La UE y ASEAN son socios de diálogo desde hace más de 40 años. La UE es el segundo socio comercial de ASEAN, por detrás únicamente de China, y el primer inversor en la Asociación (22% de la inversión directa extranjera en ASEAN). En el período 2014-2020 dedicó en torno a 170 millones de euros a la agenda de integración de ASEAN con programas como ARISE (armonización de estándares), SHARE (integración regional en el área de la educación superior) o E-READI (asistencia técnica y diálogo en un amplio abanico de sectores, que van desde la ciencia y tecnología, hasta la cooperación marítima y los derechos humanos).
A pesar de todo lo anterior, la realidad es que la UE no acaba de ser visto como un socio estratégico relevante para ASEAN, especialmente en los temas de seguridad y defensa. En 2012 la UE se adhirió al Tratado de Amistad y Cooperación de ASEAN, con la vista puesta en ingresar en la Cumbre de Asia Oriental (EAS, por sus siglas en inglés) y en la Reunión Ampliada de Ministros de Defensa de ASEAN (ADMM+), al constatar que ambos foros podían acabar arrumbando al Foro Regional de ASEAN, del que la UE sí forma parte. En estos ocho años, lo más que ha conseguido la UE es que, en la Declaración Conjunta emitida el 21 de enero de 2019, al término de la 22ª Reunión de Ministros de Asuntos Exteriores UE-ASEAN, ASEAN diese la bienvenida “al interés de la UE en incrementar su compromiso con la región a través de todos los procesos liderados por ASEAN”. Es más, la elevación de las relaciones al nivel de estratégicas quedó frustrada por el bloqueo de Indonesia y de Malasia por la cuestión del aceite de palma. Poco debe de importar la UE, cuando una cuestión comercial que afecta a dos de los diez miembros de ASEAN ha podido bloquear la elevación de las relaciones.
La UE tiene un problema de visibilidad en ASEAN. En privado los decisores reconocen las aportaciones de la UE, pero éstas no trascienden fuera del círculo de los/las expertos/as. Como botón de muestra, merece la pena detenerse a considerar los diferentes niveles de protagonismo en la cooperación con ASEAN en la crisis del COVID-19 que han tenido la UE por un lado, y ASEAN+3 por otro.
El Plan de Acción UE-ASEAN (2018-2022) en su punto 3.2 preveía el refuerzo de la coordinación y la cooperación para hacer frente a las enfermedades contagiosas, incluidas las pandemias. En aplicación del Plan, el pasado 20 de marzo, la UE y ASEAN mantuvieron una videoconferencia a nivel ministerial para discutir la crisis del COVID-19. La videoconferencia no se limitó a debatir y a intercambiar información sobre las maneras de luchar contra la pandemia, sino que también abordó la cuestión de su impacto socio-económico. Pero lo principal no fue tanto la discusión en sí, sino la escenificación de que la UE es un socio de ASEAN y un actor importante en la región.
Si este era el principal objetivo de la videoconferencia, hay que reconocer que se consiguió a medias. Ya entonces comenzaba a surgir en ASEAN la percepción de que la gestión de la crisis en Europa estaba siendo desastrosa, y que el modelo a seguir era el de China, Corea y Taiwán. Poco importa que en Europa haya habido países que han abordado con éxito la pandemia. En la distancia asiática esos matices se pierden y lo que quedan son las altas cifras de contagios de Italia y España.
El 14 de abril tuvo lugar la Cumbre virtual ASEAN+3 (los diez países miembros de ASEAN más China, Japón y Corea) sobre el coronavirus, que opacó las escasas informaciones que habían circulado en la región sobre la videoconferencia UE-ASEAN del 20 de marzo. Si comparamos la declaración final de la Cumbre con la de la videoconferencia UE-ASEAN, queda de manifiesto la mayor ambición de la primera. La Cumbre creó un marco ASEAN+3 para luchar contra el COVID-19, y adoptó, entre otras, dos medidas relevantes: la creación de una reserva de emergencia de material sanitario ASEAN+3, y la constitución de un Fondo de Respuesta ASEAN para el COVID-19. Tal vez sea la primera vez que, ante una gran crisis, no se cuenta con EEUU y se aboga por una respuesta específicamente asiática.
En este contexto, la decisión del Consejo de Asuntos Exteriores de la UE del pasado 8 de abril de dar una respuesta europea común al COVID-19 en los países en desarrollo bajo la marca “Team Europe” es un paso en la buena dirección. Supone el reconocimiento de que en esta crisis la UE tiene un problema de imagen internacional y que debe cambiar la narrativa. “Team Europe” combina una aproximación multilateral, el respeto a los valores que defiende la UE y una visión estratégica.
Está previsto que se destine a los países de ASEAN un total de 350 millones de euros para luchar contra la crisis sanitaria, fortalecer los sistemas de salud y aliviar las consecuencias sociales y económicas de la pandemia. Como ejemplo de las acciones que entrarán dentro de “Team Europe”, pueden mencionarse los 5 millones de euros para apoyar a las trabajadoras del sector textil en Myanmar que han perdido su empleo en el contexto de la crisis, o los 6 millones destinados a a ONGs europeas e indonesias que trabajen en salud pública e higiene y asistencia psico-social a grupos vulnerables.
Estamos en los primeros momentos de “Team Europe” y aún es pronto para saber si conseguirá devolver a la UE un papel relevante en la lucha contra el COVID-19 en ASEAN, o si se convertirá en otro más de esos programas europeos que son valorados por los/as expertos/as, pero que no tienen eco más allá. Creo que mientras la UE no trabaje mejor su narrativa en la región y no corrija su déficit de visibilidad, lo más probable es que “Team Europe” acabe convertido en un programa más.