En la década de los años 2000 viví varios años en Canadá. Por motivos de trabajo tenía que viajar con frecuencia a Montreal. Recuerdo que en mi primera visita me llamó la atención ver algunos edificios vacíos, abandonados. Me comentaron: “son todavía las secuelas del referéndum del 95. El referéndum tuvo unos efectos económicos devastadores, y Montreal todavía no se ha recuperado”.
En el debate sobre Cataluña, puede llamar la atención la escasez de artículos, comentarios, publicados sobre procesos independentistas en otros países y las consecuencias económicas que han tenido. Quebec, en donde se han celebrado dos referéndum sobre la independencia, en 1980 y 1995, es una referencia interesante sobre las consecuencias económicas de un proceso independentista. En el caso de Escocia, por ejemplo, antes del referéndum de 2014 se publicaron numerosos artículos analizando la experiencia de Quebec como un referente de los costes económicos del independentismo.
Existen sin duda diferencias importantes entre Quebec y Cataluña, pero existen similitudes notables: en ambos casos se trata de territorios (provincia, comunidad autónoma) en los que un movimiento político reclama la creación de un Estado independiente, separándose del país al que han pertenecido durante un largo periodo de tiempo.
La incertidumbre sobre una posible separación de Canadá arrancó en 1976, tras la victoria en las elecciones provinciales del Partido Quebequés, partidario de la independencia.
La primera conclusión que se puede extraer de esa experiencia es el alto coste económico: no es el único factor, sin duda, pero el proceso independentista ha sido uno de los factores que explica la relativa decadencia económica de Quebec en las últimas décadas. Montreal fue en tiempos pasados la principal capital económica de Canadá, una posición que perdió hace tiempo en favor de Toronto.
Charles Lammam, del Fraser Institute (uno de los principales think tanks canadienses), ha subrayado la importancia que ha tenido a este respecto la marcha de sedes empresariales. De las 500 mayores empresas de Canadá, 96 estaban basadas en Montreal en 1990. En 2011 la cifra había bajado a 75, es decir un descenso del 22%. Lammam destaca la relevancia que tiene para el dinamismo económico de cualquier ciudad el contar con sedes de grandes empresas.
Ailsa Henderson, profesora de la universidad de Edimburgo, ha resaltado uno de los principales efectos que tuvo la incertidumbre sobre el futuro de Quebec: la marcha de población, que afectó sobre todo a población anglófona. La “fuga” de población se inició en 1976, tras la victoria electoral del Partido Quebequés. Entre 1976 y 1981 hubo una emigración neta de 106.000 anglófonos. En cambio, no hubo una emigración significativa en los años anteriores al referéndum de 1995. Buena parte de los que se marcharon eran profesionales relativamente de alta cualificación.
Michel Kelly-Gagnon, director del Montreal Economic Institute, ha señalado cómo antes de 1976 la población de Montreal y Toronto crecía a un ritmo parecido. Después de 1976 Toronto conoció una explosión demográfica mientras que la población de Montreal se estancó. La diferencia en la tasa de desempleo entre las dos ciudades era de dos puntos porcentuales entre 1966 y 1976. Entre 1976 y 1985, en los que el Partido Quebequés estuvo en el poder, esa diferencia aumentó a seis puntos, según Kelly-Gagnon.
La profesora Henderson se refiere también a los efectos sobre los mercados de deuda pública, citando un estudio según el cual un aumento de un 1% en el apoyo al “Sí” (a la independencia), daba lugar a un aumento del 1% en el spread de los bonos de Quebec sobre los de Ontario y los de Canadá.
Un profesor de la universidad de McGill (una de las más prestigiosas de Canadá), Christopher Ragan, concluía en un artículo –titulado elocuentemente “The staggering price of Quebec Independence”– que la independencia de Quebec supondría que el ratio de su deuda respecto al PIB pasaría de un 49% en 2013 a un 92%. Según Ragan, “un Quebec independiente no sería ciertamente un país pobre. Pero, al menos durante un tiempo, probablemente durante un largo periodo de tiempo, sería más pobre de lo que es ahora. Por supuesto, muchos quebequeses buscan la independencia por razones absolutamente ajenas a la economía, y eso no tiene nada de malo. Pero estaría bien que los políticos reconocieran algunos de los costes económicos involucrados, y llevaran así a los quebequenses a preguntarse qué precio están realmente dispuestos a pagar”.
Marcha de empresas a otras provincias canadienses, huída de población, aumento del desempleo, son algunos ejemplos de las consecuencias que ha tenido en Quebec el independentismo y sus incertidumbres.
En última instancia, la incertidumbre generada por el proceso independentista ha afectado al crecimiento económico, que en Quebec ha sido sensiblemente inferior al del resto de las provincias canadienses en las últimas décadas.
No se puede decir que el independentismo haya sido la única causa, pero sin duda ha sido una de las causas de que la renta per cápita de Quebec fuera en 2016 de 35.000 dólares, mientras que en la vecina Ontario era de 42.000 (y la renta per capita media de Canadá era también de 42.000 dólares).
(Nota: el autor fue Consejero Comercial de la embajada española en Canadá entre 2003 y 2008).