Estamos en una paradoja. La UE ha avanzado significativamente en los últimos tiempos en su unificación y capacidad, pero a la vez se ha atado más al mástil del poderío de EEUU. En términos geopolíticos, Emmanuel Macron y Olaf Scholz han mantenido la capacidad de interlocución con Vladimir Putin, pero este les hizo claramente saber que quién decidía sobre la política occidental era “el otro” (el presidente de EEUU, Joe Biden).
La UE ha dado saltos de gigante con la pandemia (con un importante fondo europeo de recuperación, y la compra de vacunas coordinada desde Bruselas). Ha reaccionado de forma robusta ante la guerra de Ucrania (con la adopción rápida de sanciones a Rusia, ayuda militar coordinada al país atacado y la acogida de millones de refugiados en unas semanas). Ha adoptado una Brújula Estratégica, ejercicio nada fácil a 27. Sí, se puede decir que ha nacido la “Europa geopolítica” por la que ansiaba la actual Comisión Europea desde que se instaló en Bruselas a finales de 2019. Se han puesto ladrillos para una Europa de la seguridad, pero la defensa sigue en una OTAN comandada por EEUU. La UE es más, pero también menos en términos relativos porque algunas demandas son mayores. La guerra ha hecho que subiera la marea en materia de seguridad y defensa.
El concepto de autonomía, no digamos ya soberanía, estratégica europea tendrá que ser sometido a revisión. Incluso el de autonomía tecnológica o digital. A este respecto, por ejemplo, la UE quiere reducir su dependencia extranjera en materia de chips, sobre todo tras las interrupciones en las cadenas de suministro derivadas de los efectos de la pandemia y la mayor demanda de estos componentes esenciales con la creciente digitalización. Se plantean programas europeos al respecto. La Comisión Europea ha propuesto una Chips Act, una ley de chips. Hay Proyectos Importantes de Interés Común Europeo (IPCEI) sobre microelectrónica y sobre semiconductores. España ha lanzado un Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) nacional sobre chips y semiconductores, financiado con fondos europeos. Pero el primer gran paso europeo ha sido invitar a la estadounidense Intel a abrir una fábrica de microprocesadores en Alemania (con ramificaciones en otros Estados miembros). El dominio de las grandes tecnológicas estadounidenses, a las que hay que sumar las chinas, es patente. Europa genera regulación, pero aún no verdaderas alternativas, aunque está aún por ver cómo se materializa la “década digital europea” lanzada desde Bruselas con apoyo entusiasta de los países miembros.
Se suele afirmar que la UE avanza a golpe de crisis, pero no es del todo verdad. Como ha indicado Jeremy Shapiro del ECFR, en 2008 la economía de la UE con el Reino Unido era similar a la de EEUU: 16,2 frente a 14,7 billones de dólares. En 2020 la estadounidense ya era una tercera parte mayor. La crisis de 2008 y la mala reacción de la UE están detrás de esa tendencia. Aunque los planes de Bruselas pretenden recuperar ese terreno perdido, con los efectos de esta guerra estas divergencias pueden ir a más, pues EEUU está en mejor posición económica y energética (es exportador neto de gas y petróleo, en lo que también la dependencia europea en su socio norteamericano crece). Diversas proyecciones indican que el shock de esta guerra será mayor en la UE que en EEUU.
En esos años, además, el gasto militar de EEUU aumentó, mientras el de la UE más el Reino Unido se redujo, aunque volvió a crecer a partir de 2014 (ocupación de Crimea) y ahora se haya decidido un incremento para llegar en unos años a la cifra mágica (y arbitraria) de un 2% del PIB. Mientras Putin mejoraba sistemáticamente las fuerzas militares rusas, Europa se desarmaba, aunque el gasto militar de los 27 es cuatro veces superior al de Rusia y equivalente al de China, pero con menos resultados operativos por multiplicación de elementos y falta de interoperabilidad. Los europeos hemos de aprender a gastar más, sí, pero, sobre todo, a gastar mejor, de forma más integrada, lo que requiere superar o conciliar las distintas percepciones sobre las amenazas y una política industrial militar común. No habrá soberanía o autonomía estratégica sin una base industrial militar propia. Se han dado pasos al respecto, como el Fondo Europeo de Defensa, pero demasiado tímidos. Y la primera decisión de Alemania en consonancia con la decisión de aumentar sobremanera su gasto militar ha sido la de encargar F35 estadounidenses para renovar su flota de obsoletos cazabombarderos. Contribuye a la paradoja.
Puede cambiar. De hecho, ya se ha producido un cambio de cultura estratégica. La UE ha decidido poner en pie una fuerza rápida de 5.000 efectivos, pero está por ver su operatividad (proyectos incluso más modestos se han quedado estancados) y su efectividad, más allá de servir para evacuaciones en crisis. No se trata, en ningún caso, de crear un “ejército europeo” ni de competir con la OTAN, sino de ser capaces los europeos de actuar sin EEUU o la Alianza Atlántica. La Brújula Estratégica hace propuestas concretas, con un calendario de aplicación bastante preciso, para mejorar la capacidad de la UE de actuar con decisión en las crisis y defender su seguridad y la de sus ciudadanos. Si lo logra, en unos años la UE se habrá transformado. Incluso con Dinamarca, que va a celebrar el 1 de junio un referéndum para suprimir las excepciones (opt outs) en materia de Política de Seguridad y de Defensa Común. Mas no a costa de la OTAN. Menos aún cuando pueden ingresar en la OTAN Suecia y Finlandia, dos miembros de la UE que puede ver su membresía más en consonancia con la europea de la Alianza Atlántica, sin llegar a ser total.
Otro elemento significativo, otra paradoja, o parte de la misma, es que unos días antes de que empezara la invasión rusa de Ucrania, Francia anunciara su retirada militar de Mali en cuatro a seis meses, mientras Rusia se ha hecho más presente en la zona, y África se ha convertido en un campo de competencia crucial en el enfrentamiento entre Occidente y sus rivales geopolíticos, China en primer lugar.
Al hablar de seguridad y defensa, más aún tras los avisos de Putin y de Medvédev, se plantea la cuestión central y estratégica del arma nuclear, para un paraguas para Europa hoy por hoy mucho más en manos de EEUU que de Francia, la única potencia nuclear en la UE tras el Brexit.
La UE se ha puesto a correr, vive un momento geopolítico, ha comenzado a hablar el “lenguaje del poder” (como lo llama el alto representante, Josep Borrell) y pretende no seguir a EEUU de forma incondicional y poder actuar por su cuenta. Sobre todo, cuando la futura orientación de EEUU está en el aire ante sus próximas elecciones legislativas y presidenciales. Si la UE desarrolla todo lo que se ha propuesto en materia de política exterior, seguridad digital, medioambiente, economía, etc., se habrá transformado. Pero el mundo cambia a mayor velocidad y EEUU va más rápido. Resultado paradójico: más dependencia; y dentro de un proceso global de desoccidentalización y deseuropeización.
Imagen: Los ministros de Defensa de la OTAN debaten sobre Rusia, Ucrania y la seguridad nuclear en Bruselas (febrero de 2022). Foto: NATO.