Las difíciles relaciones argentino-uruguayas

Relaciones Argentina Uruguay

Relaciones Argentina UruguayUnas despectivas palabras del presidente uruguayo José Mujica sobre su colega Cristina Fernández, pronunciadas bajo creencia de intimidad aunque propaladas urbi et orbi por la infidelidad de un micrófono, agriaron una vez más la ya complicada relación entre los gobiernos kirchneristas y los del Frente Amplio uruguayo. En efecto, las tradicionales y fraternales relaciones de buena vecindad entre los dos pueblos y las dos naciones se habían deteriorado durante la presidencia de Néstor Kirchner, con motivo del diferendo que los enfrentó a partir del deseo uruguayo de construir dos fábricas de pasta de celulosa a orillas del río Uruguay y frente a la ciudad argentina de Gualeguychú.

El contencioso comenzó a fines de 2002, alcanzó su clímax en 2005 – 2006 y fue resuelto por la Corte Internacional de Justicia de La Haya en abril de 2010 con un fallo salomónico que no terminó de satisfacer plenamente a ninguna de las partes. Previamente, en noviembre de 2007 la planta de Botnia había comenzado a funcionar sin los dramáticos resultados contaminantes que preveía Argentina y que estuvieron detrás de su dura política antiuruguaya.

En el conflicto se vieron involucrados Néstor Kirchner y Cristina Fernández, por un lado, y Tabaré Vázquez y José Mujica por el otro. Si bien el fallo del Tribunal de La Haya restableció la paz entre ambos países, la relación bilateral, y muy especialmente la relación entre los presidentes, nunca fue la de antaño, pese a los esfuerzos iniciales de Mujica tras su llegada al poder. Esta situación se vio agravada por la poca química personal entre ellos y los fuertes sentimientos antiperonistas de la izquierda uruguaya, que el actual presidente nunca se ocupó de desmentir.

En esta ocasión las palabras de Mujica no dejaron lugar para interpretaciones ambiguas: tachó de vieja y terca a Cristina Fernández y de tuerto a su difunto marido, a quien en una entrevista previa, pero publicada un par de días después, ya había calificado de difícil y baboso (en Uruguay, persona sobradora) . Para agravar las cosas Mujica comparó la errática postura argentina en los temas de Mercosur con la mayor seriedad brasileña: «Cada vez que acordamos algunas cosas con el gobierno brasileño, las cumple». Lejos de disculparse por sus palabras altisonantes, el presidente uruguayo ha decidido mantenerse en sus trece, aunque mostró su solidaridad con las desgracias que se habían cebado sobre las ciudades de Buenos Aires y La Plata.

La respuesta argentina fue contundente y cargada da malhumor. En un duro comunicado del ministerio de Relaciones Exteriores se considera » inaceptable que comentarios denigrantes que ofenden la memoria y la investidura de una persona fallecida, que no puede replicar ni defenderse, hayan sido realizados, particularmente, por alguien a quien Kirchner consideraba su amigo». Por su parte, la presidente Fernández evitó pronunciarse sobre el tema.

A partir de ahora todos temen, a una orilla y otra del Río de la Plata, que la relación bilateral vuelva a los días gélidos del enfrentamiento por las fábricas de pasta de celulosa. Ya molesto por el creciente proteccionismo argentino y las trabas comerciales, el gobierno uruguayo decidió restringir al máximo las compras de sus ciudadanos en localidades argentinas fronterizas, aprovechando la diferencia cambiaria entre ambas monedas, incrementada en las últimas semanas por la escalada del dólar paralelo en el mercado argentino.

Pese a las dificultades, la agenda bilateral está plagada de cuestiones pendientes, algunas más favorables a una que a otra parte, y viceversa. Entre ellas la creación de una empresa binacional para dragar el Canal Martín García, en el Río de la Plata, que beneficiaría a Uruguay. Por su parte, Argentina quiere profundizar el intercambio de información tributaria entre ambos países o la continuidad de la política de Uruguay contra los habitantes de las islas Malvinas. También afectan a ambas partes, especialmente a Uruguay, las trabas a las importaciones impuestas por el gobierno argentino.

Con independencia de las palabras o de las actitudes recientes de unos y otros lo cierto es que la relación bilateral está maltrecha. Sin embargo, no hay que engañarse ya que los problemas no vienen de ahora sino de antes. Pero a diferencia del enfrentamiento que mantiene Evo Morales con el chileno Sebastián Piñera, Cristina Fernández no puede echarle las culpas a un presidente de derecha o neoliberal. Lo dramático de la cuestión es que la retórica presidencial, a la que son tan adictos el uno y la otra, ha topado con la dura realidad y los intereses nacionales. Cuando se suspendió a Paraguay de Mercosur Mujica dijo que «lo político superó a lo jurídico». Esto es lo que ocurre cuando las normas se dejan al costado, incluyendo las normas de buena convivencia.