El 18 de enero de 2018 el ministro de finanzas portugués, Mário Centeno, sucederá al holandés Jeroen Dijsselbloem en la presidencia del Eurogrupo. Se inaugura el periodo de transición de dos años previsto para concluir el debate sobre el futuro de la gobernanza de la Unión Económica y Monetaria (UEM).
Los “equilibrios institucionales” de la UE apuntaban que la futura presidencia podría venir de la social democracia, ya que los cuatro cargos más importantes de la UE (las presidencias del Consejo Europeo, de la Comisión y del Parlamento europeo) son actualmente ocupados por conservadores.
A la hora de elegir el presidente del Eurogrupo hay otro equilibrio a tener en cuenta, más allá del tradicional juego de alianzas entre familias políticas. Se trata de la brecha entre países “deudores” del sur y “acreedores” del norte que predominó durante la gestión de la crisis de la moneda única, con clara predominancia de los últimos de la mano del ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble. Mientras los países del sur se inclinan por una mayor flexibilidad presupuestaria (y más inflación) y por soluciones para aligerar el peso de la deuda; los del norte defienden restricciones presupuestarias (menos inflación) y el pago de la deuda.
Cabe destacar la postura de España y Portugal en este aspecto. Los apoyos recíprocos de los dos gobiernos a las candidaturas de sus respectivos ministros de Finanzas (el conservador español Luis de Guindos, y el socialista Mário Centeno) va más allá del espíritu “Eurovisión” del buen entendimiento institucional, con independencia del color de los gobiernos, y del apoyo mutuo y de no competencia en candidaturas internacionales. Se trata, sobre todo, de un renovado alineamiento en los nuevos equilibrios del futuro de la UEM.
El nuevo contexto del eje franco-alemán con la entrada en escena del presidente Emmanuel Macron y el nuevo tablero parlamentario alemán abren renovadas dinámicas, reflejadas en las propuestas de reforma de la UEM presentadas por la Comisión el pasado 6 de diciembre. Sin sorpresas, las propuestas del presidente Jean-Claude Juncker en el discurso sobre el Estado de la Unión del pasado septiembre, se concretan ahora en una hoja de ruta . La reforma de la UEM podrá pasar, entre otras cosas, por crear un Fondo Monetario Europeo (FME) salido del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y cambiar la gobernanza del Eurogrupo, cuyos límites se deberán definir hasta 2020.
El pistoletazo de salida se dará en la próxima cumbre europea del 14 y 15 de diciembre. Por el momento, el partido se juega entre los dos equipos “norte-sur”. Para el norte, el FME no debe ser más que un poderoso FMI del euro con competencias de auxilio a los países en dificultades a cambio de programas de ajuste. El “sur”, pivotado por Francia y acompañado por la Comisión, defiende mayores poderes para la Comisión en la gestión del euro, respaldada por un presupuesto UE/UEM. En el primer caso, el Eurogrupo se mantendrá como órgano intergubernamental, aunque más transparente. En el segundo, el presidente del Eurogrupo sería por extensión el Comisario Europeo del euro y vicepresidente de la Comisión.
La elección de Mário Centeno se debe mirar en esto contexto. A la par de los equilibrios institucionales ya mencionados, el ministro de finanzas portugués simboliza asimismo el “pasar página” a la crisis y la “austeridad” que ahora se pretende imprimir al debate europeo. Pese a su corta experiencia como político, los reconocidos méritos de dialogo y de logros de consensos de su gestión (entre el cumplimento de los compromisos europeos y la satisfacción de sus socios en el parlamento) son importantes a la hora de llevar a buen puerto una reforma con intereses tan polarizados como la gobernanza de la eurozona.
Asimismo, quien pilote la negociación tiene buenas perspectivas de estrenarse como el primer presidente del Eurogrupo, sea con el triple sombrero propuesto por la Comisión o a tiempo completo (como una solución intermedia). En 2020 se inicia el trío de presidencias del Consejo encabezada por Alemania, Portugal y Eslovenia y, si se cumplen los plazos, con un nuevo gobierno en Portugal.
La primavera del año que viene traerá también novedades en la otra pata de la gobernanza del euro con una nueva jefatura del Banco Central Europeo (BCE), cuyas políticas proactivas (compra de deuda a intereses negativos) fueron fundamentales en las salidas exitosas de la crisis. El nombre del ministro De Guindos se viene señalando como posible candidato a la vicepresidencia –en la actualidad ocupada por Vítor Constâncio, otro portugués– y el hecho de no haberse presentado a la del Eurogrupo fue leído en Europa como una señal más.
En definitiva, se abren importantes perspectivas para los dos países peninsulares en la configuración del debate sobre el futuro de la UE en los próximos años y, en particular, en la gobernanza del euro. Conectar la reforma de la UEM con el debate de la cohesión y cómo generar resiliencias para evitar choques asimétricos son prioridades ibéricas anteriores al nacimiento del euro. Pensar estratégicamente, por lo tanto, es tener en cuenta las lecciones de la crisis y aprovechar el momentum. El partido acaba de empezar.