Los días 20 y 21 de febrero, los líderes de la Unión Europea (UE) llegaron a Bruselas para un Consejo Europeo extraordinario –y largo– sobre el Marco Financiero Plurianual (MFP) para los años 2021-2027. Todos trajeron sus intereses nacionales y las ganas de negociar por ello en su cartera. Los que seguimos la UE de cerca sabemos que el MFP es mucho más que un presupuesto. Es un puzle difícil de resolver entre los diversos intereses de los países miembros y los de las instituciones. Es más bien una lucha de visiones sobre el futuro de la Unión.
Las negociaciones del presupuesto nunca han sido fáciles, pero con la salida del Reino Unido del bloque hay que hacer ajustes. Las opciones no son infinitas y hay tres opciones concretas que están encima de la mesa: aumentar las contribuciones de los países miembros por poder hacer más, encontrar nuevos recursos propios y reajustar los gastos. Cada opción tiene sus defensores dentro de la Unión y falta mucho para hallar un término intermedio. La cumbre fracasó –como se esperaba– y todavía hay un camino largo por adelante.
La esencia de la negociación se conecta en gran medida con las ambiciones de la Unión. Cada prioridad en la cartera de la Comisión Europea necesita una cierta inversión. Al final, el presupuesto es una oportunidad para definir las prioridades reales para los años venideros, y dedicarlo a una u otra define la ruta a seguir. Esto crea un dilema importante: por un lado, están las políticas tradicionales como la Política Agrícola Común (PAC) o la Política de Cohesión, y por el otro, las nuevas ambiciones como el Pacto Verde Europeo o la transición digital. Todo esto requiere dinero.
Es importante saber que el presupuesto nunca se finaliza rápidamente. La Comisión preparó su primera propuesta hace casi dos años, y después vinieron los documentos de la Presidencia de Finlandia –que tenía la presidencia rotatoria del Consejo de la UE hasta finales del 2019. Finalmente, Charles Michel –nuevo presidente del Consejo Europeo– asumió el liderazgo y publicó su plan, pero tiene una tarea muy difícil y le tocará revisarlo una y otra vez, como ha hecho mientras se celebraba la cumbre.
La dificultad radica en que, por un lado están países como Austria, Dinamarca, Países Bajos y Suecia –autodenominados “los frugales”– que no quieren aumentar sus contribuciones y apuestan por un presupuesto de la UE más reducido, uno que no sea más del 1% del PIB. Con la salida del Reino Unido eso significaría que habrá menos dinero en 2021-2027. También está Alemania que podría repensar la cantidad de su contribución, pero tampoco se encuentra en un momento tranquilo en su política nacional. Estos países, más allá de sus contribuciones al presupuesto, reciben devoluciones (un mecanismo contemplado dentro de MFP). La más conocida es el “cheque británico”, llamada así gracias a Margaret Thatcher. En los años 80, la primera ministra británica logró reembolsar al Reino Unido parte de su contribución anual para compensar los pocos beneficios que lograba de los fondos de cohesión o de la PAC. Desde entonces, varios países han estado recibiendo estos cheques compensatorios de su contribución al presupuesto. Este año se habla de su retirada y eso también crea tensiones.
Por otro lado, está el grupo llamado “amigos de la cohesión” –conformado por países del sur y del este (entre ellos España)– que se reunió a principios de febrero para definir su postura, y parece que está muy decidido a no reducir dinero de los fondos de cohesión. Muchos de ellos (Francia incluido) también están contra de los recortes en la PAC. Al final, las políticas de cohesión y agrícola común han sido instrumentos de solidaridad entre los Estados miembros con la idea de disminuir la desigualdad entre ellos. No son solo unas cifras en el presupuesto, sino que también reflejan los ideales del siglo XX.
Algunos defienden que es el momento de pensar en las prioridades del siglo XXI. Las ambiciones de la agenda de la Comisión de von der Leyen necesitan dinero. La descarbonización, la transición tecnológica o el proteger las fronteras teniendo un papel más asertivo en un mundo cambiante son muy buenas ideas en papel, pero hay que invertir en ellas para que salgan adelante.
El Parlamento Europeo tiene un papel clave en este debate. Una vez que los lideres pacten en el Consejo Europeo, el turno de decisión pasará al Parlamento que podría bloquear el avance del presupuesto. Sus declaraciones han sido muy firmes en este sentido: no van a aceptar un MFP poco ambicioso que ignore las necesidades de la Unión. La institución ha publicado un documento pidiendo que los compromisos del MFP superen el 1,3% PIB de la UE27 y que los fondos de la cohesión y la PAC se mantengan en términos reales, mientras que con el dinero adicional se refuercen las prioridades de la nueva Comisión. Pensando que el Parlamento perdió la batalla de Spitzenkandidaten no hace mucho, se esperaría una lucha firme para conseguir más en las negociaciones del MFP.
Un punto nacional importante: todavía no se sabe exactamente si España va a convertirse a un contribuyente neto o no, pero es muy probable. Claramente para tener un papel protagonista ser contribuyente neto es mucho mejor, pero tendrá un coste económico y esto requiere un cambio de discurso.
Seguro que seguiremos con las negociaciones del presupuesto en el primer semestre del año, e incluso también en el segundo. Alemania asumirá la Presidencia del Consejo y retomará el liderazgo una vez más en una negociación tan compleja como la del Marco Financiero Plurianual. Mientras, el próximo 9 de mayo se realizará la Conferencia sobre el Futuro de Europa, y tendremos tiempo para reflexionar sobre el futuro. Construir una Unión para todos es un proyecto dinámico.