Desde 2011 la producción libia de petróleo se ha desplomado, recuperado y vuelto a desplomar en varias ocasiones. Libia produjo en 2010 unos 1,7 millones de barriles diarios (mbd) de petróleo que se redujeron a apenas 500.000 bd en 2011. La producción se recuperó en la primera mitad de 2012, pero volvió a caer con el bloqueo de las infraestructuras de exportación por parte de las milicias durante el verano. Tras un acuerdo endeble, la producción alcanzó los 600.000 bd en enero pero el recrudecimiento de los enfrentamientos internos y el intento de las milicias de exportar crudo por su cuenta se saldó con una nueva paralización de la exportación.
A mediados de mayo la producción libia había caído a 200.000 bd, y la creciente inestabilidad del país amenaza con reducirla aún más. Embajadas y empresas petroleras empiezan a evacuar a su personal por el riesgo de que se desate un conflicto armado, la seguridad de las instalaciones está fuera del control de las autoridades y las compañías extranjeras, así como los propios gobiernos extranjeros carecen de interlocutores sólidos. Sonatrach y Total ya han anunciado la salida de su personal y la paralización de sus actividades, aunque la italiana ENI sigue por el momento operando en el país. En medio de la confusión de pronunciamientos, cambios de gobierno, comités constituyentes, elecciones anticipadas y asaltos reiterados a un Congreso General Nacional (GNC) incapaz de legislar, la sensación de que Libia ha caído en el desgobierno y está abocada a un conflicto civil se extiende entre la comunidad internacional y los operadores del mercado.
El momento no es, además, particularmente oportuno. Los mercados ya estaban tensionados por el conflicto de Ucrania y la posibilidad de que éste interfiera en las relaciones energéticas entre Rusia y la UE. Por otro lado, las complejidades de las negociaciones nucleares con Irán ponen en riesgo los acuerdos provisionales sobre la relajación del embargo, que vencen a finales de junio. La Agencia Internacional de la Energía acaba además de cambiar sus previsiones y apunta hacia aumentos de precios del crudo en la segunda mitad del año por un aumento de la demanda algo mayor a la esperada y problemas en algunos productores no-OPEP. Una conjunción de todos o algunos de estos factores podría elevar la prima de riesgo geopolítico contenida en los precios y afectar a la recuperación económica.
Para España, la situación que atraviesa Libia tiene profundas implicaciones geo-económicas y estratégicas, a corto y a largo plazo. En febrero de 2014, con datos de CORES, Libia apenas supuso el 4% de las importaciones españolas de crudo, mientras que en 2010 supuso casi el 13%, sólo por detrás de Irán, Rusia y Arabia Saudí. En 2010, España también importaba de Libia por GNL cerca del 1,5% de su gas, unas importaciones ahora desaparecidas. La conjunción del embargo a Irán y la crisis Libia ha tenido por tanto un impacto importante sobre el aprovisionamiento español de crudo. En el caso de Libia, la importancia de los volúmenes importados se ve acrecentada por la gran calidad del crudo libio, las facilidades logísticas que su cercanía ofrece al sistema de refino mediterráneo y la presencia de empresas españolas con inversiones importantes en el sector energético del país.
Por ello, en el medio plazo es fundamental para España recuperar la producción y los suministros libios, para luego intentar ampliar su participación en la explotación del potencial del país. Es una preferencia compartida por Italia, más interdependiente de Libia por su mayor presencia y sus importaciones de gas a través del gasoducto Greenstream. También por Francia, otro importador importante de crudo libio antes de 2011, y por otros países europeos. Para la Europa mediterránea es importante hacer ver al conjunto de la Unión que, a largo plazo, Libia es una de sus fuentes naturales de diversificación del aprovisionamiento de hidrocarburos frente a Rusia. Aunque gran parte del país permanece inexplorado, cuenta con las mayores reservas probadas de crudo de África y las cuartas de gas natural convencional del continente. A esto se suman, según las estimaciones del US EIA, las quintas mayores reservas mundiales de petróleo no convencional y reservas de shale gas que más que duplican las reservas probadas de gas convencional.
Pese a la centralidad que ocupa el país en la geopolítica de la energía de la Europa mediterránea, y el potencial que sus reservas ofrecen al conjunto de la UE como una de las formas de reducir su dependencia energética de Rusia, Europa parece tan paralizada como corre el riesgo de estarlo la producción libia en poco tiempo. Después de la intervención de 2011, en sí ejemplo de la falta de cohesión europea, la UE, ni ninguno de sus Estados miembros, se han esforzado por proveer un marco institucional viable para la gestión y el reparto de las rentas del petróleo. En consecuencia, el derrocamiento del régimen de Gaddafi ha degenerado en un conflicto por recursos entre facciones cuyas diferencias parece difícil reconciliar si no incorpora un pacto sobre la gestión y el reparto de los recursos energéticos del país.
Los hidrocarburos suponen la práctica totalidad de las exportaciones y de los ingresos del Estado, y cerca de dos tercios del PIB libio. Por ello, ya en 2011 podían verse con claridad las bases de una agenda energética para Libia: seguridad, reconstrucción y gobernanza. Recientemente, el ECFR publicaba un análisis entre cuyas recomendaciones incluía “mejorar la transparencia en la gestión de las rentas del petróleo y el desarrollo de una economía libia post-petróleo” (A European Agenda to Support Libya’s Transition). La primera parte de la propuesta es ineludible, aunque una buena gobernanza de los recursos energéticos es mucho más que sólo transparencia: requiere buena gestión de los recursos energéticos y de la política macroeconómica, una redistribución de rentas social y políticamente sostenible, y sobre todo la legitimidad necesaria para ofrecer un marco institucional creíble y estable. En cambio, el desarrollo de la economía libia no puede venir del post-petróleo, sino de un desarrollo basado en la buena gestión política y económica de sus recursos de hidrocarburos, explorando y produciendo más, no menos.
Seguridad y gobernanza son la solución recomendada para conflictos por recursos como el que se desarrolla en Libia. No puede darse lo uno sin lo otro. En su ausencia, los mercados del petróleo seguirán acusando la variabilidad de la producción libia. Es posible que conforme se aproxime la driving season veraniega, si la tensión geopolítica sobre los precios se mantiene, aumenten las presiones de EEUU para que la Agencia Internacional de la Energía libere de nuevo reservas estratégicas para apaciguar los mercados. Europa debería entender que las soluciones estivales de corto plazo no pueden reemplazar a un enfoque comprensivo sobre la situación de Libia que aborde esos grandes déficit de seguridad y gobernanza que impiden su estabilización, y con ella la reducción en la volatilidad de los precios del crudo.