El retorno de Nicolas Sarkozy a la política activa, anunciado el pasado 7 de noviembre, viene marcado por el próximo cambio de denominación de su partido. El centro derecha francés, mayoritariamente heredero y continuador del gaullismo, adoptó en 2002 (fecha de la reelección presidencial de Chirac), las siglas UMP (Union pour un Mouvement Populaire). Sin embargo, para Sarkozy esta denominación carece de fuerza expresiva para aglutinar a votantes y simpatizantes. Hay que buscar nombres que sean a la vez llamamiento y destino, que busquen sus raíces en una historia que se recrea en la contemplación de su grandeza. Menos siglas y más nombres. No hace falta que el nombre contenga a Francia, pero si uno de los rasgos que caracterizan a esta nación a lo largo de más de dos siglos: la república. Se diría que Sarkozy pretende transmitir la imagen de una situación de emergencia nacional, un tanto similar a la vivida por De Gaulle en 1947, año de la fundación de su partido Rassemblement pour la France (RPF), una denominación que evoca la necesidad de salvar a la patria, en una línea no muy diferente del famoso llamamiento del General a través de la BBC el 18 de junio de 1940. Tan solo hay una diferencia entre los dos acontecimientos: en un caso se pretendía salvar a Francia de los alemanes, y en el otro de la república parlamentaria. Triunfó finalmente el presidencialismo gaullista, aunque los ecos patrióticos en las siglas no desaparecieron, tal y como demostraría en 1976 la formación del Rassemblement pour la République (RPR) por Jacques Chirac. Pero Sarkozy quiere ahora un nombre mucho más directo: los Republicanos.
No faltarán socialistas que crean que este nombre pone en sus manos un instrumento de ataque contra el ex presidente francés. Son de los que asocian a los republicanos con el Great Old Party de EEUU, por no decir con George W. Bush y el Tea Party. Si encima lo propone Sarkozy, “el americano”, tal y como le llamaban algunos medios en su época de ministro del interior de Chirac, la descalificación resultará sencilla. Sin embargo, da la impresión de que esos socialistas, a los que también podrían sumarse integrantes del Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen, no han leído a Régis Debray, el veterano filósofo de las revoluciones del Tercer Mundo y un desencantado del socialismo francés y de Mitterrand. Debray, en un artículo clásico en Le Nouvel Observateur (30/11/1995), distinguía entre democracia y república. Sus simpatías estaban por esta última, pues la república sería el modo específico francés de ejercer la democracia. Para Debray, es una forma original y superior de democracia. En cambio, la democracia, en su versión anglosajona, es la consagración del comunitarismo y del individualismo colectivo. Por el contrario, la república agrupa a ciudadanos libres e iguales en derechos, mientras que la democracia fomenta la descentralización y el corporativismo que solo responden a intereses particulares. ¿Dónde quedaría lo de la república “una e indivisible”, proclamada en las constituciones de 1946 y 1958? La república aglutina la libertad con la razón, y el Estado de Derecho con la justicia. La república es la unión de la Asamblea Nacional y la Sorbona, mientras que la democracia, entendida una vez más en su espejo estadounidense, pretende compaginar el templo y la Bolsa. Irónicamente el filósofo prefiere que de la escuela republicana salgan parados ilustrados, y no imbéciles competitivos. Tampoco será extraño que para Debray la India sea tan solo una democracia, aunque lleve la denominación de república, y menos aún que este filósofo “antipolítico” terminara por ser un apologista de De Gaulle y un defensor de la Europa de las naciones frente al federalismo europeo.
Sarkozy participa en gran manera de la visión republicana de Régis Debray. Calificar a su partido como los republicanos equivale a decir que los socialistas se han apartado de los valores de la república en nombre del derecho a la diferencia y del multiculturalismo. Pero tampoco ve el ex presidente el ideal de la república en el FN, aunque Marine Le Pen tampoco ha descuidado en los últimos tiempos cierta retórica republicana para borrar su imagen ultraderechista. En consecuencia, los únicos republicanos auténticos serían los de Sarkozy. Es cierto que el líder del centro-derecha puede tener en Manuel Valls un competidor en el ámbito de la apología republicana, aunque quizás confíe en que las luchas internas en el socialismo francés, sumadas a un alto umbral de voto del FN, lo descarten de la lid presidencial. El mejor escenario para Sarkozy sería, en mayo de 2017, una segunda vuelta frente a Marine Le Pen. Le gustaría una repetición del duelo entre Jacques Chirac y Jean-Marie Le Pen en 2002. Como en aquel entonces, todos los republicanos de izquierda y de derecha tendrían que decantarse por los republicanos de Sarkozy.