El reciente discurso del Rey Guillermo Alejandro de los Países Bajos desencadenó un arduo debate en torno a uno de los pilares básicos de los estados europeos: el Estado de Bienestar. En su discurso de la corona, el rey abogó por la reconversión de la clásica sociedad del Bienestar por una “sociedad participativa propia del siglo XXI”, cuyas características se centren básicamente en el ingreso de la iniciativa privada al sector de la salud y bienestar social con la intención de disminuir los elevados costes que genera el modelo social. El anuncio del rey, que responde a una iniciativa de la coalición liberal-socialdemócrata que gobierna actualmente el país, viene a poner en tela de juicio uno de los puntos centrales de cohesión que caracteriza a los diferentes países que integran la UE y, sirve además, como llamamiento para anunciar el inicio de la revisión de un modelo que todos los europeos daban por hecho que nunca se tocaría.
El cambio del modelo clásico por uno que se ajuste más a las circunstancias actuales, responde a un contexto generalizado de crisis económica y a la necesidad de hacer sostenible el sistema de seguridad social actual mediante una mayor implicancia de las redes familiares en la cadena de cuidados asistenciales. También, en parte, responde al nuevo ajuste de 6.000 millones de euros – cerca de un 1% de su PIB- que los Países Bajos deben necesariamente acometer para cumplir con el objetivo del déficit del 3% exigido por la Comisión Europea. El reconocimiento de la insostenibilidad del sistema de bienestar actual, junto con el anuncio de la necesaria reconversión del mismo en una sociedad participativa, se enmarca dentro de una tendencia común dentro de la zona euro que pretende dejar en claro que el modelo de bienestar, tal y como lo conocemos en su vertiente clásica, es insostenible sin la realización de reformas sustanciales que posibiliten su continuidad.
A pesar de estos anuncios que se perciben de forma negativa por parte de la población, los Países Bajos también comienzan a registrar ciertas señales económicas positivas que renuevan la confianza y pueden llegar a ayudar a vislumbrar el fin de la crisis actual. En ese camino hacia la recuperación económica, una mayor integración europea puede llegar a jugar un papel clave. El proceso de integración, -el cual Holanda en su día abrazó con entusiasmo, luego abandonó parcialmente y ahora cree necesario retomar- pasa por fortalecer la idea de un destino común dentro de la zona UE, superando los recelos existentes entre los países del norte y el sur de Europa. Pero Holanda, con una postura euroescéptica y un voto populista de tendencia xenófoba en torno al 15%, deberá antes presentar batalla a estas cuestiones para adentrarse nuevamente en la senda de la integración europea.
En caso de que exista una apuesta clara y contundente por la vía de la integración, los desafíos a superar de forma conjunta parecen enmarcarse en una coordinación sostenida en diversos ámbitos, tales como el del fortalecimiento de las relaciones comerciales dentro del mercado interno, el fomento de la competitividad y un esfuerzo conjunto a la vez que contundente para frenar el paro juvenil. El esfuerzo de la construcción europea debe necesariamente transcurrir por un cambio en la percepción que se tiene de Europa, convirtiendo el “¿Why Europe?” en un reflexivo “¿How Europe?”.
Estos y otros aspectos de notable importancia, tales como la creación de una cada vez más necesaria unión bancaria dentro de la UE o el fortalecimiento de la unión monetaria, se trataron en la reciente visita de Cornelis Van Rij, embajador de los Países Bajos en España, al Real Instituto Elcano.