Después de 17 años de la aprobación de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre Mujeres, Paz y Seguridad, y siendo imprescindibles para lograr una paz sostenible y duradera, las mujeres no tienen (apenas) un papel significativo en la mesa de negociación (que marca los elementos esenciales de los acuerdos de paz) o en la mediación entre las partes en conflicto.
Los datos son claros: un estudio de Naciones Unidas sobre la presencia y la influencia de las mujeres en los acuerdos de paz señala que solo un 2% de los jefes mediadores son mujeres, solo el 9% de los negociadores, y tan solo el 4% de los firmantes de paz. Tras algunos progresos iniciales, en los últimos años ha disminuido el número de mujeres que participan en mediaciones; ha bajado el número de peticiones para incluir el expertise de género; y ha decrecido el número de disposiciones legales con perspectiva de género en los acuerdos de paz.
En este contexto, el acuerdo de paz de Colombia es histórico y un modelo a seguir en términos de la perspectiva de género: en primer lugar, porque viene precedido del impulso y la movilización de las mujeres para exigir su participación en las conversaciones; en segundo lugar por el establecimiento de la subcomisión de género para garantizar que las voces de las mujeres fueran escuchadas, y que la perspectiva de género se integrara en el acuerdo de paz; y por último por sus resultados concretos, como el mandato a la comisión de la verdad de que integre en su trabajo la perspectiva de género, o la inclusión en el acuerdo de paz de que no habrá amnistía para la violencia sexual.
¿Qué hacer para aumentar el número y la presencia mujeres en los procesos de paz? ¿Qué hacer frente a las voces que argumentan que “no hay mujeres”, que “no se han encontrado mujeres cualificadas”, o que “las mujeres no quieren participar o no están disponibles para las negociaciones de paz”?. Para impulsar la presencia de mujeres en todo el ciclo de resolución de los conflictos, en los últimos años se ha impulsado la creación de redes de mujeres mediadoras. En abril de 2015, e inspirada en la red sudafricana, se creaba en Oslo la red nórdica de mujeres mediadoras (Nordic Women Mediators Network), compuesta por las redes nacionales de Dinamarca, Suecia, Finlandia, Islandia y Noruega. En 2016, se constituía la red de mujeres africanas (FemWise), impulsada por la Unión Africana en el marco de su Arquitectura de Paz y Seguridad (ASPA, por sus siglas en inglés), y que aspira a acreditar como mediadoras a 500 mujeres africanas a finales de 2018. Y más recientemente, en octubre de 2017, tenía lugar en Roma el lanzamiento de la Red Mediterránea de Mujeres Mediadoras (MNWM), compuesta por 40 mujeres entre las que tengo el honor de encontrarme.
Las tres redes mencionadas incluyen a mujeres de un total de 80 países, con muy diversos perfiles: ex presidentas, políticas, diplomáticas, expertas e investigadoras de la sociedad civil; con experiencia en muy diversos campos, todos ellos imprescindibles en la resolución de conflictos y el logro de la paz como son el cese de hostilidades, la reforma constitucional, la relación entre los ámbitos civil y militar, el derecho internacional humanitario, los derechos humanos, etc.
Hay consenso respecto a que hay que hacer más, y hacerlo más rápido. Con el objetivo de sumar esfuerzos, aumentar la visibilidad de las mujeres mediadoras, y coordinar acciones, los pasados 21 a 23 de marzo un grupo de representantes de estas redes de mujeres mediadoras, y de otras que están en proceso de creación (como la red de la Commonwealth o de la de ASEAN) se reunieron en Oslo, gracias al impulso y el liderazgo de la redes noruega y nórdica, para dar los primeros pasos de una futura red global o “coalición de redes” de mujeres mediadoras que podría ver la luz en 2019. Una red global, que contribuirá al apoyo mutuo y al intercambio de buenas prácticas y de expertise entre mujeres mediadoras y entre redes, tiene un claro valor añadido: la promoción de la igualdad de género, y también de la paz y la seguridad, son objetivos globales que requieren de respuestas globales, junto con actuaciones locales y sobre el terreno. La suma de conocimiento y experiencia en una red global tiene un enorme potencial.
La reunión sirvió también para identificar las distintas barreras que aún persisten: la falta de “demanda” de mujeres mediadoras; la elección del mediador en función del prestigio, y el status, y no de las soft skills necesarias para la negociación, el diálogo y la mediación; la identificación del liderazgo como algo preferentemente “masculino”; la consideración de la perspectiva de género como algo “molesto que distrae de los importante” en las conversaciones; o la propia oportunidad que se niega a muchas mujeres de actuar como negociadoras de las partes en conflicto. También se identificaron algunas estrategias: ¿y si en lugar de pensar en términos de un “mediador” nos planteamos el nombramiento de “equipos de mediadores”? En un equipo hay más posibilidades de que uno de los miembros sea una mujer. Poniendo en pie esta red global, que podría reunir a varios centenares de mujeres de alto perfil, sería imposible volver a escuchar el manido argumento de que “fue muy difícil encontrar mujeres cualificadas para el trabajo de mediación”. Adicionalmente, y en términos de contar con los mejores candidatos, si se dobla el número de candidaturas, se incrementan las posibilidades de encontrar a la mejor persona para hacer la tarea, como señaló la ministra noruega de Asuntos Exteriores. “Simples matemáticas”.
En su línea estratégica de dar preeminencia a la prevención y la mediación como tareas prioritarias del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el secretario general Antonio Guterres creó, el pasado mes de septiembre, un Consejo Asesor de Alto Nivel en Mediación, compuesto por 18 líderes globales, de los cuales 9 son mujeres. La Nobel de la Paz liberiana Leymah Gbowee, la ex presidenta de Finlandia Tarja Halonen, la luchadora por los derechos humanos Graca Machel, o la ex presidenta Michelle Bachelet, entre otras, forman parte de este órgano que debe asesorar al Secretario General sobre posibles iniciativas de mediación, así como respaldar los esfuerzos específicos en este ámbito contribuyendo a trabajar más eficazmente con organizaciones regionales, organizaciones no gubernamentales y otros actores involucrados en la mediación en todo el mundo.
Mientras algunos “hombres fuertes” como Vladimir Putin o Donald Trump practican guerras híbridas y comerciales, las mujeres suman fuerzas y aúnan estrategias para lograr su participación activa en la prevención de conflictos y en la construcción de la paz. Trabajar en red ha sido el modus operandi del movimiento feminista y de las organizaciones de mujeres desde hace varias décadas. También hoy parece el modo más eficaz para lograr que más mujeres cuenten en la construcción de la paz y la seguridad internacionales. Los objetivos 5 (igualdad de género) y 16 (paz, justicia e instituciones fuertes) de la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenibe (ODS) no podrán alcanzarse si esto no sucede.