Hace algo menos de un año, publicamos el Informe Elcano de Presencia Global 2018. En él destacábamos, coincidiendo con otros estudios sobre la misma temática, que el proceso de globalización (que proponemos medir con la agregación de la presencia global de los 110 países para los que la calculamos) se ha visto primero ralentizado y luego estancado como consecuencia de la gran recesión de finales los 2000.
Cada año se produce un número importante de intercambios en muy diversas formas (desde las exportaciones de manufacturas hasta la ayuda al desarrollo, pasando por el despliegue de tropas), pero esta cantidad apenas varía desde 2012.
Este ‘nuevo normal’ que la revista The Economist ha bautizado recientemente como la Slowbalisation esconde, sin embargo, y como ya indicamos en el informe arriba citado, una importante transformación del proceso de globalización. Éste recupera algo de su carácter militar de principios de los años noventa y, sobre todo, traspasa el liderazgo del proceso de la dimensión económica a la blanda. De hecho, la dimensión blanda es la única que ha continuado creciendo tanto en términos absolutos como en su contribución al proceso de globalización en su conjunto, a pesar de la crisis. Su contribución a la presencia global agregada aumenta de 21,5% en 1990 a 28,7% en 2017 (el año más reciente para el que disponemos de datos), frente a una contribución del 53,9% y el 17,4% de la dimensión económica y blanda ese mismo año respectivamente.
¿Pero qué hay detrás de este nuevo liderazgo de lo ‘blando’? En primer lugar, recordemos que en el Índice Elcano de Presencia Global, la dimensión blanda de la presencia se define con variables de muy distinto tipo (gráfico 1).
Co-existen en esta categoría formas tan variadas de proyección exterior como las migraciones, el turismo, los deportes, la cultura, la información, la tecnología, la ciencia, la educación y la cooperación al desarrollo. Y, lógicamente, no todas se han comportado de la misma manera desde el final de la Guerra Fría que es el momento a partir del cual disponemos de datos de presencia global.
Una forma sencilla de observar qué formas de proyección blanda han sido más (o menos) dinámicas en los últimos lustros es mediante las variaciones (en puntos porcentuales) de las contribuciones relativas de cada uno de estos nueve indicadores al agregado de presencia global (gráfico 2).
En 1990, se trataba de un grupo dominado por la tecnología (8% de la presencia global total), seguido de las migraciones (3%), la cultura (2,7%), la ciencia (2,2%), la educación (1,7%), la cooperación al desarrollo (1,7%), el turismo (1,2%) y los deportes (1%). Esto es, en los primeros noventa, la tecnología era, de lejos, la forma más importante de globalización blanda, aunque las migraciones, la cultura y la ciencia también desempeñaban un papel relevante en las relaciones internacionales.
En los últimos 27 años ha sido precisamente la tecnología, la forma predominante de relación blanda al finalizar el mundo de los dos bloques, la que más fuelle ha perdido en términos relativos dentro de la masa de globalización. Esta variable representa ahora 5% de la presencia global total (con una pérdida de 3 puntos porcentuales), lo que implica que otras variables han cobrado mayor protagonismo.
Cabe también señalar que el peso de las migraciones no ha cambiado de forma significativa. Este hecho contrasta con el desempeño de otras variables como el comercio o el capital internacional (que forman parte de la dimensión económica) y viene por lo tanto a debilitar el argumento de que el actual proceso de globalización es una manifestación relativamente pura de liberalismo económico: mientras el output (el comercio) y uno de los dos principales recursos de producción (el capital) se globalizan, el otro factor de producción (el capital humano) no lo ha hecho; o al menos no en la misma medida. Como ya hemos señalado en análisis previos, el desempeño de la variable de migraciones también contrasta con los discursos sobre los del crecimiento descontrolado de los movimientos migratorios internacionales.
En línea con el comportamiento de la media de la categoría blanda, las otras siete variables han visto aumentadas sus contribuciones a la presencia global agregada en el periodo 1990-2017. Quizás como cabría esperar, el mayor incremento es el del indicador de información (que aumenta en 4,5 puntos porcentuales), seguido de los de cultura (1,9), ciencia (1,4), educación (1,3), cooperación al desarrollo (0,8), turismo (0,5) y deportes (0,04).
A diferencia de lo que ocurre en la dimensión económica, en la que se produce una concentración del crecimiento en la inversión extranjera directa, en detrimento del comercio mundial, el aumento de la contribución de la dimensión blanda responde a un crecimiento relativamente equilibrado de sus muy diversos componentes; aunque con un mayor predominio de la información, la cultura, la ciencia y la educación y crecimientos más moderados de la ayuda, (sorprendentemente) el turismo y los deportes.
En definitiva, la globalización se ralentiza o incluso se estanca, sí, pero esto ocurre a pesar de una discreta globalización blanda que poco a poco le ha ido ganando puestos a la globalización económica y a la militar, particularmente desde el estallido de la crisis económica.
Queda ahora la pregunta de cómo se ha comportado esta globalización blanda, que habitualmente relacionamos con sociedades maduras y economías desarrolladas, desde el punto de vista geográfico. ¿Han participado todas las regiones por igual en el este proceso? ¿Qué regiones han contribuido más al dinamismo de las variables científicas? ¿Y de las culturales?