Hay que remontarse hasta 1778 para hablar del comienzo de las relaciones bilaterales entre España y EEUU. Entonces, la Corona española ofreció asistencia militar y financiera a la emergente nación durante la guerra de independencia, un lazo histórico que ha sido precisamente el elemento que más se ha destacado de la visita de los Reyes de España a EEUU entre el 14 y el 19 de junio de 2018. El viaje atendía principalmente a la invitación cursada en 2015 y reafirmada el año pasado para acudir al tricentenario de la ciudad texana de San Antonio, y al que se sumó la celebración del también 300 aniversario de Nueva Orleans, en Luisiana. Pero el viaje debe tener más lecturas, empezando por la oportunidad para poner en valor la imagen de la España de hoy en tierras estadounidenses.
“La deriva de Washington […] hace temer una nueva “politización” de la relación bilateral, como ocurriera años atrás con la guerra de Irak”
EEUU y España son amigos, socios y aliados, con una relación más o menos fluida e intensa según la época y los vaivenes de la historia. En los últimos años ambos gobiernos han llevado a cabo los esfuerzos necesarios para promover las relaciones bilaterales a través de la firma de acuerdos, de contactos de alto nivel y de continuas visitas entre ambas orillas del Atlántico. Se trata, eso sí, de una relación asimétrica como la que tienen casi todos los países del mundo con la gran potencia estadounidense. Por eso es importante distinguir entre lo que es la relación puramente bilateral de aquello que une a España y EEUU en los asuntos de la agenda internacional. Es en esta segunda parte de la relación donde hay que tener en cuenta el nuevo entorno estratégico, la crisis del orden liberal internacional y algunas políticas de la actual Administración estadounidense porque añaden nuevos retos a la relación. La deriva de Washington en temas como el proteccionismo, el cambio climático y el acuerdo nuclear con Irán dentro de ese terreno especulativo en el que parece querer moverse la Administración Trump hace temer una nueva “politización” de la relación bilateral, como ocurriera años atrás con la guerra de Irak.
Curiosamente es en este ámbito, el de la agenda internacional, donde EEUU ha deseado durante los últimos años una mayor implicación por parte de España, sobre todos tras nuestros primeros signos de recuperación económica y porque desde el punto de vista de Washington España cuenta con todas las papeletas y elementos para sobresalir: España es atlantista, mediterránea, europea, comprometida con la lucha contra el terrorismo, firme aliada de la OTAN y está retomando una senda de crecimiento.
Esa incertidumbre sobre EEUU y su papel en el mundo no debe, sin embargo, impedir que España busque los canales adecuados para que la relación exclusivamente bilateral sea más intensa. El objetivo debe ser satisfacer todo el potencial que tiene y que España no se conforme con ser un socio más de la lista de los aliados de EEUU, a pesar de la asimetría estructural en la relación. De hecho, el futuro de relación exclusivamente bilateral se debe mirar con creciente optimismo.
Las bases, su economía
La “pata” de defensa ha sido y es la insignia de la relación entre ambos países, hasta tal punto que se suele afirmar que ha “contaminado” todos los demás ámbitos de la relación. Basta con recordar el esperado viaje de Barack Obama a España en junio de 2016. Debido al estallido de un episodio de violencia racial en EEUU, el presidente tuvo que reducir la visita a lo mínimo indispensable. Y Rota, la base que ha simbolizado durante décadas la relación, se quedó dentro de la agenda. Un gesto que dijo mucho de la revalorización de la presencia militar estadounidense en los últimos años. Por un lado, Morón y sus Marines, que responden principalmente a los propios intereses y planes estadounidenses al ser una base operativa del AFRICOM (Mando para África del Pentágono), mientras que Rota es clave para la defensa aliada y europea. Ésta es parte destacada del Ballistic Missile Defence (BMD) de la OTAN, si bien su importancia va más allá y desde allí se realizan operaciones de seguridad marítima, ejercicios bilaterales y multilaterales, y otras acciones encaminadas todas ellas a mejorar la seguridad del teatro europeo y la estabilidad del Mediterráneo.
“No es aventurado afirmar que España es estratégicamente más importante para EEUU de lo que EEUU es para España en materia de defensa”
No es aventurado afirmar que España es estratégicamente más importante para EEUU de lo que EEUU es para España en materia de defensa. Es una excepción en el relato de que las bases de EEUU están perdiendo fuerza e importancia en el mundo y la Península Ibérica sigue siendo clave en la estrategia de defensa de EEUU de cara a Europa, África y Oriente Medio. Pero aunque el valor estratégico, especialmente de Rota, no va a cambiar en el medio plazo, hay que continuar consolidando los atributos geoestratégicos de la península principalmente en la defensa antimisiles y en la proyección de fuerzas anfibias, navales y fuerzas especiales. Y hay que ir más allá y hacer hincapié en más presupuesto, más ejercicios bilaterales y más tecnología. De hecho, esta privilegiada relación tendrá que adaptarse a los crecientes cambios tecnológicos y ampliar la densidad de la relación en el ciberespacio, en la Inteligencia Artificial, en las iniciativas con las empresas privadas y sin perder de vista a África, donde ambos países tienen puesto el foco.
