La italiana Federica Mogherini fue elegida nueva Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad (AR/VP) en el Consejo Europeo del pasado 30 de agosto. Sustituía en el cargo a la británica Catherine Ashton, quien había, a su vez, sido la primera en ostentar ese puesto, ya que dicha figura sólo existe desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa en 2009 (anteriormente existía algo similar, pero con muchas menos atribuciones: el Alto Representante para Política Exterior y de Seguridad Común, también conocido como Mr. PESC).
Mogherini venía a reemplazar un mandato algo decepcionante de su predecesora Ashton, quien -también hay que ser justos en la valoración- había tenido que lidiar con la puesta en funcionamiento del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) en el marco de una crisis en Europa sin precedentes desde el comienzo de la integración comunitaria. En su haber, además, hay que señalar que Ashton logró influir en la suavización de la tensión con Irán, y asimismo ser la artífice del acercamiento entre Serbia y Kosovo, que tuvo como punto culminante la firma de un acuerdo entre las dos entidades.
Pero es en los aspectos más débiles de su legado donde quizás pueda fijarse más Federica Mogherini -si es que quiere que se la recuerde como a una representante de peso en política exterior para la UE, como es el caso de Javier Solana, antiguo Mr. PESC-. Existe un consenso casi unánime en que la Unión Europea no tiene el peso en el mundo que le corresponde por la presencia global que tiene, y aquí tiene un buen margen de maniobra Mogherini. Al mismo tiempo y como consecuencia de ello, en las graves crisis que se desataron en su mandato (como las Revoluciones Árabes o el conflicto con Rusia, ambos en su vecindad próxima) Ashton no fue capaz de desarrollar el liderazgo que se le presupone a la máxima representante de la política exterior de la UE.
No obstante, tampoco sería de recibo para Mogherini cargar con una presión que no le corresponde al 100% según los Tratados, ya que “el Alto Representante de la Unión no tiene el monopolio de la representación exterior de la UE. De hecho, el Tratado de Lisboa también atribuye al Presidente del Consejo Europeo la misión de garantizar a su nivel la representación exterior de la UE, sin perjuicio de las atribuciones del Alto Representante”. A dicha confusión en la representación exterior hay que añadir que en la política comercial común participan Comisión, Parlamento y Consejo, y que los Estados miembros siguen siendo muy reacios a ceder su soberanía en materia exterior (no hay que irse al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; con observar el reciente acuerdo a cuatro entre Ucrania, Rusia, Alemania y Francia, basta para hacerse una idea de lo que le cuesta a los líderes de los países europeos quedarse fuera de la foto).
En cualquier caso, la política italiana comenzó su andadura como Alta Representante tras el visto bueno por parte del Parlamento Europeo de su hearing del 6 de octubre pasado, en el que se dijo favorable a cooperar más activamente con el Parlamento y a desarrollar con mayor intensidad que su predecesora su otro sombrero como Vicepresidenta de la Comisión Europea. Mogherini, para sorpresa de sus críticos, mostró una mayor firmeza que en anteriores ocasiones con respecto a Rusia, y señaló que su prioridad absoluta para los próximos cinco años era moldear una verdadera política exterior europea común.
Dada la complicada situación en Ucrania, Mogherini ha tenido que dedicarle un tiempo muy importante en sus primeros 100 días, buscando activamente el cese de las hostilidades entre los implicados y reuniéndose con todos los actores del conflicto, incluyendo al Presidente Petro Poroshenko y a Serguéi Lavrov, Ministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa. Al mismo tiempo, ha relanzado el diálogo Pristina-Belgrado, que se encontraba estancado, y ha anunciado públicamente que se va a llevar a cabo una nueva estrategia para la política exterior y de seguridad de la UE.
Todo ello ha venido acompañado de una actividad frenética de encuentros (como vemos en la imagen de arriba y entre los que se encuentra una visita muy reciente a España) y también de algunas novedades en el plano institucional. Así, por ejemplo, se ha reactivado la coordinación dentro de la Comisión Europea en materias que están relacionadas con la acción exterior de la UE como son la inmigración, el comercio, la ayuda humanitaria o el cambio climático. La Vicepresidenta de la Comisión (y Alta Representante) ya ha presidido con una frecuencia bimensual el grupo de comisarios en acción exterior de la UE.
Pero para lograr ese impacto del que hablábamos antes, probablemente Mogherini debería buscar estrechar lazos con Donald Tusk, Presidente del Consejo Europeo y el único actor comunitario con la legitimidad necesaria para sentarse en la mesa con los máximos mandatarios internacionales, como ya hace en el propio Consejo Europeo. Si ambos consiguiesen trabajar de manera conjunta, identificando objetivos ambiciosos pero realizables a medio plazo, tal y como señala Stefan Lehne en su “Are Prime Ministers Taking over EU Foreign Policy?”, puede que la Unión Europea consiguiese por vez primera aproximarse a lo que puede llegar a ser esa verdadera política exterior europea común de la que hablaba la propia Federica Mogherini el pasado 6 de octubre.