El pasado 17 de diciembre Serbia celebró elecciones parlamentarias, autonómicas y locales –en 65 ciudades, incluida la capital, Belgrado–. Las elecciones eran anticipadas, las últimas se habían celebrado hace menos de dos años, en 2022. La oposición, unida en una coalición de nueve partidos –Serbia Contra la Violencia (Srbija Protiv Nasilja, o SPN)– lo había solicitado formalmente al gobierno presidido por Aleksandar Vučić en septiembre de 2023. La razón era, según SPN, que el gobierno no había cumplido con las exigencias de los ciudadanos, que se habían manifestado, durante meses, en contra del gobierno, a raíz de dos tragedias: asesinatos en masa en un colegio en el centro de Belgrado y en Mladenovac, una localidad en la periferia de la capital.
Las elecciones han sido un referéndum para Vučić y, sin duda, lo ha ganado.
Los resultados reflejan una clara victoria con mayoría absoluta del Partido Progresista Serbio (Srpska Napredna Stranka, o SNS) del presidente Aleksandar Vučić (aunque ya no preside el partido formalmente). La victoria de SNS no es ninguna sorpresa. El partido que ganó en 2022 con 120 escaños de 250, obtuvo en estos comicios 130. Acudió a los comicios con el lema: “Aleksandar Vučić – Serbia no debe parar”. La coalición de nueve partidos SNP, que obtuvo 65 escaños, recuerda a la coalición que se creó en 2000 de 23 partidos opositores al régimen de Slobodan Milošević. En ambos casos, la dividida oposición se dio cuenta de que la única manera de tener alguna posibilidad de ganar al régimen era mediante la unión.
En 2000 el bloque consiguió vencer a Milosevic y, lo más importante, que el presidente serbio de entonces reconociera su derrota, aunque eso supuso su entrega al Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra de la Haya. Ahora, la situación es diferente. La oposición ha ganado la mitad de escaños que el partido gobernante, que ha mejorado su resultado en relación con las últimas elecciones. La esperanza de que el SPN iba a ganar en Belgrado no se cumplió. Miroslav Aleksić, cabeza de lista del SPN, afirmó que la coalición no aceptaba los resultados electorales y anunció la posibilidad de convocar protestas masivas, así como el uso de todos los instrumentos democráticos disponibles contra lo que denominó un “robo de los votos”. Aleksić ha afirmado que 40.000 personas recibieron documentos de identidad serbios para trasladarse a votar a Belgrado desde la República Srpska de Bosnia Herzegovina. Según la oposición, las elecciones en Belgrado, el epicentro de la oposición política al gobierno de Vučić, no han sido limpias. Dicen poseer documentos y grabaciones que demuestran dicha afirmación. Es posible que exija la repetición de las elecciones en Belgrado.
Hay dos grandes sorpresas en cuanto a los resultados electorales. El Partido Socialista Serbio (Socijalistička Partija Srbije, o SPS) obtuvo sólo un 6% de los sufragios, la mitad del 12% del año anterior, e Ivica Dačić –cabeza de lista, ministro de Exteriores de Serbia y antiguo delfín de Slobodan Milošević– ha ofrecido su dimisión. El SPS está presente en la vida política serbia desde los años 90 pero sus votos han pasado a la lista “¡Nosotros, Voz del Pueblo!” que encabeza Branimir Nestorović, un neumólogo que se ha hecho famoso por sus teorías conspirativas sobre la pandemia del COVID-19 y por su posición pro-rusa. Recibió alrededor del 5% de los votos, por lo que contará con 13 escaños en el parlamento, aunque ha afirmado que no se unirá a ninguna coalición, ni de gobierno ni de oposición.
El SNS gobierna Serbia desde 2012. Su victoria no ha sido ninguna sorpresa porque estaba claro que Vučić no convocaría elecciones sin estar seguro de poder ganarlas. Lo que llama la atención es que el SNS ha obtenido mejores resultados que en 2022. Las claves de esta victoria son diversas, pero Vučić ha creado un sistema electoral que le favorece y que de ninguna manera garantiza una competitividad política justa.
Las elecciones se han desarrollado en un contexto de fuerte control de los medios de comunicación por parte del gobierno y del uso de instrumentos gubernamentales para hacer la campaña. Vučić –como su ídolo y ejemplo a imitar, Viktor Orbán– ha conseguido ocupar dos espacios políticos a la vez: el pro-europeo (el de la oposición) y el pro-ruso. Las elecciones han sido un referéndum para Vučić y, sin duda, lo ha ganado.
La oposición se equivocó al creer que podría capitalizar políticamente el enfado de los ciudadanos por unas tragedias. Los resultados de las elecciones no cambiarán nada importante en Serbia y Vučić ha afirmado que no se volverán a celebrar hasta 2027.
La UE y EEUU aceptarán los resultados de las elecciones porque es la voluntad de la ciudadanía serbia, porque no ven una clara alternativa al poder de Vučić y porque la UE tiene como Estado miembro a Hungría, cuyo gobierno es muy afín al serbio. Bruselas y Washington no presionarán ni a Serbia ni al gobierno de Aleksandar Vučić para que acceda a unas condiciones de mayor competitividad política en Serbia, al ser actualmente el garante de la estabilidad del mayor país balcánico y porque temen que cualquier presión lo llevará hacia un acercamiento mayor a China y Rusia. Paradójicamente, Serbia vivirá una crisis política prolongada, pero será suficientemente estable como para garantizar la paz en los Balcanes.
Tribunas Elcano
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