La palabra crisis tiene varios significados que todos hemos escuchado hasta la saciedad. Incluso nada menos que el Presidente Kennedy en un discurso en 1959 popularizó que crisis en chino significa peligro y oportunidad, aunque en realidad es algo más complejo que eso. Hasta finales de los siglos XIX y XX en mandarín “w?ij?” significa tradicionalmente “peligro latente” pero curiosamente a partir de esos años se comenzó a utilizar para significar “crisis financiera” o “crisis económica”. Volviendo al idioma español, el primer significado de crisis que se puede leer al consultar el diccionario de la Real Academia Española, es “cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya sea para agravarse el paciente”. Este acepción escenifica un momento critico, en que una vez identificado, requiere un diagnostico a partir del cual en función de las decisiones adoptadas se mejora o se empeora. Ya sea en chino o en español, se puede decir que en las crisis se encuentran los elementos necesarios para superar (y empeorar también) la difícil situación que se atraviesa. Estamos en un momento, de transformación, de mutación, las cuales tendrán importantes consecuencias, si seguimos otra de las definiciones de la RAE.
La crisis puede propiciar nuevas actitudes, las restricciones económicas, una razón de peso para acometer esos cambios que hasta el momento no eran viables ya sea por intereses, por inercia, etc. El ámbito de la política exterior no es una excepción. España al igual que otros Estados miembros de la UE ha sido reticente a llevar a cabo una reorganización de sus misiones diplomáticas, y reforzar la vía europea. Sin embargo, la noticia de que España ha firmado el pasado 10 de diciembre con el Servicio Europeo de Acción Exterior un memorando de entendimiento para establecer la Embajada española en Yemen en la Delegación de la UE , puede ser el inicio de una nueva etapa. En principio, se puede valorar como una decisión positiva porque busca maximizar nuestra influencia exterior, mientras se reducen los recursos invertidos.
Hay criterios económicos que han impulsado esta decisión, no obstante, también debería responder a una valoración de índole más estratégica, vinculada a una reflexión sobre el futuro de la diplomacia española en particular (y de la política exterior en general) en un contexto de adaptación a un nuevo marco legal europeo y a las nuevas capacidades que en el ámbito exterior se ha dotado la Unión Europea con el Tratado de Lisboa.
A pesar de las dudas o las criticas que puede hacerse a la puesta en marcha del Servicio Europeo de Acción Exterior, no se puede negar que este tendrá y está teniendo un impacto considerable en la diplomacia de los Estados miembros y su política exterior, y por consiguiente en España, tal y como analizo, junto a Ignacio Molina en el ARI “El impacto del Servicio Europeo de Acción Exterior en la diplomacia Española”. Como se explica en ese análisis, desde que España ha formado parte de la casa comunitaria, ha seguido una doble estrategia, europeizar su política exterior (downloading) y españolizar la agenda europea (uploading). Sin embargo, el contexto ha cambiado y evolucionado. A España se le hace cada vez mas difícil moldear la agenda europea “ampliada” en una Europa en crisis, con tendencias renacionalizadoras, a lo que debe sumarse la baja performance de la UE como actor global (siendo bastante benévolos).
Por ello, se presenta como necesario desarrollar en nuestra política exterior formas novedosas y sofisticadas de influir, de moldear la acción europea, no solo en aquellas cuestiones y áreas geográficas en las que España tiene mayores intereses sino también en aquellos en los que acepta un mayor liderazgo y protagonismo europeo.
Articular una relación fructífera, un juego de suma positiva (ir más allá de la presencia de españoles) con el Servicio Europeo de Acción Exterior, tanto con los servicios centrales como en sus delegaciones en terceros países, se presenta como fundamental para la política exterior española.
Sin embargo, esto es solo un elemento que debe ir unido a un proceso mucho mas amplio vinculado a la necesidad de repensar el papel de España en el mundo y su acción exterior mas allá de la crisis, reflexión que no puede disociarse de otro debate de gran calado: el futuro (político) de la Unión Europea. Indudablemente son muchos frentes abiertos (y hay muchos otras cuestiones que aquí no se tratan). La pregunta que no puedo dejar de plantear es ¿seremos capaces los europeos (los españoles particularmente) de moldear este momento crítico para salir de esta situación dificultosa y complicada en las que nos encontramos? La única respuesta posible es si.