Y si en defensa España es estratégicamente importante para EEUU, en el ámbito económico EEUU es claramente estratégico para España, sobre todo en inversiones.
Con la llegada de la crisis hace una década, las empresas españolas se internacionalizaron y miraron hacia el otro lado del Atlántico. Desde entonces se ha incrementado de forma vertiginosa la inversión directa española en el país norteamericano, hasta llegar a superar a la inversión directa de EEUU en España, siendo la segunda el noveno país inversor en la primera, donde está mejor posicionada que en la economía mundial.
Energía, finanzas, metalurgia, manufacturas, construcción, transporte e infraestructuras, entre otros sectores, han sido los protagonistas de la relación. En el medio plazo quizá un nuevo plan de infraestructuras estadounidense, aún poco detallado, pueda abrir novedosas oportunidades para las empresas españolas, tan bien situadas en este campo. La reciente reforma fiscal de EEUU, con una importante reducción del impuesto sobre sociedades, también puede renovar el atractivo de EEUU y atraer a más empresas españolas. Pero el futuro será, sin duda, del sector de la tecnología de la información y de la economía digital.
Sin embargo, también hay dudas y retos de cara al futuro en este ámbito. La política energética estadounidense, la asimetría regulatoria, los retos de la digitalización económica, las medidas proteccionistas, el protocolo sobre la doble imposición e incluso el cambio en las rutas de las cadenas productivas globales deberán tenerse en cuenta en las futuras relaciones económicas entre España y EEUU, tan estratégicas para la primera.
De lo federal a lo estadual
La incertidumbre que desprende la Administración de EEUU y el nuevo entorno estratégico afectará con mayor o menor intensidad a la relación exclusivamente bilateral entre Madrid y Washington. Pero quizá una de las posibles claves para suavizar su impacto pueda ser pasar del enfoque puramente federal al estadual.
Los estados de EEUU cuentan con una gran amplitud de competencias a pesar de la paulatina ampliación del alcance del gobierno federal. Incluso los estados pueden decidir no alinearse con los husos horarios que les corresponderían, como ocurre con Arizona. No hay que olvidar que la fortaleza del poder de los estados frente al poder federal está en el origen mismo de EEUU como país. Una buena prueba de ello es la10ª enmienda, que reserva a los estados y al pueblo aquellos poderes no cedidos al gobierno federal de forma expresa en la Constitución. Y la enmienda 11ª consagra la inmunidad soberana de los estados como otro rasgo del federalismo estadounidense: una soberanía que se traduce en un atributo tan fundamental como es la potestad tributaria. De hecho, los estados de EEUU tienen regímenes fiscales diferentes e incluso muy dispares entre sí. El Congreso, además, no puede saltarse la prohibición de obligar a los estados a implementar programas federales, ni tampoco poner bajo su control directo a los funcionarios públicos de los estados.
Muchos de los estados de EEUU son por sí mismos un país. Y de ahí la importancia de subrayar la visita de los Reyes a dos estados, uno de ellos Texas. Un estado republicano, con una economía que depende mucho de México con quien comparte frontera, y que registra una tasa de crecimiento anual acumulativo del 3%. Se prevé que su fuerte crecimiento continúe en las próximas décadas, fundamentalmente por el aumento de la producción de petróleo y del shale gas, a lo que hay que añadir la innovadora industria de la biotecnología y la de las telecomunicaciones. Es, además, uno de los mejores lugares del planeta para desarrollar start-ups, y el segundo estado del país en empleo tecnológico después de California.
Es un estado cada vez más urbano, con Houston, Dallas y San Antonio entre las ciudades más pobladas del país. Un estado también crecientemente diverso, con un elevado y creciente porcentaje de hispanos, y con ciudades como San Antonio, comprometidas con el Acuerdo sobre el Clima de París a pesar de la deriva de Washington.
Tal y cómo se ha podido comprobar en la visita real, Texas cuenta con una considerable presencia empresarial española en el ámbito bancario, en las energías renovables y en la gestión de autopistas, entre otros sectores. El mensaje de empezar a hacer énfasis en las relaciones con cada uno de los estados, empezando por Texas, debe empezar a cuajar.
Washington seguirá siendo clave para la agenda internacional, pero para la relación exclusivamente bilateral el enfoque debe comenzar a cambiar: en lo económico y en lo tecnológico, pero también en lo político, en lo cultural y en lo académico, los estados de EEUU deben ser la clave.