Aunque la caída de los precios del petróleo ha debilitado la economía saudí, sus dificultades económicas no deben exagerarse. Arabia Saudí tiene por delante unos años complicados, pero su situación macroeconómica y el marco institucional de la política económica es mucho mejor que en contra-choques petroleros precedentes (y que en otros grandes productores de crudo). De hecho, el país ha mostrado capacidad de financiarse recurriendo a sus ingentes reservas de divisas y al endeudamiento interno y externo, y está acometiendo reformas importantes. Su principal problema económico es la necesidad de llevar a cabo un ajuste fiscal en medio de una ralentización del crecimiento económico y sin política monetaria, al estar el riyal pegado al dólar estadounidense. Por ello, además del ajuste fiscal, debe estimular la economía mediante reformas estructurales que pasan por la aplicación del Plan de Transformación Nacional y de la denominada Visión 2030. Ambos pretenden transformar la economía saudí, diversificándola, desarrollando el sector privado y abriéndolo a los inversores extranjeros
Las relaciones económicas con España han crecido mucho en importancia y diversificación durante la última década: las exportaciones españolas se han quintuplicado en valor y han doblado su porcentaje sobre las exportaciones totales. La exportación de servicios, especialmente de ingeniería, también muestra un elevado dinamismo, y las empresas españolas tienen una fuerte presencia en macro-proyectos como el AVE Medina-La Meca y el metro de Riad, y en el caso de Navantia, interés por entrar en el mercado saudí. En cambio, otros vectores de la relación económica bilateral no se han desarrollado en la misma medida y siguen albergando un potencial destacable, como las inversiones directas cruzadas, el turismo saudí en España y la exportación española de otros servicios de consultoría.
La caída de los precios del petróleo y el consiguiente deterioro de la economía saudí ha ralentizado el ritmo de crecimiento de las exportaciones españolas y alterado el contexto de los grandes contratos, firmados y potenciales. En este aspecto parece importante minimizar los daños, priorizar entre proyectos y mostrar flexibilidad ante previsibles retrasos en los pagos o una retórica más exigente por parte saudí. En cambio, las reformas estructurales saudíes abren nuevas oportunidades económicas a las empresas españolas derivadas de la liberalización y la apertura a la inversión extranjera, compensando el efecto negativo de las restricciones en el gasto público exigidas por el ajuste fiscal. En definitiva, la acción económica exterior española debe trabajar la relación bilateral asumiendo la nueva realidad de la economía saudí, resolviendo cuanto antes las dificultades de los contratos pendientes y posicionándose adecuadamente de cara a las reformas en curso.
El primer paso de dicha estrategia se produjo con el viaje de Felipe VI a Arabia Saudí en enero de este año. Acompañado de una nutrida representación empresarial, se suavizaron algunas tensiones corporativas y se firmaron contratos pendientes. Falta ahora adoptar un enfoque más a largo plazo, posicionándose de cara a las reformas liberalizadoras del reino y dinamizando las inversiones extranjeras cruzadas.
[Versión resumida del artículo del autor publicado en enero de 2017]