“Un momento único puede iniciar una revolución, las acciones colectivas pueden transformar las leyes, la creatividad puede cambiar actitudes, y un invento puede alterar el curso de la historia. Paso a paso se impulsa el movimiento de las mujeres, incluso ante las adversidades”.
Con estas palabras, ONU Mujeres introduce una narración interactiva que repasa los hitos, históricos o cotidianos, que han hecho avanzar los derechos de mujeres y niñas en todo el mundo.
Junto a los importantes avances que representó la creación, a mediados del siglo XX, de Naciones Unidas (la consagración de la igualdad de género en la Carta de Naciones Unidas; el establecimiento de la CEDAW en 1979; la Declaración de Beijing y la Plataforma de Acción de 1995; la Resolución 1325 sobre Mujeres, Paz y Seguridad en el año 2000; o la propia constitución de ONU Mujeres en 2010), ONU Mujeres reconoce que el activismo del movimiento feminista ha sido esencial para impulsar y consolidar los derechos y libertades de las mujeres.
Sin el papel de la sociedad civil encarnada en las organizaciones de mujeres, y la presión activa del movimiento feminista, la agenda de la igualdad de género y los mecanismos e instituciones internacionales que la impulsan no habrían sido posibles. La propia creación de ONU Mujeres se debe, en gran medida, a la efectiva campaña promovida por las organizaciones feministas.
Fue el activismo de las mujeres el que logró, en 1893, el sufragio femenino en Nueva Zelanda, el primer país en el que las mujeres pudieron votar, inspirando así a sufragistas de todo el mundo. El activismo de las mujeres igbo de Nigeria fue el que obligó, en una protesta sin precedentes, a la dimisión en 1929 de los jefes designados por el gobierno colonial, y a la eliminación de los impuestos a las mujeres en el mercado. Fue el activismo de 1500 lavanderas dublinesas cansadas de la insalubridad en el trabajo, los bajos salarios, las horas extras y el escaso tiempo libre, el que en 1945 logró, tras una huelga de tres meses, que todas las trabajadoras y todos los trabajadores irlandeses ganaran una segunda semana de vacaciones al año por ley.
El activismo feminista de las hermanas Mirabal, y su brutal asesinato el 25 de noviembre de 1960, lograron el derrocamiento del dictador Leónidas Trujillo, y el fin de la dictadura en República Dominicana. Fue el activismo de las mujeres islandesas el que, el 24 de octubre de 1975, paralizó el país en su huelga de mujeres contra la desigualdad económica, marcando un punto de inflexión para los derechos de las mujeres en Islandia, hoy el país que encabeza el ranking del Foro Mundial de Davos en su Informe sobre brecha global de género en el mundo. El incansable movimiento de las mujeres liberianas, dirigido por la Premio Nobel de la Paz Leymah Gbowee, fue el que logró, en 2003 y tras 14 años de cruenta guerra civil, poner fin al conflicto y forzar la firma del acuerdo de paz, un proceso que culminó con la elección de la primera jefa de Estado de África, Ellen Johnson Sirleaf.
Fue el activismo de un pequeño grupo de mujeres indias del distrito pobre de Banda, en el Estado de Uttar Pradesh, contra el maltrato de género el que generó un movimiento de decenas de miles de mujeres en todo el país –el Gulabi Gang–que afrontan juntas la violencia de género.
Desde 2011, y en el marco de las primaveras árabes, las mujeres asumieron un papel protagonista en Marruecos, donde las mujeres soulaliyates luchan por los derechos a la tierra; en Túnez, donde el activismo feminista trabajó hasta lograr incluir la igualdad de género en la nueva Constitución; o en el Líbano, donde las campañas de las organizaciones de mujeres consiguieron la derogación de la ley que permitía a los violadores casarse con su víctima para evitar la cárcel.
Más recientemente, fue el activismo de las mujeres polacas el que, en octubre de 2016, impidió la aprobación de la ley de penalización del aborto (y que en enero de este año volvió a movilizarse ante un nuevo intento de endurecer esta legislación). Fueron las mujeres latinoamericanas las que, el 16 de octubre de 2016, se movilizaron masivamente en contra de la violencia de género y los feminicidios. Fue la Marcha de las Mujeres la que, el 21 de enero de 2017, aglutinó uno de los actos más multitudinarios de la historia del movimiento feminista, con una participación cifrada entre 3.500.000 y 5.500.000 de personas en todo el mundo en favor de los derechos de las mujeres. En los últimos meses, el activismo global se ha hecho viral en las redes sociales con hashtags como #NiUnaMenos, #MeToo, #YoTambién, #QuellaVoltaChe, #BalanceTonPorc, #AnaKaman, o #TimesUp en contra de la violencia de género.
Con el lema “Ahora es el momento: las activistas rurales y urbanas transforman la vida de las mujeres” este 8 de marzo Naciones Unidas quiere reconocer “el papel de las mujeres que trabajan sin descanso para reivindicar los derechos de las mujeres y conseguir que éstas desarrollen su pleno potencial”.
El impulso constante del movimiento feminista y de las organizaciones de mujeres sigue siendo esencial para hacer avanzar la agenda de la igualdad de género, y para que gobiernos e instituciones internacionales promuevan políticas públicas dotadas de recursos suficientes. A más de dos años de la adopción de la Agenda 2030, el balance del informe mundial “Hacer las promesas realidad. La igualdad de género en la agenda 2030” señala que, para que cada mujer y cada niña cuenten, hará falta “una revolución en la generación de los datos de género, pero también en las políticas, la planificación y la rendición de cuentas”. La recopilación de estos datos nunca ha sido prioritaria. Pero la ausencia de un conjunto sólido de estadísticas de género a nivel mundial, tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo, es un obstáculo para identificar las desigualdades de género y, por tanto, para poner en marcha medidas para superarlas.
La agenda 2030 tiene en la sociedad civil un aliado relevante para hacer avanzar sus objetivos. Y, sin duda, las organizaciones de mujeres y el movimiento feminista son esenciales para que el objetivo de la igualdad de género, que es además transversal a toda la agenda, sea verdaderamente prioritario para los gobiernos en todo el mundo.
También la academia y los think tanks, a través de sus investigaciones basadas en evidencias, pueden contribuir a este objetivo siendo sensibles a la recopilación de datos de género. Sin datos, las mujeres y las niñas seguirán siendo, en muchos lugares del mundo, invisibles. Ahora es el momento.