A menos de un año de las próximas elecciones al Parlamento Europeo, se empiezan a dar los primeros pasos en la carrera electoral. Los partidos políticos están pensando sus estrategias, los intelectuales lanzando sus planteamientos, e incluso otros actores, como jóvenes comprometidos, expresando sus ideas al respecto.
¿Son importantes estas elecciones? ¿Por qué?
Sin duda alguna, sí. Son importantes porque el Parlamento es la única institución comunitaria democráticamente elegida de manera directa por los ciudadanos. En un contexto de crisis económica y desconfianza hacia las instituciones, a nivel tanto nacional como europeo, existe el riesgo evidente de que se produzcan unos resultados de participación desastrosos. A este respecto, hay que señalar que desde 1979, primer año en que se podía votar en las elecciones al PE, la participación ciudadana no ha hecho sino descender, pasando del 63% entonces al 43% en las últimas (2009).
Este continuo desencanto ciudadano con la institución democrática europea por excelencia ha provocado que a pesar de que el Parlamento Europeo ha logrado tener mucho más poder a lo largo de este período, se ha producido una pérdida de su peso específico en la toma de decisiones. Dicha pérdida ha sido paralela a la conquista de un mayor espacio por parte del Consejo Europeo, aprovechando la crisis económica. Un Consejo Europeo, representante de los deseos de los Estados Miembros, reacios a la pérdida de soberanía y reticentes al progreso de la Unión Europea (como por ejemplo es el caso del Reino Unido).
El peligro fundamental en estas circunstancias es una bajada (sí, aún más) de la participación de los ciudadanos en las elecciones, que conllevaría una mayor pérdida de legitimidad para el Parlamento, que así tendría muy difícil poder enfrentarse a determinadas decisiones del Consejo Europeo.
Los hay que consideran que el peligro no es esta probable bajada, sino el aumento del voto para las opciones euroescépticas y/o xenófobas a lo largo y ancho del continente. En España no existen partidos políticos consolidados de estas tendencias, con lo que el problema no parece que sea real.
Para luchar contra la abstención, los partidos políticos han decidido elegir a su candidato a Presidente de la Comisión, si es que su opción política resulta la triunfadora. El Grupo de los Socialistas y Demócratas (del que su representante español es el PSOE), se ha decidido por el actual Presidente del Parlamento, el alemán Martin Schulz, como candidato. El Partido Popular Europeo (PPE) todavía no tiene candidato definitivo, aunque lo tendrá en breve. Los otros grupos políticos europeos parecen que van a seguir la misma senda.
En cualquier caso, resulta cuando menos dudoso que esta iniciativa, recogida ya en el Tratado de Lisboa y que le daría una nueva legitimidad a la Comisión (una legitimidad democrática directa), ilusione a unos ciudadanos europeos sometidos al rigor de la austeridad y donde los cambios no terminan por llevarse a cabo.
Por ello, y para confrontar el peligro de que se consuma otra bajada en la participación electoral, todos los actores políticos deben concienciarse y actuar en consecuencia de cara a las elecciones al Parlamento Europeo de 2014.
Así, el propio Parlamento y el resto de las instituciones (Comisión, fundamentalmente), deben profundizar en la explicación de cómo funciona la UE. Los partidos políticos han de entender que se trata de una oportunidad única para debatir en clave europea, y mostrar a su electorado cuál es su posición en la construcción europea, dejando a un margen los temas nacionales. Además, los medios de comunicación tienen un rol importante, debiendo ser más claros cuando se refieren a “Europa” o “Bruselas”. Los think tanks, por su parte, han de utilizar sus herramientas analíticas y actuar como foro de debate, manteniendo el rigor. Por último, pero no por ello menos importante, la sociedad civil organizada ha de utilizar las herramientas democráticas de que dispone para reclamar de esta manera una Europa mejor para los ciudadanos.