¿A qué dificultades se enfrentan la sociedad libia tras la desaparición de Muammar Gaddafi?
A nadie se le escapa la dificultad de construir una nación allá donde Gaddafi dejó todo tipo de problemas y fomentó las divisiones y el enfrentamiento. El sistema de la yamahiriya sirvió como herramienta para asegurar su poder autocrático y para ejercer el control casi absoluto. En Libia no ha existido durante mucho tiempo ni una noción clara de ciudadanía ni instituciones sólidas y legítimas. El Consejo Nacional de Transición (CNT) tendrá que trabajar por la reconciliación nacional y sanar las heridas abiertas para evitar caer en una espiral de violencia y venganzas. También debe poner las bases para un nuevo sistema político representativo y legitimado, así como recuperar la capacidad productiva de hidrocarburos para sufragar los costes de la reconstrucción y facilitar el desarrollo socioeconómico del país. El CNT tiene que garantizar el orden y la seguridad interior a través de instituciones legítimas, lo que incluye el desarme, la desmilitarización, la desmovilización y la reinserción de los combatientes que han luchado desde el pasado febrero para derrocar al régimen de Gaddafi. La nueva Libia tendrá que cultivar el pluralismo y la transparencia frente a la opacidad que caracterizó al gaddafismo. Las dificultades de la nueva etapa son inmensas y no resulta difícil identificarlas. Sin embargo, la sociedad libia también cuenta con factores potencialmente favorables a una transición democrática.
¿Cuentan los libios con elementos potenciales que podrían facilitar la transición hacia un estado estable y próspero?
A pesar de las dificultades y de las incertidumbres, la voluntad de deshacerse de la nefasta herencia de Gaddafi puede ser el principal aliciente para que los libios avancen en la construcción de un estado moderno con instituciones legítimas y representativas. Libia tiene una población relativamente pequeña (cerca de 6 millones) y bastante homogénea en términos étnicos, lingüísticos y religiosos, lo que puede facilitar la búsqueda de consensos nacionales. Por otra parte, cuenta con las mayores reservas de petróleo de África. La riqueza nacional –incluidos los fondos congelados del antiguo régimen– pueden contribuir a garantizar la seguridad y la estabilidad de Libia, al tiempo que se promueve el desarrollo socioeconómico y se establecen las bases del buen gobierno. Su empleo con fines productivos dentro de Libia contribuiría a la estabilidad regional y generaría oportunidades de inversión, intercambios comerciales y mayores contactos humanos, lo que ayudaría a que Libia tenga una actitud más abierta hacia el mundo exterior y juegue un papel constructivo en su entorno norteafricano y mediterráneo.
¿Es Libia un caso típico de reconstrucción post conflicto?
No lo es por distintos motivos. Existen distintas teorías sobre la relación entre los recursos naturales y las situaciones de conflicto. Lo que está claro es que los países con rentas per cápita más altas tienen mejores resultados en la etapa de reconstrucción post conflicto que aquellos con rentas per cápita más bajas, en igualdad de otras condiciones. Libia se encuentra en una situación muy distinta a la de la mayoría de países que salen de conflictos armados y que suelen ser países empobrecidos: los libios disponen de una fuente de ingresos constante que no depende de donantes externos. Una vez desaparecido Gaddafi, debería ser prioritario asentar las bases del buen gobierno y la transparencia en la gestión de los asuntos públicos y del sector energético.
¿Qué futuro le espera al CNT?
Los rebeldes del CNT tenían en común un objetivo que era decapitar el régimen. Una vez logrado, están surgiendo discrepancias entre sus integrantes, que incluyen a nacionalistas, islamistas, liberales, laicos, políticos profesionales, líderes tribales, mandos militares y élites retornadas del exilio. Es de esperar que el CNT se transforme en distintos grupos o partidos políticos, lo que en sí mismo no sería malo para el futuro del país, siempre y cuando se controle a aquellos elementos que no respeten la pluralidad de opiniones y no crean en la alternancia y en el reparto del poder. Existe el riesgo de que se produzcan enfrentamientos a partir de las divisiones tribales, regionales y étnicas en la lucha por el reparto del poder, aunque hasta el momento no se ha recurrido a las armas para dirimir las disputas política. La clave de cara al futuro inmediato consista en la formación de un gobierno de transición inclusivo y pactado, en el que estén representados los distintos componentes de la sociedad libia comprometidos con el respeto a la diversidad y la convivencia pacífica.
¿Hay motivos para la esperanza?
La desaparición de Gaddafi y de varios de sus vástagos involucrados en la represión y en la corrupción a gran escala, podría permitir que hubiera una transición más rápida hacia un sistema de gobierno más abierto y legítimo que si los Gaddafi siguieran campando a sus anchas. Un signo positivo es que en las zonas orientales del país, que fueron las primeras en ser “liberadas” del control del régimen, la vida continuó con un grado de normalidad más alto de lo que cabía esperar en condiciones tan difíciles. Las nuevas autoridades mantuvieron un nivel aceptable de orden público, facilitaron asistencia humanitaria, ofrecieron una diversidad de servicios a la población y evitaron el desabastecimiento en los mercados. Hasta el momento, a pesar de las multitudinarias celebraciones tras la caída del régimen, no ha habido incidentes graves ni los despojos del gaddafismo han sido capaces de hacer una demostración de fuerza para vengar a su desaparecido líder. El futuro del proceso democrático en Libia se verá afectado por la evolución de las transiciones ya iniciadas en sus dos vecinos: Túnez y Egipto. A su vez, lo que ocurra en Libia podrá influir en esos dos países, tanto en un escenario de inestabilidad que genere problemas contagiosos, como en caso de una transición fluida donde haga falta mano de obra cualificada, presente tanto en Egipto como en Túnez.
¿Qué implicaciones puede tener el sangriento final de Gaddafi para otros regímenes autoritarios árabes?
Parece demostrado que a mayor represión sangrienta del régimen, más dura la respuesta de los opositores y más sonada la caída de quien ostentaba el poder y de su círculo inmediato. Una vez que los focos dejen de estar puestos en Libia, habrá más presión sobre los regímenes de Damasco y de Saná para que dejen de matar a sus pueblos y de fomentar las divisiones internas con la esperanza de así poder salvarse. Los regímenes de Bashar al-Asad y de Ali Abdalá Saleh hace tiempo que han pasado el punto de no retorno y están dispuestos a dejar a sus respectivos países en un estado de enfrentamiento civil y colapso económico. Es necesario que los gobiernos democráticos trabajen más de cerca con las oposiciones antiautoritarias en esos dos países, y en el conjunto del mundo árabe, pues los procesos de transformación que vive la región siguen en marcha a pesar de las dificultades, y así lo demuestra la caída del gaddafismo.