, haciendo repaso de temas en curso como el estado de las misiones de estabilización en Haití (MINUSTAH), en Mali (MINUSMA), en República Democrática del Congo (MONUSCO) o en Darfur (UNAMID); la revisión de los paquetes de ayuda y apoyo a la misión de la Unión Africana en Somalia; la atención del estado de la crisis en Yemen y en Libia y, por supuesto, la crisis en Siria, atendiendo a la crisis humanitaria y monitorizando tanto el estado de las organizaciones terroristas que operan allí y en Irak, como el uso de armas químicas.
Como vemos, las cuestiones de la agenda de seguridad internacional tratadas en el Consejo de Seguridad implican un desafío para la política exterior de un país, a la vez que suponen una gran oportunidad para el desempeño de un papel proactivo y la emisión de una imagen positiva de compromiso. Oportunidades que España no debería desaprovechar para incrementar su presencia global y su valor como actor comprometido y responsable.