La Unión Europea (UE) se postula como una potencia blanda. Así lo señalaba el documento estratégico de política exterior y seguridad (Shared Vision, Common Action: A Stronger Europe. A Global Strategy for the European Union’s Foreign and Security Policy, 2016). En una publicación reciente nos propusimos verificar los objetivos señalados en dicha estrategia a través del Índice Elcano de Presencia Global. Entre las principales conclusiones destacábamos la brecha existente entre presencia exterior e influencia internacional, y la alta concentración geográfica de la presencia de la UE en unos pocos países e indicadores, particularmente en los vínculos económicos con Norteamérica y en los militares con África. Pero en el documento estratégico de la UE aparecía poca información cuantitativa sobre dicha proyección blanda y su distribución geográfica.
Lo cierto es que el concepto ‘blando’ se ha extendido en los análisis de Relaciones Internacionales en los últimos años, aunque no siempre entendido de la misma manera. La propuesta metodológica del Índice Elcano de Presencia Global incluye variables referidas a cultura, al sistema educativo y científico-tecnológico, al tránsito de personas (como migraciones, turismo o educación), a deportes, información (en agencias de noticias y en internet) y cooperación al desarrollo. Así, proponemos cuantificar esta dimensión blanda con información objetiva y sistematizada, con una amplitud suficiente para recoger los distintos perfiles de proyección internacional. Ofrecemos resultados para 120 países, en la edición actual, desde 1990, y para la UE desde 2005.
¿Qué nos dicen estos resultados sobre las aspiraciones blandas de la UE? Si consideramos a la UE como una entidad propia –cuantificando y agregando las relaciones de sus miembros con otros países del mundo– ocuparía el primer puesto del ranking de presencia blanda en el mundo por delante de EEUU y China. Se confirmaría aparentemente ese liderazgo de la UE, pero ¿hacia dónde concretamente se proyecta la UE en su dimensión blanda? ¿y de qué forma? Mediante la desagregación bilateral de las distintas variables que componen esta dimensión podemos diferenciar geográficamente esa proyección exterior.
El primer resultado llamativo es que la presencia blanda de la UE se orienta, en primer lugar, hacia Asia y Pacífico. Esta región supone el primer destino en casi todos los indicadores incluidos en esta dimensión, a excepción de migraciones, cultura y cooperación al desarrollo. Y es, además, la región con la que más han crecido esos vínculos blandos desde 2005.
La segunda región con mayor proyección blanda de la UE es el resto de Europa –países europeos no miembros. Los lazos blandos con estos países son fundamentalmente culturales y aquellos relativos a la movilidad de personas (migraciones, turismo o educación), lo que podía resultar esperable dada su cercanía geográfica.
Norteamérica se sitúa como la tercera región de destino. Cuando analizábamos la desagregación geográfica de la presencia económica de la UE, destacábamos precisamente la relevancia transatlántica de las relaciones económicas, que no se replica en las relaciones blandas. Sorprende además la magnitud de la brecha con las anteriores regiones y, más aún, la tendencia de reducción desde 2005. En las relaciones blandas entre la UE y EEUU destacan la dimensión cultural y la científico-tecnológica, y a esta última se debe buena parte de la reducción desde 2005.
La presencia blanda de la UE en África es mayor que la que registra en Oriente Medio o América Latina. De hecho, los vínculos con el continente africano han aumentado de manera notable en los últimos años, determinados por los flujos de cooperación al desarrollo hacia la región. Este indicador explica también buena parte de la presencia en Oriente Medio y de su crecimiento desde 2005, siendo la región en la que más aumenta tras Asia y Pacífico, a lo que contribuyen también variables como migración, ciencia y tecnología.
América Latina es la región menos relevante para la proyección blanda de la UE. Este resultado puede resultar insólito, o quizá lo parezca desde la perspectiva española. Pero es llamativo no solo que sea la región donde menos se proyecta la UE, sino además la que registra el menor incremento en comparación con otras regiones emergentes. De hecho, aumenta levemente si lo comparamos con 2005, pero se reduce desde 2010 en términos absolutos, debido fundamentalmente a los indicadores de cooperación al desarrollo y tecnología.
Si atendemos al destino por países en lugar de por regiones geográficas, el diagnóstico geográfico se precisa. EEUU es el primer país de destino de la presencia blanda de la UE seguido de China, pero con una diferencia notable. Mientras con EEUU se pierden vínculos blandos, con China son cada vez mayores, y la diferencia entre ambas se reduce. Esto significa que el gigante asiático constituye no solo un foco de atracción económica sino también, cada vez más, de presencia blanda, constatándose el viraje hacia el Pacífico del proceso de globalización también en esta dimensión. Se aprecia además el relevo en el liderazgo regional asiático, con una importante reducción de la presencia blanda de la UE en Japón. En este ranking por países, junto con China gana también relevancia Argelia –influenciado por su francofonía–, México y, en menor medida, la India, Brasil y Corea del Sur; mientras Rusia pierde también relevancia en la proyección blanda de la UE.
En términos generales, la UE tiene un reparto geográfico más diversificado en su presencia blanda que en su presencia económica y militar, lo que verifica su mayor relevancia internacional en esta dimensión que ha venido impulsando el proceso de globalización en la última década. Veremos qué impacto tendrá la actual pandemia en la configuración de las relaciones internacionales futuras y en el propio proyecto comunitario, pero parece previsible que, a corto plazo, incidirá negativamente en algunos indicadores de esta presencia blanda –como los relativos a movimientos de personas– y esperemos que positivamente en otros –como los científico-tecnológicos o los digitales–. Sin duda ello condicionará la relevancia de la UE en la esfera internacional, y parece, al menos por el momento, que polarizará más la pugna entre EEUU y China. Y en ella, queda diluida la potencialidad de la UE como entidad geopolítica, y su capacidad de priorizar sus propios intereses.