El pasado 8 de mayo, Estados Unidos se retiró del acuerdo nuclear con Irán de 2015 (el Plan de Acción Integral Conjunto o JCPOA-Joint Comprehensive Plan of Action), eliminando las exenciones (waivers) a las sanciones nucleares estadounidenses para reintroducirlas, y previsiblemente ampliarlas, el próximo noviembre. A finales de junio, el Departamento de Estado declaró su intención de reducir las exportaciones de petróleo de Irán a cero desde los actuales 2,7 millones de barriles diarios (mbd) que exporta el país. El aumento de los precios del petróleo que siguió al anuncio y la evidencia de que Arabia Saudí y Rusia no pueden compensar semejante pérdida de producción (que se sumaría a las de Libia, Nigeria y Venezuela) hizo rectificar al Secretario de Estado. El 10 de julio, Mike Pompeo anunció la posibilidad de extender exenciones a aquellos aliados que demuestren sus esfuerzos por reducir sus importaciones de petróleo iraní, como ya ocurrió en el pasado.
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Aunque se descontaba que dichas exenciones o waivers serían condicionales y temporales, la reciente escalada verbal entre los presidentes Trump y Rohaní pone en cuestión su mera aplicación. La reacción del mercado fue inmediata, con subidas importantes en la cotización del barril de petróleo el lunes 23 de julio.
China e India ya han anunciado que ignorarán las sanciones estadounidenses, y que incluso podrían aumentar sus compras de crudo iraní, del que son sus principales importadores (más de 1 mbd conjuntos). Japón y Corea del Sur, importadores asiáticos aliados de Estados Unidos, han expresado por el contrario su voluntad de reducirlas pese a las dificultades logísticas y el encarecimiento esperado de los combustibles en sus mercados. Los importadores turcos están haciendo lo mismo desde mayo. El calendario se acelera, pues el plazo dado por Estados Unidos para que terceras partes abandonen sus lazos económicos con Irán es de entre 90 y 180 días a partir del 8 de mayo, lo que haría efectivas las sanciones en noviembre.
Pero la gran cuestión es la actitud europea. En ella consiste la última esperanza iraní, que probablemente se vea defraudada. Irán ha venido insistiendo en que Europa asegure un paquete económico que permita compensar el impacto de las sanciones estadounidenses, sin el cual, aseguran sus líderes, difícilmente podría permanecer en el acuerdo nuclear. Dicho paquete de demandas incluye garantizar las transacciones bancarias y las importaciones de petróleo (más de 700.000 barriles diarios). La Unión Europea, por su parte, ha permanecido relativamente firme, e incluso ha propuesto recurrir a un “escudo” anti-sanciones basado en un estatuto sobre bloqueos de 1996 para brindar protección legal a las empresas europeas frente a las sanciones estadounidenses. Pero la realidad es que dicho escudo puede ser complicado de activar, tanto por problemas legales (muchos Estados miembros ni siquiera cuentan con legislación doméstica para aplicarlo) como políticos (en algunos Estados miembros la tesitura de optar por Estados Unidos o Irán puede suponer un rechazo a las medidas). Dado el actual pulso arancelario transatlántico, parece complicado que la UE vaya a desatar una escalada adicional de contra-sanciones a cuenta de Irán.
Lo cierto es que resultará muy difícil para las empresas europeas mantener lazos con Irán. Sus relaciones con Estados Unidos son demasiado profundas y extensas como para afrontar la exposición al riesgo que suponen las sanciones. Con o sin escudo europeo, las empresas europeas serán crecientemente renuentes a hacer negocios con Irán, y los primeros pasos son evidentes desde hace meses. En el sector energético, y ante la imposibilidad de negociar un waiver con Estados Unidos, la francesa Total ha suspendido su participación en el mega-proyecto gasista de South Pars, que previsiblemente será realizado por su socio en el proyecto, la petrolera china CNPC. La naviera danesa Maersk también ha anunciado que deja de aceptar fletes de crudo iraní. Otras empresas europeas también han anunciado su salida de Irán, como Siemens o Peugeot. Incluso la rusa Lukoil y la india Reliance han abandonado sus operaciones en el país. Las refinerías españolas, italianas y francesas también apuntan que agosto será probablemente el último mes en que compren crudo iraní, pues después será muy difícil realizar transacciones bancarias, contratar fletes de petróleo iraní y asegurarlos. Hasta el presidente del Banco Europeo de Inversiones ha advertido de que invertir en Irán pondría en riesgo las operaciones globales del BEI. El único mensaje que la Unión Europea puede ser capaz de articular es el de prevenir nuevas sanciones a Irán por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Otro tanto en el marcador europeo del presidente Trump.