Era previsible la muy convincente victoria del Partido Serbio Progresista (en serbio Srpska Napredna Stranka, SNS) en las elecciones generales serbias del pasado 21 de junio , lo que refleja cierta estabilidad en la política interior y añade continuidad en la exterior.
Lo nuevo de estas elecciones ha sido que se han celebrado también en el norte de Kosovo, de mayoría serbia, así como la reducción del 5% de los votos al 3% como condición para obtener representación en el parlamento. Lo que no ha resultado insólito es el número elevado de los partidos participantes, 21, que denota una fragmentación política mucho mayor que en las democracias consolidadas, así como el boicot de tres partidos de la oposición que afirmaban haber sido perjudicados por la manipulación gubernamental de los medios de comunicación. El SNS obtuvo el 63% de los votos (191 escaños de los 250 del Parlamento Serbio). Aparte del SNS, sólo cuatro partidos más contarán con representación en el hemiciclo. El segundo partido más votado, el Partido Socialista Serbio, obtuvo algo más de 10% de los votos. La mayoría absoluta del SNS es incuestionable.
“La victoria del SNS en los comicios supone una mayor deriva hacia un régimen híbrido”.
Algunos de los principales factores del triunfo del SNS, cuyo eslogan electoral era Za Nasu Decu (“para nuestros hijos”) son el hecho de que su candidatura estuviera encabezada por el actual presidente de la República , Aleksandar Vučić, que presentó los éxitos del gobierno de coalición (con el Partido Socialista Serbio) como responsabilidad de su propio partido, la buena gestión gubernamental de la crisis del COVID-19 (hasta mediados de junio se han registrado solo 250 muertos y alrededor de 12.000 contagiados en una población de 7 millones), los buenos resultados económicos, la baja participación ciudadana por el miedo al COVID-19 y un discurso nacionalista y ambiguo sobre Kosovo y la UE, respectivamente.
Vučić, en la campaña electoral, y a pesar de las previsiones del Fondo Monetario Internacional de que la economía serbia sufrirá una recesión del 3% en 2020, ha prometido a los serbios que la economía crecerá entre un 0,5% y un 1%. Su optimismo se basa en que el PIB serbio creció un 4,4% en 2018 y un 4,2% en 2019 , en la confianza en que la crisis será amortiguada por la inversión pública y los pagos de emergencia a los hogares serbios (cada serbio adulto recibió un cheque de 100 euros durante la pandemia) y en la decisión de mantener la deuda pública siempre por debajo del 60% del PIB. La tasa de desempleo del 10% de la población activa no entra en estos cálculos.
“El ambiguo discurso sobre la UE del gobierno Serbio se debe a la falta de perspectivas cercanas de entrada en la UE, pero sobre todo a la cuestión de Kosovo”
Durante la crisis del COVID-19, el gobierno de Vučić destacó la ayuda sanitaria y humanitaria de China y de Rusia, y acusó abiertamente a la UE de abandonar a Serbia a su suerte. El ingreso en la UE ya no es la principal prioridad política de su gobierno. Serbia ha sido responsable de retrasos y errores en el cumplimiento de las condiciones para la adhesión a la UE y la Unión es ambivalente sobre la admisión de nuevos miembros. Pero los hechos hablan por sí mismos: en 2019 el 46,9% de todas las importaciones serbias procedieron de la UE, y sólo un 9,1% de Rusia y un 8,8% de China; y de sus exportaciones, un 52,4% han tenido como destino los países de la UE, mientras que sólo el 5% fueron a Rusia y menos del 1% a China. El ambiguo discurso sobre la UE del gobierno Serbio se debe a la falta de perspectivas cercanas de entrada en la UE, pero sobre todo a la cuestión de Kosovo , cuyo no reconocimiento como Estado independiente necesita el apoyo incondicional de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU. Así que Vučić apuesta por disfrutar a la vez de las ventajas económicas de la UE y de las políticas de ser amigo de Vladimir Putin y Xi Jinping, imitando a Viktor Orbán, otro de los políticos con quien siente una especial afinidad.
La victoria del SNS en los comicios supone una mayor deriva hacia un régimen híbrido (el desarrollo de la democracia formal sin la consolidación de la democracia sustancial), más control gubernamental de los medios de comunicación y menos libertad de expresión.
La campaña de Vučić ha estado profundamente marcada por la reunión organizada por la Administración de Donald Trump, entre él y su homólogo albano-kosovar Hashim Thaçi, para el 27 de junio, porque el presidente serbio pedía el voto como señal de apoyo para su capacidad negociadora y su política hacia la cuestión de Kosovo. Sin embargo, lo más probable es que la reunión sea suspendida, porque el Tribunal Internacional de la Haya ha publicado, en referencia a los crímenes cometidos en Kosovo, su decisión (aún no ratificada por un juez) de acusar formalmente a Hashim Thaçi por los crímenes de guerra cometidos contra serbios, gitanos y albaneses en 1999. El primer ministro Avdullah Hoti ha declinado la invitación de la Casa Blanca de sustituir a Thaçi en la reunión, alegando que la inestabilidad política de su país exige su presencia.
La Administración Trump organizó las conversaciones como un gesto de la política exterior estadounidense de cara a la campaña preelectoral de Trump, con el objetivo de conseguir un acercamiento económico entre las dos partes y no de solucionar, por ahora, las grandes cuestiones sobre el mutuo reconocimiento de los dos Estados. La suspensión de la reunión tiene sus aspectos positivos, porque ninguna de las partes involucradas podría tomar decisiones adecuadas y duraderas. Tanto Thaçi como Hoti representarían un país muy debilitado por la situación política inestable (el gobierno del primer ministro Albin Kurti ha sufrido una moción de censura sólo cuatro meses después de su formación) y tendrían que enfrentarse con el hecho de que su mayor valedor, EEUU, condiciona cualquier acuerdo a la retirada de los aranceles del 100% a los productos serbios que el gobierno kosovar decretó el año pasado. La imputación de Thaçi, que es considerado por la mayoría de sus compatriotas como un héroe, desestabilizará aún más la situación política kosovar. La camisa de fuerza de Vučić es de otra naturaleza. Él, como cualquier político serbio, no puede aceptar la independencia de Kosovo, lo que representaría su muerte civil, y depende excesivamente de Rusia por su apoyo en la ONU, lo que implica que no tomará ninguna decisión que pueda desagradar a Putin, el líder extranjero mejor valorado por los serbios.
Se ha perdido otra oportunidad para trazar un camino hacia una solución del conflicto de Kosovo.