En un artículo previo a la celebración de la última Cumbre UE-CELAC celebrada en Bruselas en junio 2015, la alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, señalaba que “En el ámbito de la seguridad, la UE y los países de CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) pueden y deben de hacer más”. ¿Cuáles son las principales limitaciones para una mayor cooperación entre la UE y América Latina en materia de seguridad? ¿Y las oportunidades?
A primera vista, uno de los obstáculos quizá más importantes para una mayor cooperación de seguridad entre la UE y América Latina es el hecho de que las prioridades de Bruselas están en su vecindario más inmediato, concretamente en zonas como Europa del Este, el Norte de África y Oriente Medio y el Sahel. Esto parece dejar a América Latina en un plano secundario. Algo similar ocurriría desde una perspectiva latinoamericana en relación a Europa y a la UE: para la mayoría de países latinoamericanos la seguridad está asociada a desafíos internos o, a lo sumo, de su vecindario inmediato.
Más allá de este hecho, existen importantes diferencias entre las estructuras y culturas militares de los Estados miembros de la UE (acostumbrados a la cooperación internacional en el ámbito de la seguridad y la defensa) y las de los países de América Latina, cuyos ejércitos y capacidades tienen un carácter marcadamente nacional. En este sentido, a diferencia de la UE, América Latina carece de una estructura militar de ámbito regional, más allá de la existencia de ciertos foros o esquemas regionales de concertación y diálogo, como por ejemplo el Consejo de Defensa Sudamericano de UNASUR. Estas diferencias suponen serios obstáculos a la hora de plantear las relaciones en seguridad y defensa entre la UE y los países de América Latina en términos regionales o multilaterales.
Sin embargo, el ámbito bilateral (entre la UE y determinados Estados latinoamericanos) nos presenta un panorama distinto. Varios países latinoamericanos ya han participado en misiones militares de la UE. Este es el caso de Brasil, que participó en la misión ARTEMIS (2003) desplegada por la UE en la República Democrática del Congo en 2003 y en la misión EUSEC (también en Congo en 2005), y de Argentina, que participó en la operación ALTHEA desplegada en Bosnia y Herzegovina en 2004, a la que también contribuyeron República Dominicana y Chile. En concreto, Chile ha permanecido en ALTHEA ininterrumpidamente desde su inicio hasta la actualidad. Por su parte, Colombia ha colaborado en 2015 con la misión Atalanta desplegada por la UE para luchar contra la piratería en el Océano Índico.
Un marco útil para avanzar hacia una mayor cooperación en seguridad y defensa entre la UE y los países de América Latina serían los llamados Acuerdos Marco de Participación (o FPA, por sus siglas en inglés). El FPA es un instrumento diseñado específicamente para facilitar la participación de países terceros en las operaciones de gestión de crisis de la UE. En 2014, Chile y Colombia se convirtieron en los primeros países latinoamericanos en firmar un FPA, llevando así su relación con la UE más allá de la cooperación al desarrollo, del ámbito comercial o del diálogo político.
“La cooperación con Colombia en la lucha contra la piratería en el Índico es un ejemplo del potencial que exhibe el entorno marítimo a la hora de fomentar una mayor cooperación”
Los FPA ofrecen numerosas posibilidades para su desarrollo. En este sentido, un ámbito a tener en cuenta a la hora de avanzar en la cooperación operativa entre la UE y varios países latinoamericanos podría ser la seguridad marítima. Este es un tema que afecta a intereses comunes como es la provisión de bienes globales y la estabilidad de los flujos comerciales, de los que depende la prosperidad económica europea y latinoamericana. La cooperación con Colombia en la lucha contra la piratería en el Océano Índico es un magnífico ejemplo del potencial que exhibe el entorno marítimo a la hora de fomentar una mayor cooperación en seguridad y defensa entre la UE y América Latina. Asimismo, la UE debería también considerar ampliar su cooperación en seguridad y defensa con América Latina en el Atlántico Sur, en pos de preservar el derecho internacional y ayudar a los Estados ribereños del Golfo de Guinea y del Caribe a combatir problemas relacionados con la piratería o los tráficos ilícitos.
Más allá de las oportunidades ofrecidas por los FPA, es importante concebir las relaciones de seguridad y defensa entre la UE y América Latina en un sentido más amplio. Los FPA se limitan a lo estrictamente operativo. Cabe, sin embargo, recalcar también el potencial de ámbitos como la diplomacia de defensa, tareas de formación y entrenamiento, el intercambio de información e inteligencia, o la colaboración en el desarrollo de ciertas capacidades genéricas (por ejemplo, aquellas relacionadas con la ciber-seguridad o la vigilancia y el reconocimiento marítimo) y en el ámbito de investigación y desarrollo de tecnologías de uso civil-militar.
En este sentido, iniciativas como programas de intercambio de personal (por ejemplo, estancias de oficiales latinoamericanos en el Estado Mayor de la UE o la Agencia Europea de Defensa) o el fortalecimiento de lazos entre centros académicos y de pensamiento estratégico europeos y latinoamericanos contribuiría a identificar áreas específicas y futuras oportunidades en el ámbito de la seguridad y la defensa.
La Unión mantiene su compromiso de jugar un papel clave a la hora de garantizar la paz y la estabilidad internacionales, la prevención de los conflictos y la creación de condiciones para el desarrollo sostenible global. Por ello, la UE debe mirar a América Latina como un activo estratégico y plantear su relación con esta región en términos que vayan más allá de lo comercial o lo diplomático. En concreto, y dado al carácter transnacional de muchos de los desafíos y amenazas que hoy comparten las dos regiones, es importante avanzar hacia una cooperación más estrecha en materia de seguridad y defensa. La próxima cumbre UE-CELAC, que tendrá lugar en octubre de 2017 en El Salvador, ofrece una excelente oportunidad para ello.