El 23 de febrero Sarajevo se despertaba con la presencia de Federica Mogherini. El motivo de la visita de la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad era afianzar la iniciativa que de mutuo acuerdo habían alcanzado días atrás la Unión Europea y Bosnia para que esta avanzase en el proceso de integración. Dos meses antes, los catorce partidos representados en el Parlamento bosnio habían aprobado por unanimidad el compromiso de implantación de las reformas económicas que Bruselas exigía para que el proceso se desatascase. Tras la visita de Mogherini al país balcánico, el Consejo Europeo adoptó el Acuerdo de Estabilización y Asociación –AEA en adelante- como fase previa para la petición de adhesión, que además permite a Bosnia recibir fondos para poder ejecutar estas reformas.
La decisión de iniciar una estrategia de empuje a Bosnia hacia la adhesión ha estado encabezada por Alemania –confirmando su papel de líder en la política exterior de la eurozona– y Reino Unido, que ante la pésima situación del país, la pérdida del poder blando que está teniendo la UE en la zona frente al auge del nacionalismo y la amenaza de la radicalización yihadista en entornos de pobreza y marginación social, vislumbran con miedo la posibilidad de dejar atrás a un Estado que, con el estatus de candidato potencial, representa un enclave geográfico vital para Europa. La situación económica de Bosnia se puede observar en cifras como el 44% de tasa de desempleo o un salario medio de 1.286 marcos (657 euros), que añadidos a los manifiestos índices de corrupción provocaron el año pasado la revuelta conocida como “Primavera Bosnia”.
El plan estratégico de Bruselas presentado en noviembre de 2014 por los ministros de Asuntos Exteriores de Alemania y Reino Unido, Frank W. Steinmeier y Philip Hammond, en el marco de la Conferencia de los Balcanes Occidentales, tiene como objetivo conseguir que Bosnia adopte las reformas consecuentes de la ejecución del Pacto para el Crecimiento y el Empleo, ofreciendo la adhesión como incentivo.
Esta estrategia es la misma que se ha brindado al resto de países candidatos de los Balcanes, dando la sensación de que la Unión Europea no tiene otro instrumento político que utilizar en la zona que no sea la ampliación. Esto conlleva además un error en tanto la adhesión no debe utilizarse ni como herramienta ni como fin, sino como una etapa necesaria en el proceso comandado por Bruselas para conseguir la estabilidad de todos los ciudadanos europeos, no sólo de los comunitarios.
Usar la adhesión como estímulo no ha sido el único desacierto de la UE en las negociaciones con Bosnia. El plan que significó la adopción del AEA tenía un contrapeso a la imposición de reformas estructurales: la mitigación en la exigencia de la modificación de la Constitución del país en relación al caso Sejdic-Finci.
La sentencia de 2009 del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en el caso Sejdic-Finci contra Bosnia-Herzegovina dictó precedente en la jurisprudencia internacional. Era la primera vez que esta corte condenaba a un Estado por violar el Protocolo nº 12 del Convenio Europeo para la protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales. El fallo planteaba elementos definitorios de discriminación en la Constitución bosnia relativos a la elección del presidente y a la representación en el Parlamento. Los artículos IV y V eran los considerados discriminatorios por el TEDH: el primero de ellos por no permitir el acceso a la primera cámara del Parlamento de delegados que no fuesen croatas, bosniacos y serbios. El segundo por no conceder la posibilidad de ser candidato a presidente a un ciudadano que no pertenezca a una de estas tres etnias –siendo el sistema una presidencia rotatoria tripartita-.
Aunque el AEA se haya adoptado en estas últimas semanas, Bosnia y la UE lo firmaron en 2008. Precisamente la negación por parte de las élites bosnias a implementar la sentencia Sejdic-Finci y a reformar la Constitución fue lo que provocó la parálisis del proceso. Durante años Bruselas exigió a diario este requisito. A modo de ejemplo las declaraciones en julio de 2013 de los ministros de Asuntos Exteriores de la UE: “la implementación de la sentencia Sejdic-Finci es un elemento clave para la entrada en vigor del AEA”. El motivo por el que la clase política de Bosnia se negaba y se sigue negando a reformar la Carta Magna es evidente: no romper el statu quo les permite seguir monopolizando el poder y sacando beneficios de los negocios públicos sin un mecanismo de rendición de cuentas que ampare al ciudadano.
Con el nuevo plan de la UE se ha pasado de obligar a Bosnia a implementar la sentencia del TEDH a aconsejar dedicarle una “special attention” al fallo. Esta permisibilidad en el asunto de la reforma constitucional y la vulneración de derechos humanos que de ella deriva actúa en contra de la nueva estrategia de la UE en cuestiones de ampliación, mediante la cual, con el denominado nuevo enfoque, se prioriza en la aplicación de los Criterios de Copenhage las cuestiones relacionadas con los principios de libertad, democracia, igualdad, imperio de la ley y respeto por los derechos humanos a los criterios económicos.
La Unión Europea tiene que ayudar a Bosnia, pero hacerlo de una forma en la que contradices a tu propio poder judicial en el marco de un Estado cuya Constitución legitima la discriminación es mirar a otro lado mientras se vulneran derechos individuales de tus propios ciudadanos.