Aunque el mundo no quedó igual que antes dada la extraña y lánguida recuperación –quizás hayamos entrado en lo que Larry Summers bautizó como “estancamiento secular”–, la Gran Recesión que empezó en 2008 se pasó sin una gran ola proteccionista, a diferencia de lo ocurrido a partir de 1929-31 lo que agravó la Gran Depresión de entonces. ¿O no, y no hemos querido verlo? En los últimos tiempos están cundiendo no sólo los discursos sino las medidas en ese sentido. Según un informe de la ONG Global Trade Alert, en los ocho primeros meses de este año se han tomado en el mundo 350 acciones proteccionistas; es decir, cuatro veces más que en 2009 (aunque, acumuladas, son más de 6.200 desde entonces). Estas medidas no son como antes arancelarias o por volumen –aunque también–, sino que a menudo cobran otras formas menos evidentes que van desde el etiquetaje, al cifrado.
Pero no es el proteccionismo la causa principal de que el crecimiento del comercio global se esté frenando. Se estancó el año pasado, y para éste, según la Organización Mundial de Comercio (OMC), se espera que crezca sólo un 1,7%; es decir, por primera vez en cinco lustros, menos que el PIB mundial. Se debe, sobre todo, a una menor demanda, en buena parte derivada del cambio en la economía china y al menor crecimiento europeo. Ha llevado a la quiebra de algunas navieras de transportes de contenedores, como la coreana Hanjin, hundida por la reducción del comercio mundial. La imagen a mediados de septiembre de buques cargados de contenedores en el Atlántico, el Pacífico o el Mediterráneo que durante semanas no podían atracar debido a esa quiebra ha sido un reflejo gráfico de la desglobalización, o, más correctamente, del freno a la globalización. Pues un elemento que ha contribuido de manera esencial a la globalización de estos últimos lustros, ha sido la invención en 1956 por el norteamericano Malcom McLean del contenedor, con tamaños estandarizados, y desde hace años, por cierto, fabricados en su mayoría (97%) en China.
Aunque el proteccionismo no sea la causa de este frenazo global, sí resulta preocupante y puede dificultar el crecimiento general. Tiene sus reflejos políticos, por ejemplo, en la política de Buy America, promovida en EEUU para que el gobierno de la federación y de los Estados federados den prioridad a la adquisición de bienes fabricados en el país (Donald Trump va más lejos con su America First). O, aunque sea por otras razones, los problemas con los que se han topado los acuerdos regionales de la UE con Canadá (CETA) o Estados Unidos (TTIP, comercial y de inversiones), o el de estos y otros países del Pacífico (TPP), o el enfrentamiento con China por subvencionar sus exportaciones de exceso de acero producido. Todo ello, dentro del fracaso general de la Ronda liberalizadora de Doha desde la OMC. Ya advirtió el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, de que el CETA “podría ser el último tratado de libre comercio de la UE.”
La última cumbre del G20 en Hangzhou (China) hizo en septiembre un llamamiento a favor del crecimiento económico, que incluía impulsar el comercio global y luchar contra el proteccionismo. Pero las medidas proteccionistas se multiplican, y a veces no son del todo visibles dado que afectan a la economía digital. El gran cortafuegos que tiene China (y otros países) por motivos políticos para limitar el acceso a Internet, también es útil como medida proteccionista. “Proteccionismo digital”, se le llama.
No todo es el comercio, pues muchos emergentes, con China e India a la cabeza, prefieren fabricar y aprender a fabricar muchos productos avanzados que importarlos. Esta es una de las razones por las que la Inversión Extranjera Directa (IED) se ha recuperado mucho más rápido que el comercio. En su Informe sobre Inversiones en el Mundo de junio pasado, la Comisión de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, en sus siglas en inglés) señalaba que la IED se había disparado en 2015 a su mayor nivel desde el comienzo de la crisis (38%, más de la mitad en adquisiciones y fusiones transfronterizas), hasta 1,76 billones de dólares, pero advertía una contracción de 10 a 15% en estos flujos para 2016, debido a la fragilidad de la economía global y a los riesgos geopolíticos, aunque se recuperaría en 2017 para llegar a 1,8 billones en 2018.
De hecho, los Gobiernos del G20 aprobaron en julio nueve Principios Rectores de la Política Global de Inversiones, lo que demuestra la importancia que ha ganado el tema frente al comercio. Aunque son muy generales, y el sexto señala que “los gobiernos afirman el derecho de regular la inversión con fines legítimos de política pública”. Y así lo están haciendo. Como señala el citado informe de Global Trade Alert, desde noviembre de 2008 los gobiernos del G20 han puesto en práctica poco más de 150 reformas para facilitar la IED, pero han tomado casi otras tantas medidas que la dificultan. Está por ver ahora la aplicación en la práctica de esos nueve principios.
De hecho, Alemania estaría tomando medidas para proteger sus empresas de alta tecnología, especialmente las que son propiedad total o parcial pública, frente a su adquisición por capital extranjero de fuera de la UE, especialmente chino. Esto sigue a la reciente compra de Kuka, una de las mayores empresas de robótica de Alemania, por la China Midea –con lo que la alemana podría aumentar así sus exportaciones hacia la mayor economía asiática– y las intenciones de Sanan Optoelectronics, fabricante de chips de ese mismo país, de hacerse con Osram. También en inversiones despunta un nuevo proteccionismo.