Las inversiones extranjeras en la economía internacional se han visto fuertemente alteradas por las turbulencias causadas por el coronavirus, como tantos otros aspectos de las relaciones económicas internacionales. Aparte de una fuerte contracción, las inversiones extranjeras directas conocerán cambios importantes en su configuración, acelerando en algunos casos tendencias apuntadas en estos últimos años.
Los pronósticos apuntan a la mayor caída en los flujos de inversiones desde la Segunda Guerra Mundial. El World Investment Report de la UNCTAD prevé una caída del 40% en 2020, que se prolongaría con una caída del 5% en 2021 para iniciar una recuperación en 2022. Estas previsiones hay que tomarlas con la lógica prudencia, dado el alto nivel de incertidumbre existente, en primer lugar en relación con la duración y el control de la pandemia.
Aparte de esta contracción, se perfilan una serie de cambios estructurales de importancia. Hay tres grandes factores determinantes de estos cambios:
- Como consecuencia directa de los trastornos causados por la pandemia, la seguridad de los abastecimientos de productos ha pasado a un primer plano. Esto se aplica a productos estratégicos como los médicos, pero también a todo tipo de productos que alimentan las cadenas globales de valor. Las interrupciones y retrasos en los suministros que ha provocado el coronavirus, por las alteraciones en los procesos de producción y en el transporte de mercancías, han hecho que la seguridad en el aprovisionamiento se haya convertido en un factor prioritario.
- El intervencionismo de los poderes públicos está aumentando de forma notable. Ello se debe, en primer lugar, al ascenso del proteccionismo y el nacionalismo económico. En segundo lugar, el intervencionismo está creciendo por razones de seguridad estratégica. En lo que se refiere a las inversiones extranjeras, en numerosos países se está tomando conciencia de la necesidad de mantener un control sobre sectores estratégicos, limitando por tanto su apertura a la participación de inversiones extranjeras.
- Los cambios en la dinámica de las cadenas globales de valor, que también estaban ya en marcha desde hace algún tiempo, que han hecho perder fuerza a la eficiencia y la búsqueda de menores costes como determinante de las inversiones extranjeras. El diferencial de salarios entre los países desarrollados y los países en desarrollo se ha reducido, en especial en relación con China, el gran destino de deslocalizaciones. Por otra parte, los desarrollos tecnológicos como la digitalización, robotización, automatización, inteligencia artificial, impresión en 3D, han provocado que pierda relevancia el factor trabajo en los procesos productivos.
¿Cuáles serán las principales transformaciones que los tres elementos anteriores provocarán en la configuración de las inversiones extranjeras? Cabe destacar las siguientes:
- Una creciente importancia de los mecanismos de control de inversiones extranjeras. La Unión Europea ya puso en marcha el año pasado un mecanismo de screening de este tipo. En España, entre las medidas tomadas con motivo del coronavirus, se encuentra un refuerzo de los controles sobre las inversiones extranjeras. El objetivo es mantener un cierto grado de control sobre sectores y empresas estratégicos. Además, la crisis económica acarreada por el coronavirus ha provocado una caída generalizada en las cotizaciones del valor de las empresas. Se quiere limitar que ello pueda ser aprovechado para adquirir empresas por parte de intereses de otros países.
- Un reforzamiento de la regionalización o producción en proximidad, otra tendencia que ahora se verá reforzada por las consideraciones de seguridad y acortamiento de las cadenas de valor. Esta tendencia hacia la localización del proceso de producción de forma “regional” afecta directamente a las inversiones. Las inversiones en centros productivos no se sitúan necesariamente en el mismo país de la empresa que las realiza, pero sí en países próximos. En el caso de las inversiones de empresas europeas esto puede provocar un desplazamiento hacia localizaciones más cercanas, por ejemplo en África.
- Una intensificación de los procesos de reshoring o relocalización, que se potenciará con los tres factores determinantes que hemos mencionado al principio: el proteccionismo, la preocupación por la seguridad en los abastecimientos, los cambios en la dinámica de las cadenas de valor, en la que la búsqueda de eficiencia a través de menores costes laborales pierde importancia.
- El nuevo énfasis en la reindustrialización, apoyado con entusiasmo por diferentes gobiernos, puede tener un efecto negativo sobre la actividad inversora exterior de las empresas.
- Una mayor diversificación geográfica en los destinos de las inversiones, con el fin de reducir los riesgos qué supone una concentración elevada de los suministros en un número reducido de localizaciones.
El resultado global es que perderán fuerza los flujos de inversiones extranjeras. Como ha señalado James Zhan, de la UNCTAD, la inversión extranjera directa creció a una tasa media anual del 15% en la década de los noventa, del 8% en la primera década de este siglo y de sólo el 0,8% en la segunda década. Veremos qué pasa en los próximos años…