El nuevo Concepto Estratégico de la OTAN, el documento guía que orienta los objetivos principales, la planificación, los recursos y los mecanismos de la Alianza, se presenta a finales de junio de 2022 en la Cumbre de Madrid. El documento no ha sido actualizado desde 2010, lo que supone que nuevos temas aparecerán en la agenda. También cabe preguntarse si habrá asuntos que ya existían y puedan quedar atrás, lo que a su vez permite entender la naturaleza adaptativa de la Alianza.
La tecnología es uno de los temas que va a crecer. No puede hacer lo contrario, dado que el Concepto Estratégico de 2010, titulado “Compromiso activo, defensa moderna”, solo contiene una frase sobre ciberataques, menciona la palabra “tecnología” en cuatro ocasiones y no hay ninguna referencia a China, país que se ha convertido en eje vertebral de la competición global a día de hoy.
Una década de desarrollo: 2010-2022
Aunque el documento de 2010 no incluyera muchos asuntos tecnológicos, lo cierto es que la OTAN sí ha ido desarrollando a nivel interno acciones de carácter estratégico para abordar tanto el impacto de las tecnologías en los principios y objetivos de la OTAN, como el uso que se puede hacer de dichas herramientas para mejorar las propias actividades de la Alianza. Además, lo ha hecho de forma escalonada y evolutiva.
En 2014 los países aliados adoptaron una política y un plan de acción en ciberdefensa, reconociendo que esta era una tarea esencial de la defensa colectiva. No fue hasta 2016 que se reconoció el ciberespacio como un nuevo dominio operativo propio y singular, y en 2019 la Alianza acordó que un ciberataque grave podría suponer la activación del Artículo 5 para poner en marcha la defensa colectiva, puesto que un ciberataque contra un aliado supone un ataque contra todos los países de la Alianza. El mismo proceso ha ocurrido con el espacio exterior. En 2019 se adoptó una Política Espacial dentro de la OTAN y se declaró el espacio como un dominio operativo. Dos años más tarde, la Cumbre de la OTAN en Bruselas de 2021 reconoció que un ataque al espacio, desde el espacio o dentro del espacio, suponía un reto severo a la seguridad de la Alianza y podría llevar a invocar el Artículo 5 nuevamente.
También se ha hecho uso de las tecnologías para mejorar la propia actividad de la OTAN. Por ejemplo, cómo implantar una infraestructura de la nube dentro de la Alianza para que se pueda compartir con mayor efectividad la información al instante entre secciones, países o en misiones militares, o cómo garantizar la interoperabilidad de datos –es decir, que sistemas de distinta creación y con distintos datos sean capaces de comunicarse de forma estandarizada y sin errores. La complejidad del asunto explica por qué el proceso de integrar estas tecnologías para mejorar las capacidades, planes y operaciones dentro de la Alianza haya sido lento en el tiempo.
Sin embargo, durante esta década la OTAN percibió que no podía mirar solo hacia dentro de la Alianza en materia tecnológica. También debía cooperar con terceros países socios de la Alianza. El Programa de Ciencia para la Paz y la Seguridad (SPS, por sus siglas en inglés) busca apoyar la cooperación en ciencia, tecnología y de innovación en proyectos civiles. Aunque se creó en 2006, el SPS ha crecido a mayor velocidad en los últimos años, en áreas como la ciberdefensa (con cursos de formación avanzada a 400 personas en Azerbaiyán, Jordania y Túnez) y apoyando la investigación en tecnologías como la computación cuántica o la seguridad de sistemas físicos.
Una década de estructuración y coordinación: 2022 y en adelante
Han sido los últimos desarrollos en 2021 los que ya dibujan una idea de lo que se puede esperar en el Concepto Estratégico de 2022. En febrero del año pasado, se respaldó una estrategia para las tecnologías emergentes y disruptivas (EDT) que guiara el desarrollo de las mismas. Un mes después, el Grupo Asesor de EDT publicaba su primer informe anual, identificando áreas concretas donde las EDT deben desarrollarse más. En junio de 2021, la Cumbre en Bruselas acordaba lanzar DIANA, el Acelerador de Innovación en Defensa para el Atlántico Norte, y establecer el Fondo de Innovación de la OTAN.
