La desconfianza se ha ido instalando en nuestras sociedades. Desconfianza en los gobiernos, en los parlamentos, en los medios de comunicación e incluso en las empresas, que también han perdido en este terreno. La confianza en los directivos empresariales ha bajado en 12 puntos en un año, hasta el 37%, sobre todo por la percepción de lo que ofrecen las empresas y de cómo tratan a sus empleados.
Esta crisis de confianza, acentuada en los últimos tiempos, alimenta los populismos de diverso signo, la demanda de liderazgos fuertes cuando no dictatoriales, o de democracia directa en detrimento de la representativa. Puede tener que ver con los efectos de la crisis económica vivida, pero dado que se ha acentuado ya en recuperación, sus raíces parecen más profundas y las consecuencias de su implosión preocupantes, pues la confianza es uno de los factores básicos del buen funcionamiento y estabilidad de las sociedades, sobre todo –mas no únicamente– en las democracias.
El Barómetro de Confianza Edelman, que se viene publicando desde 2012, registra en su última edición de 2017 un marcado deterioro a este respecto. Dos tercios de los 28 países estudiados entran en la categoría de “desconfiados” (distrusters), es decir, con menos de un 50% de confianza en los gobiernos, medios de comunicación, empresas y hasta ONG. Todo ello viene acompañado de un creciente recelo (50%) hacia el libre comercio. Donald Trump no está solo en sus planteamientos. Y las preocupaciones sobre el futuro –la crisis de la idea de progreso– crecen, a pesar de que vivamos una de las épocas más pacíficas y prósperas de la historia. La corrupción y la globalización son las dos preocupaciones esenciales de los ciudadanos, pero también les preocupa la velocidad de los cambios que viven.
Sin embargo, la participación política, que algunos creen es la solución, no ha bajado: este año, el 77,7% en la primera vuelta de las presidenciales francesas (pero sólo el 48,7% en las posteriores legislativas), el 76,2% en las alemanas y el 67,6% en las recientes austriacas. La credibilidad de los líderes políticos sí ha bajado. También la del llamado Cuarto Poder: el 60% de los encuestados se fía más de lo que encuentra a través de Google que de lo que puede leerle a una firma en un medio acreditado. Los medios sociales crean burbujas o “cámaras de eco”: el 53% no escucha a gente u organizaciones con las que tienden a no estar de acuerdo.
Hay diferencias en el índice de Confianza general entre el “público informado” (España está en un 57% de confianza, frente al 60% global), y la masa (en España un 41%, frente a un 45% global). A destacar que la confianza general es mayor en la India, Indonesia y China, economías al alza. Y aunque no entre en este Índice, la desconfianza entre gobernados y gobernantes es también uno de los problemas fundamentales que confronta el mundo árabe, donde hay varias ollas acumulando presión.
Según el estudio de Edelman, tampoco crece la confianza en organizaciones internacionales que pudieran servir de sustitutas. Sin embargo, el último Eurobarómetro de la Comisión Europea, de la primavera pasada, recogía una cierta recuperación de la confianza media en la UE (42%), e incluso en el Gobierno nacional (37%, por debajo de la propia Unión), lo que confirma un posterior sondeo para el Parlamento Europeo. Pero son niveles bajos si se comparan, por ejemplo, con los reinantes en 2006; es decir, antes de la crisis. En España la confianza en la UE está en un 40% y en el Gobierno nacional en un 18%.
Otra importante reciente encuesta, esta vez del Pew Research Center en 38 países, resulta también muy relevadora, y perturbadora, en este contexto de desconfianza general, pues empiezan a parpadear luces de alerta. Hay una preferencia generalizada por la democracia en el mundo –sobre todo en las economías más ricas–, pero están creciendo los populismos y extremismos de extrema derecha y de extrema izquierda y el apoyo a dictaduras militares. El 78% de los encuestados en el mundo están a favor de la democracia representativa, pero un 66% declara su preferencia por la democracia directa, en la que los ciudadanos, más que sus representantes electos, son los que votan y deciden en cuestiones de importancia (un 38% en España lo considera algo muy bueno y un 75% bueno), lo que tiene también que ver con la desconfianza en los gobiernos, los parlamentos y los partidos políticos. Y, aunque hay un claro rechazo a las dictaduras militares, minorías importantes (24%) se pronuncian por un líder fuerte o por alternativas no democráticas, libres de interferencias de los parlamentos o de la justicia. De los encuestados, Rusia es el país con menor porcentaje (7%) de ciudadanos comprometidos con la democracia. Cuidado.
No estamos en los años 30 del siglo pasado. Las situaciones son muy distintas. Pero empieza a haber demasiados parecidos. ¿Las soluciones? Nada fáciles. Desde luego, pasan por restablecer la confianza en los sistemas. Lo que implica que han de abordar los problemas que preocupan a los ciudadanos.