El cierre indefinido de la administración federal en Estados Unidos supone, además de un claro perjuicio para los ciudadanos estadounidenses, un claro riesgo para la economía mundial. De perpetuarse más allá del 17 de octubre, podría llevar a un default técnico de Estados Unidos, lo que generaría un caos en los mercados financieros internacionales de imprevisibles efectos.
Los republicanos, líderes de la cámara de representantes, pedían como condición a la extensión de la aprobación de los presupuestos, concesiones o rebajas en los objetivos de la reforma sanitaria, emblema de la primera legislatura de Obama. Ante la negativa del gobierno a ceder, 800.000 funcionarios han sido enviados a casa sin sueldo, la economía estadounidense podría perder varios puntos porcentuales de PIB y la Reserva Federal podría verse obligada a retrasar decisiones clave de política monetaria ante la falta de estadísticas.
Esta situación es como mínimo curiosa, tanto por la falta de sentido de la responsabilidad como por la negativa al cumplimiento de la legalidad por parte de los republicanos, obligados por ley a la extensión de los presupuestos.
Es cierto que a lo largo de su historia Estado Unidos ha presenciado doce cierres de gobierno, el último en 1995 durante el mandato de la Administración Clinton. Sin embargo, en esta ocasión la preocupación es mayor porque no es fácil para ninguno de los dos contendientes ceder, lo que abre la puerta a una suspensión de pagos de Estados Unidos.
La fecha clave para el mundo, que mira atónito los problemas de ingobernabilidad en la primera economía mundial, es el 17 de Octubre. Ese día, Estados Unidos alcanzara su techo de gasto, por lo que no podrá emitir deuda. Al no contar con recursos en caja tendrá que optar por recortar el gasto, lo que generaría una recesión que tendría efectos internacionales, o por no honrar sus compromisos de pago internacionales, lo que sería aún peor.
Una economía global e interdependiente como la actual no puede permitirse jugar con fuego de esta manera. El dólar se puede desplomar, los tipos de interés en Estados Unidos pueden alcanzar máximos históricos y los mercados de crédito se pueden paralizar.
Además, el dólar, principal moneda de reserva del mundo, con las ventajas que ello conlleva para Estados Unidos podría acelerar su proceso de declive relativo, abriendo la puerta a un sistema más multipolar de divisas, que, aun siendo deseable, es difícil de gestionar, sobre todo si es el resultado de una crisis abrupta en Estados Unidos.
Los líderes políticos norteamericanos deberían ser conscientes de su responsabilidad y llegar a acuerdo. El mundo, plagado ya de incertidumbres económicas y geopolíticas, no puede permitirse que su principal economía sea incapaz de actuar como un líder responsable por las rencillas internas.