¿Cuáles son los retos del nuevo Concepto Estratégico que viene para esta década?
Primero, marcar una lista de prioridades sobre las EDT en dos sentidos. La OTAN ya ha definido siete áreas prioritarias, pero en cada una de ellas sería recomendable concretar su nivel de criticidad. Se necesita distinguir entre tecnologías críticas, significativas, de impacto limitado y periféricas. No es una tarea sencilla, puesto que es un esfuerzo que se hace desde algunos países aliados, por ejemplo, con la actualización de la lista de tecnologías críticas por parte de la Casa Blanca en EEUU. El segundo enfoque de priorizar unas EDT sobre otras es hacer una evaluación de qué contribución tienen estas EDT a la defensa y seguridad de la Alianza, en el corto, medio y largo plazo. Delimitar bien estos tiempos es lo que puede hacer que se asignen recursos de forma eficiente, además de evitar potenciales duplicaciones.
Esto es beneficioso tanto para la OTAN como para los propios países aliados a nivel individual y podría evitar descoordinación y falta de coherencia como ya se detectó en la auditoría del Inspector General sobre los proyectos de IA que desarrollaba el Departamento de Defensa de EEUU en 2020. Pero no solo beneficia en el plano más táctico: también permite mejorar la toma de decisiones estratégicas cuando se tenga que determinar qué papel debe tener la OTAN para disuadir ciertos desarrollos tecnológicos de terceros países.
El segundo reto es que los proyectos de innovación sean flexibles y ágiles. El mecanismo DIANA se va a focalizar en las tecnologías profundas, que son las siete áreas prioritarias que la Alianza ya definió (inteligencia artificial, procesamiento de Big Data, tecnologías cuánticas, autonomía, biotecnología, materiales nóveles y espacio), lo que hace necesario que las start-ups, equipos investigadores y empresas tecnológicas que participen en la red de aceleradoras y centros de testeo que hay en más de 20 países aliados pueda reinventar sus proyectos en caso de que no cumplan con lo esperado o fallen.
Muchos de los países aliados también forman parte de la UE. Se espera que para este año se publique la Declaración Conjunta UE-OTAN para detectar líneas de colaboración. El Fondo de Innovación de la OTAN, que es el primer fondo de capital riesgo multi-soberano del mundo, DIANA y el Consejo Europeo de Innovación de la UE deberían trabajar conjuntamente para que las start-ups, especializadas pero pequeñas, puedan crecer.
La percepción será importante también. A la Cumbre de Madrid van a acudir países no miembros de la OTAN de Asia-Pacífico, incluyendo Australia, Corea, Japón o Nueva Zelanda. El primero y el tercero cooperan bilateralmente con EEUU a través del Quad, Australia ya lo hace a través del AUKUS y la UE está trabajando en Acuerdos de Colaboración Digital con Corea y Japón. Ante esta multiplicidad de iniciativas, garantizar confianza mutua en los proyectos tecnológicos –dentro de la OTAN– va a ser importante para su sostenibilidad en el largo plazo.
Además, los debates de los últimos años sobre crear una política de la OTAN sobre China están todavía por cerrarse y supondrá un asunto sensible, pues los países tienen distintas visiones acerca de cómo relacionarse con China tanto en lo político y militar, como en lo tecnológico.
En conclusión, el Concepto Estratégico 2022 es una ventana de oportunidad. Y, como tal, va a suponer muchos retos. Es por ello que trabajar desde el principio con un enfoque integral será una condición sine qua non para su éxito.
Imagen: Prueba de la OTAN de tecnología contra los drones durante el ejercicio de interoperabilidad técnica en Vredepeel, Países Bajos (2021). Foto: NATO North Atlantic Treaty Organization (CC BY-NC-ND 2.0).