El 23 de noviembre se reunió en Teherán el Foro de exportadores de gas (Gas Exporting Countries Forum-GECF). Al Foro asistieron Argelia, Bolivia, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Guinea Ecuatorial, Irán, Libia, Nigeria, Qatar, Rusia, Trinidad y Tobago, y Venezuela como países miembros; y Azerbaiyán, Irak, Kazakstán, Holanda, Noruega, Omán y Perú como observadores. Surgido e institucionalizado siguiendo vagamente el modelo de la OPEP (de hecho suele denominarse con cierta displicencia GasPEP), sus miembros representan alrededor del 70% de las reservas mundiales de gas natural, más del 40% de la producción, y cerca del 65% de las exportaciones de Gas Natural Licuado (GNL).
La reunión anticipa un poco el espíritu que se prevé para la próxima reunión de la OPEP del 4 de diciembre: los precios del gas están en mínimos, hay nuevos productores con un fuerte potencial exportador que entrarán en el mercado en los próximos años, y un consumidor clave como la Unión Europea empieza a plantear exigencias difíciles de digerir para varios de sus suministradores. Estos tres elementos plantean una fuerte incertidumbre a los exportadores de gas para los próximos años. La primera incertidumbre es si el bajo nivel de precios se mantendrá en los próximos años (o durante cuánto tiempo), siendo esta la variable clave para tomar las decisiones de inversión y por tanto el vector que justifica la cooperación en el seno del GECF.
Pero el temor que corre entre los exportadores de gas es la llegada de las exportaciones de GNL de Estados Unidos, que está construyendo varias plantas de licuefacción para abastecer a Europa y Asia; algo semejante ocurre con Australia y sus planes gasistas, si bien el bajo nivel de precios actual pone en entredicho el desarrollo de otros recursos, como los de África Oriental o el gas no convencional argentino, chino o argelino. En caso de llegar a Europa, obligaría a los actuales suministradores de gas al mercado europeo a ajustar sus precios y asumir una reducción de ingresos en un momento en que los precios son ya muy bajos. Esto supone serios problemas para unos productores ya muy afectados económicamente, además de poner en entredicho nuevas inversiones en sus sectores gasistas.
La segunda preocupación es el nuevo enfoque, más asertivo, de una Unión Europea que está desarrollando una Unión de la Energía que quiere imponer un nuevo modelo de mercado. La Comisión Europea ha expresado repetidamente su rechazo a los pilares del modelo actual, basado en contratos a largo plazo y cláusulas muy restrictivas que impiden la conformación de un mercado flexible y sensible a los precios (tipo cláusulas take-or-pay, cláusulas de destino o la indexación del precio del gas a los del petróleo). La nueva Unión de la Energía apuesta desde su concepción por huir de esas fórmulas tan rígidas y dejar más espacio a la competencia entre suministradores apostando por el mercado al contado (spot) o, como mucho, contratos a 5 o 10 años frente a los de 20 o 30 años firmados hasta la fecha. También repudia las cláusulas de destino que impiden a un comprador europeo destinar parte de sus importaciones de gas a otro país, y por tanto dificultan ejercer la solidaridad con otro Estado miembro o asociado (como se ha visto recientemente con Rusia en la crisis de Ucrania). Y finalmente, opta por indexar los precios del gas no al petróleo, sino a ‘hubs’ gasistas, puntos de compra-venta de gas natural en Europa que suponen referencias más apropiadas del nivel de precios a nivel continental.
En suma, los mercados del gas natural afrontan varias transiciones en los próximos años, con nuevos productores, distintos modelos de mercado y más exigencias por parte de los consumidores en un mercado que cada vez es más de compradores y donde los exportadores tradicionales tienen una influencia menguante. Frente a ello, los países del GECF pueden reunirse para lamentarse a coro e, incluso, lamerse las heridas, pero nada de ello les permitirá cambiar de manera significativa las tendencias mencionadas. Mejor harían en prepararse para los nuevos tiempos e ir renunciando a las pulsiones dirigistas y anti-competitivas del pasado.