El 30 de enero de 2017, la Unión Africana (UA) pasó de tener 54 estados miembros a tener 55. Ese día, cerca de 40 de sus integrantes apoyaron la solicitud de readmisión de Marruecos en la organización panafricana. Era el único estado del continente africano que permanecía al margen.
Marruecos fue miembro fundador en 1963 de la Organización para la Unidad Africana (OUA), predecesora de la UA, pero decidió abandonarla en 1984 por la admisión de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en su seno. Por su parte, la RASD figura como miembro fundador de la UA en su Acta Constitutiva que entró en vigor en mayo de 2001.
Tras más de tres décadas de ausencia, Marruecos ha vuelto a la organización panafricana a pesar de que la RASD sigue siendo miembro de pleno derecho. La decisión marroquí habría parecido inimaginable hasta hace menos de un año. Sin embargo, en julio de 2016 el rey Mohamed VI reconoció que el autoexilio de su país de la UA tenía que ser corregido, en lo que suponía un reconocimiento de la inutilidad de la política de “silla vacía”.
La decisión de solicitar la readmisión en la organización continental ha sido un empeño personal del monarca alauí. Esa decisión fue precedida por una intensa campaña diplomática que incluyó numerosas visitas del rey de Marruecos a países del África subsahariana. Asimismo, Marruecos ha desarrollado un plan de expansión de sus actividades económicas y comerciales en el resto del continente, sobre todo en los países de África occidental y en los francófonos. En la actualidad es el segundo inversor africano en el continente, por detrás de Sudáfrica. La presencia de sus bancos, empresas de telecomunicaciones, aseguradoras y líneas aéreas no deja de crecer en distintos países africanos. También busca una mayor influencia religiosa mediante la formación de imames y ulemas subsaharianos en instituciones islámicas marroquíes.
Sin embargo, el reingreso de Marruecos en la UA plantea una serie de interrogantes, con el conflicto del Sáhara Occidental como telón de fondo. El primero y más obvio es la contradicción que supone asumir el Acta Constitutiva de la organización, mientras se niega la existencia de uno de sus miembros. Marruecos no reconoce ni la RASD ni la opción de la independencia en un hipotético referéndum de autodeterminación del Sáhara Occidental, y es prácticamente impensable que eso vaya a cambiar en las condiciones actuales.
El Artículo 4 de dicha Acta Constitutiva fija los siguientes “principios” para las relaciones entre los estados miembros de la UA: la igualdad soberana y la interdependencia, el respeto de las fronteras existentes en el momento de la independencia, la resolución pacífica de conflictos, la prohibición del uso de la fuerza o de la amenaza de su uso, la coexistencia pacífica, así como el derecho a solicitar la intervención de la Unión para restaurar la paz y la seguridad, entre otros principios.
El hecho es que Marruecos ha reingresado en la UA sin poner condiciones, pero también sin conseguir concesiones (al menos públicamente). Una primera consecuencia de ello es que las autoridades de Marruecos y del Frente Polisario se van a tener que acostumbrar a sentarse en torno a la misma mesa en las cumbres y en las reuniones de los distintos órganos de la UA. Puede que desde la perspectiva oficial marroquí se cuente con que esa convivencia sea más o menos breve en el tiempo. Sin embargo, nada garantiza que así sea. El conflicto del Sáhara Occidental está repleto de ejemplos de situaciones en principio temporales que luego se eternizan.
Con la entrada de Marruecos en la UA se ha llevado el conflicto territorial del antiguo Sáhara español al corazón de la organización panafricana. Con ello, Rabat puede intentar neutralizar desde dentro la única organización internacional en la que la RASD recibe el tratamiento de estado miembro. También podría ser que las autoridades marroquíes buscasen tensar la cuerda entre sus aliados y sus adversarios dentro de la UA, con la esperanza de lograr, con el tiempo, un triple objetivo: 1) la expulsión de la RASD de la UA, 2) trasladar la batalla diplomática en torno al conflicto del Sáhara Occidental de la ONU a la UA, y 3) acabar imponiendo su solución de una autonomía limitada del territorio como parte del reino alauí.
Las voces más optimistas han destacado que la vuelta de Marruecos a la organización panafricana representa una oportunidad para avanzar en la integración continental mediante la resolución de los conflictos desde la propia UA. También han querido interpretar que el paso dado por Marruecos representa un enfoque más conciliador, al no haber impuesto condiciones previas. En contraste con lo anterior, los observadores más pesimistas ven que existe el riesgo de que Marruecos opte por torpedear el funcionamiento de la organización panafricana desde dentro. Además, advierten de que Rabat puede trasladar tácticas agresivas de presión política al interior de la UA, como ya ha hecho en el pasado con otros socios y organizaciones internacionales cuando se han incumplido ciertas expectativas por parte marroquí.
Marruecos ha mostrado explícitamente su voluntad de forzar la suspensión o expulsión de la RASD de la Unión. Sin embargo, sus estatutos no prevén la expulsión de ningún miembro. Tan sólo la suspensión de gobiernos que alcancen el poder de forma inconstitucional. Para que Marruecos logre su objetivo, necesitaría provocar una modificación de esos estatutos, para lo que se requiere el voto a favor de dos tercios de los miembros. De dar ese paso, se encontraría con el rechazo frontal de países africanos relevantes como Sudáfrica, Nigeria y Argelia, entre otros. Podría ocurrir que la batalla magrebí por el Sáhara se convierta en una batalla continental por los ámbitos de influencia. Tampoco cabe descartar que el nuevo statu quo se alargue en el tiempo, sin que Marruecos logre avanzar sus intereses.
El tiempo dirá si la reincorporación de Marruecos a la UA contribuirá a acercar posiciones entre los distintos actores magrebíes o si, por el contrario, elevará el nivel de tensión entre ellos, llegando a contaminar las relaciones intra-africanas. Es evidente que Marruecos ha hecho una apuesta fuerte entrando en la UA, pero también lo es que esa apuesta viene acompañada de riesgos reales para sus intereses y para su imagen. ¿Acogería Marruecos una cumbre de la UA con sus 55 miembros?